Carta Abierta a Gina Parody, Senadora Colombiana
Hay muchas cosas malas que se le pueden hacer a un niño.
Toda maldad contra un niño es abominable y cobarde, pero hay grados de maldad.
Senadora, en sus recientes intervenciones en la radio FM, Ud. quiere aprovechar la ola de la opinión pública que hoy apoya el aborto y está en trance de despedirse de la Iglesia Católica. Pero a Ud. se le olvida el niño asesinado. Ud. tiene palabras para los niños violados, y está bien que las tenga; Ud. protesta contra la pederastia, y está muy bien que lo haga; pero Ud. no dice nada del niño que mataron en el Hospital Simón Bolívar.
Escúcheme: no lo violaron; lo mataron. Y ahora yo pregunto: ¿no bastaba con matarlo a él sino que hay que matar su memoria?
Hace tres meses Ud. no hablaba de sacerdotes pederastas. Hace seis meses tampoco. Ahora sí. ¿Qué ha cambiado? Ha cambiado la ola, siempre inestable, siempre servil, de la opinión pública. Como resulta que la Iglesia Católica es prácticamente la única institución que se ocupa de defender niños que nunca votarán (ya que por lo menos los violados, sí podrán hacerlo), entonces Ud. hace lo que hacen casi todos los políticos: montarse en la cresta de las emociones de la gente. Porque, ¡qué terriblemente impopular es contradecir lo que la gente está sintiendo! ¡Qué difícil es hablar desde la orilla de lo “políticamente incorrecto”! Y para infortunio de todos, hoy lo políticamente “correcto” es hacer caso omiso del niño asesinado y alzar la voz en clamor (justo, por demás) de defender a los niños abusados. ¿Pero es que acaso unos niños sí valen y otros no?
Explicablemente, estos temas caldean los ánimos. Razón de más para serenarse y pensar bien lo que se dice. Es decir, lo opuesto de lo que Ud. hace. Su argumento, como el de muchos en estos días, cae en el conocido sofisma de la argumentación “ad hominem,” o sea, desacreditar al interlocutor. ¿Quiere la Iglesia hablar? Niéguesele el derecho, porque en sus filas hay sacerdotes pederastas. Pobre y oportunista argumento. Pobre, porque ¿qué tal que aplicáramos eso al senado de Colombia? ¿Hemos de escuchar la voz del senado o acatar las leyes de la Corte, dados los exabruptos institucionales y las falencias que por allá suceden con nombre propio?
Su argumento se vuelve contra Ud., senadora, y su oportunismo hace agua, porque si las instituciones se desacreditan por sus incoherencias, ningún respeto y ningún oído merecen nuestros gobernantes. Ni merece mucha atención una cierta legisladora colombiana que en su página web aparece sonriendo junto al lema: “Un país que protege a sus niños piensa en su futuro,” y que luego defiende la muerte premeditada de un bebé. ¡No se le olvide ESE bebé, Gina; no se le olvide ESE! Porque si se le olvida ESE quiere decir que unas vidas sí merecen atención y defensa, mientras que otras sólo pueden salir por la puerta de desperdicios del Hospital Simón Bolívar.
No caigamos en la falsa alternativa. No pesquemos en aguas revueltas. No pensemos que facilitar un aborto legal disminuye la pederastia. No cohonestemos la ideología de que abortar a un niño disminuye las violaciones de niñas.
Senadora: no manche sus votos; no ensucie su sueldo con sangre de bebés inocentes.