El Vuelo del Halcón

Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasado unos meses el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía que le sucedía, no se habia movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.

El rey mandó a llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacerlo volar.

Al día siguiente el monarca decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.

A la mañana siguiente, vió al halcón volando ágilmente por los jardines.

El rey le dijo a su corte, “Traédme al autor de este milagro.”

Su corte le llevó a un humilde campesino. El rey le preguntó: “¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres acaso un mago?”.

Intimidado el campesino le dijo al rey : “Fué fácil mi Señor, sólo corté la rama y el halcón se dió cuenta que tenía alas y se largó a volar.”

¿Sabes que tienes alas ? ¿Sabes que puedes volar? ¿A qué te estás agarrando? ¿De qué no te puedes soltar? No puedes descubrir nuevos mares a menos que tengas el coraje para volar.

Vivimos dentro de una zona de comodidad, allí viven nuestros temores, nuestros valores y nuestras limitaciones. En esa zona reina nuestro pasado y nuestra historia, y por lo general creemos que es nuestro único lugar y modo de vivir.

Tenemos sueños, queremos resultados pero no estamos dispuestos a correr riesgos, nos conformamos con lo que tenemos, creemos que es lo único y posible y aprendemos a vivir desde la resignación.

El liderazgo es la habilidad que podemos adquirir cuando estamos dispuestos a correr riesgos, cuando aprendemos a caminar en la cuerda floja, cuando estamos dispuestos a levantar la vara que mide nuestro potencial.

Un verdadero líder tiene:

Seguridad en sí mismo para permanecer sólo. Coraje para tomar decisiones difíciles. Audacia, para transitar hacia nuevos horizontes con pasión y Ternura suficiente para escuchar las necesidades de los demás. El hombre no busca ser un líder, se convierte en uno de ellos por la calidad de sus acciones y la integridad de sus intentos. Los líderes son como los halcones, no vuelan en bandadas, los encuentras cada tanto y volando alto.

El Vagabundo-ladrón que no conocía a Dios

Érase una vez un hombre de clase media que sintiendo un gran vacío derrochó todo su dinero en el juego y el alcohol y se convirtió en vagabundo por romper con un amor, de tanto y tanto caminar en busca de lo que perdió, añoraba fácilmente hacer fortuna y en ladrón se convirtió. El gritaba al mundo entero ser el “ser” mas desdichado porque no tenía riquezas para sentirse realizado…

Caminando, caminando se encontró a un pepenador, le pidió fuera su cómplice para asaltar un vagón y éste le contestó: “No señor vagabundo, estás muy equivocado, yo pensaba igual que tú; vagué mucho por el mundo, siempre me iba quejando porque no tenía zapatos, creía que era la peor desgracia hasta que conocí a un niño malabarista que honradamente luchaba por la vida porque no tenía pies, y desde ese día decidí no quejarme más”, -el vagabundo le dijo: “No señor pepenador, está usted equivocado, yo de aquí mejor me voy o terminaré convencido…busco la fortuna que por ley me pertenece”, y se marchó.

Caminando, caminando el vagabundo siguió, se encontró con un mendigo y éste le aconsejó: “No señor vagabundo, está usted equivocado, yo así como usted pensaba, que todo lo merecía…Un día pasó un príncipe a mi lado, llevaba un hermoso caballo blanco y yo tontamente lo envidiaba, me hice pasar por un cojo que un caballo necesitaba y el príncipe humildemente bajó de su corcel blanco y con alegría me lo regalaba, subí rápido al caballo y con burla sin igual le grité que lo había engañado, saliendo a todo galope. Sólo escuché a lo lejos que me pedía un favor, que no comentara a alguien mi tan cobarde acción porque si corría la voz, nadie, pero nadie se apiadaría de un cojo que lo necesitara de verdad”.

“Huyendo en mi caballo blanco me encontré con una mujer, paralítica de un pie, se arrastraba para vender mercancía y así poder alimentar a su bebé y yo lleno de vergüenza le regalé mi caballo”.

El vagabundo le contestó: “No señor mendigo está usted equivocado, yo de aquí mejor me voy o terminaré convencido, busco la fortuna que por ley me pertenece” -y se marchó.

Caminando, caminando se encontró con un palacio y frente a él con gran fuerza gritó: ¡Esto es lo que quiero yo!, hablaré con el rey pidiéndole asilo le ofreceré ser su amigo y al ganarme su confianza…¡le robaré su riqueza!…

Se presentó ante el rey y le expuso su problema, y el rey con amargura le contestó: “No señor vagabundo, vete de aquí, estas muy equivocado, no merezco ser tu amigo, yo deseaba tener todo… poder, riqueza, fortuna y conseguí ser condenado a ésta “Mi jaula de oro”, pues el Rey de Reyes me puso a prueba y yo cínicamente le he fallado…aprendiendo la lección.

Cierto día una monjita tocó mi puerta, en huaraches y con su morral en la mano, me pedía para sus pobres y como un perro la eché…¡sacándola de mi palacio!, ella tropezó y cayó y para verse sus heridas se sentó en aquel rincón, allí se quedó un buen rato y me hizo reflexionar…en eso, ella se levantó, nuevamente se acercó y me dijo las palabras mas hirientes de mi vida: “Señor rey, ya saciaste tus instintos de odio, ahora, por favor, hazlo por Dios, no te pido mucho…¿me das para mis pobres?”…

-El vagabundo lo interrumpió y preguntó indignado ¿quién era aquella que soportase semejante humillación?

Y el rey le contestó: Es alguien de gran valor, practica la caridad con su grandísimo amor… Madre Teresa, ella tiene la fortuna que tu buscas porque lleva en su alma a Dios…¡Vete de aquí! No caigas en la perdición, no termines solo, triste y amargado como yo…

Entonces decepcionado se fue, con el corazón destrozado y sorprendido preguntándose como había sido que su avaricia en humildad se volvió, mas en su andar vagabundo, padeciendo hambre y por falta de higiene de lepra se contagió y después de meses caminar buscando a Madre Teresa…allá en tierras de Calcuta, junto a un basurero moribundo lo encontró, la monja lo llevó a un asilo y de atenciones lo llenó, por varios días lo bañó y lo alimentó, como al mejor de los hombres, su dignidad ella le despertó, pero su enfermedad agravó y en su agonía el vagabundo exclamó:

¡Perdóname Dios!

Mi vida desperdicié deseando lo que no era mío y lo mío rechazando, de una cosa te doy gracias y es por haberte encontrado, en mis tantas experiencias y en el amor de ésta mujer, ahora si me siento vivo, aunque a cada instante muero, ojalá mi voz se escuche antes del último aliento para que la gente aprenda de esto que me ha sucedido…

No desees cosas ajenas, ni anheles bienes mundanos, no te aferres a riquezas… porque todo eso es en vano si tu corazón has perdido, ¡Sé feliz con lo que tienes! porque aquello que tu buscas y aún lejos de aquí no encuentras… dentro de ti lo llevas…

“Es amor” y solo en tí está descubrirlo, gracias Madre Teresa por enseñarme el camino”. Y juntando sus manos el vagabundo murió, con una sonrisa en los labios como jamás imaginó y rezando una plegaria a Dios, convencido de que a Él era a quien realmente buscaba… y a quien finalmente encontró.

El Sueño

“Una vez en el lugar más hermoso del universo

vivia un niño llamado Sueño,el cual

anhelaba crecer y conocer otros mundos.

Sueño se pasaba la vida por allá en lo alto,

por las nubes jugando y jugando todo el dia.

Una vez se dió cuenta que él no crecia

como lo hacian sus amigos,

además empezó a sentirse muy débil

y poco a poco perdió sus ganas de jugar.

Un gran dia, Dios desde el cielo

al ver a su amado hijo Sueño tan débil,

envió un mesajero celestial en su ayuda.

El mensajero llevaba consigo un maletín muy especial

que contenia alimentos Divinos para asi fortalecer

y hacer crecer al niño.

Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó,

Sueño empezó a sentirse mejor y mejor,

ya que cada dia aquel enviado del Cielo

lo alimentaba con aquellos celestiales manjares.

Muchos caldos de constancia con fuerza,

platos muy nutritivos de voluntad y trabajo,

postres hechos a base de voluntad y paciencia,

fantasticos jugos hechos con decisión.

Y lo más importante:

Tratándolo con mucha confianza y sobre todo mucho amor a Dios,

Sueño creció y creció,y llegó a dejar de ser Sueño

para convertirse en Meta y,claro que siguió jugando

pero ya no por las nubes, sino aqui en la tierra,

poco a poco fue conociendo otros mundos,

mundos como la felicidad y la satisfacción, y cierto dia,

Meta dejó de ser Meta y se transformó en REALIDAD.

“Yo quiero que mi Sueño se convierta en Meta y luego en REALIDAD….

y para eso,creo que debo empezar a vivir….”

El Sembrador y la Semilla

Era una tierra árida, gris, abierta por numerosos surcos negros que zigzagueantes la cruzaban como enormes cicatrices de guerras pasadas. Desértica, amarilla, totalmente inerte, aguantaba los ardorosos rayos del sol que la quemaban las entrañas, filtrándose entre sus grietas. Ni una nube, ni un hálito de esperanza surcaba el cielo para calmar su sed amarga con una sola gota de lluvia blanca y perlada.

El Sembrador caminaba, mirando con sus bellos ojos la tierra reseca y árida. Había viajado mucho, cruzando bosques angostos, sábanas africanas, estepas blancas por la nieve, enormes montañas, y en todas ellas había dejado caer una semilla de esperanza. Abrió sus brazos de par en par y soltó aquella carga tan preciada, dejándola posar suavemente sobre la grieta abierta en la tierra llana y, sentado, esperó a ver si brotaba…

La semilla asustada se acurrucó en la grieta, temerosa de sacar sus raíces al alba. Pero poco a poco las tinieblas se tornaron blancas y estirándose inició su ascendente marcha. En su mente evocaba la adusta visión de la tierra y pensó que no sobreviviría en aquella hostil explanada. Mas de pronto en su boca cayeron gotas de agua, preciosas, sanadoras, que le dieron esperanza, y continuó subiendo por la grieta que la encerraba. Su piel comenzó a sentir el calor de los rayos del sol que con brazos amorosos la cobijaban, dándole cariño como si de un niño se tratara.

Ya veía la luz, ¿qué hacer? …. Y en un último esfuerzo se asomó a la ventana, abrió los ojos y ….. ¿Qué vió?…

La tierra no estaba muerta, negra y hastiada, sino llena de alegría, verde y azulada. Las flores con sus colores invitaban a mirarlas y los pájaros con sus cantos alegraban la mañana.

De pronto se sintió avergonzada ante tanta belleza. Ella era pequeña y fea; no tenía nada… Volvió la vista a lo alto y vio, asombrada, que lenta y cálidamente el Sembrador la esperaba. La cogió entre sus manos dulcemente y posó sobre ella su mirada. Lo que vió la semilla le alegró su apenada alma… A los ojos de Él era hermosa, llena de flores blancas, con abundante fruto que esperaba brotar. No importaba lo que hubiera sido, ni la tierra en la que había sido plantada. Lo importante es que Él la esperaba. Así como el Sembrador planta la semilla y la cuida, Jesús planta su amor en nuestro corazón y, esperando que crezca, lo riega con su sangre y lo cuida con pasión hasta que crecemos y nos miramos en sus ojos, para vernos convertidos en parte de Él como cristianos.

El Sabio y el Rey

La forma de decir las cosas puede cambiar el ánimo y disposición de quienes te escuchan.

Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.

– ¡Qué desgracia mi señor! – exclamó el Sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad.

– ¡Qué insolencia! – gritó el Rey enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.

Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo:

– ¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.

Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.

Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:

– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.

– Recuerda bien amigo mío – respondió el segundo Sabio – que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse.

De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas.

La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.

El Pescador

Un hombre adinerado pasaba las horas en un lago contiguo a su a su mansión. Cada día, veía en aquel lugar a un hombre muy pobre que vivía en una choza tambaleante.

Pescaba con un palo y una cuerda. Lo hacia casi una hora; pocas veces conseguía mas de dos pescados. Entonces se iba a su casa.

El tiempo pasaba y frustrado de tanto meditar, el rico se acercó al pobre:

-Disculpe, por favor, pero hemos pescado en este lugar por mucho tiempo, y siento curiosidad. Usted viene aquí diariamente, logra pescar muy poco y luego se dirige a su casa. Sólo me pregunto por qué no se queda un poco más de tiempo. Mire, si usted se queda cada día una o dos horas más, podría vender en la ciudad el pescado que le sobre. Conseguiría dinero suficiente para adquirir un vara mejor, y así tener una pesca considerable y tal vez pueda hacerse de un bote y una red. Pescaría aun más y podría hasta contratar un hombre y un bote adicional. Pronto no tendría que estar en el agua todo el día, sino que llegaría a ser el propietario de una gran empresa, la cual le dejaría gran cantidad de dinero. Entonces, fácilmente pasar sus días pescando sólo el tiempo que desee, haciendo lo que le plazca y sin preocupaciones.

Pero hombre, no entiendo -dijo el hombre pobre- ¡eso es precisamente lo que hago!

El Padre no Desiste

Había un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran estancia, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero.

Lo que más le gustaba al hijo era hacer fiestas, estar con sus amigos y ser adulado por ellos.

Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, le abandonarían.

Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyan un pequeño establo. Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito:

“PARA QUE NUNCA DESPRECIES LAS PALABRAS DE TU PADRE”.

Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó al establo y le dijo:

Hijo mío, yo ya estoy viejo y cuando me vaya, tú te encargarás de todo lo que es mío… Y yo sé cual será tu futuro.

Vas a dejar la estancia en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos.

Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas mas nada, tus amigos se apartarán de ti. Sólo entonces te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado. Fue por esto que construí esta horca. ¡Es para tí! Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.

El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero, para no contradecir al padre, prometió, pensando que eso jamás podría suceder.

El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, pero, así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad.

Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir:

– Ah, padre mío… Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde.

Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allá y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó:

– Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero, al menos esta vez, haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…

Entonces, él subió los escalones y se colocó la cuerda en el cuello, y pensó:

– Ah, si yo tuviese una nueva oportunidad…

Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta… Era el fin.

Pero el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente y el joven cayó al piso.

Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, safiros y diamantes, muchos diamantes…

La horca estaba llena de piedras preciosas y una nota también cayó en medio de ellas.

En ella estaba escrito:

ESTA ES TU NUEVA OPORTUNIDAD. ¡TE AMO MUCHO! CON AMOR, TU VIEJO PADRE.

El Mercader y la Bolsa

Cierto día un mercader ambulante iba caminando hacia un pueblo. Por el camino encontró una bolsa con 800 dólares. El mercader decidió buscar a la persona que había perdido el dinero para entregárselo pues pensó que el dinero pertenecía a alguien que llevaba su misma ruta.

Cuando llego a la ciudad, fue a visitar un amigo.

– ¿Sabes quién ha perdido una gran cantidad de dinero? le preguntó a este.

– Si, si. Lo perdió Juan, nuestro vecino, que vive en la casa del frente.

El mercader fue a la casa indicada y devolvió la bolsa. Juan era una persona avara y apenas terminó de contar el dinero grito:

– Faltan ¡100 dólares! Esa era la cantidad de dinero que yo iba a dar como recompensa. ¿Como lo has agarrado sin mi permiso? Vete de una vez. Ya no tienes nada que hacer aquí.

El honrado mercader se sintió indignado por la falta de agradecimiento. No quiso pasar por ladrón y fue a ver al juez.

El avaro fue llamado a la corte. Insistió ante el Juez que la bolsa contenía 900 dólares. El mercader aseguraba que eran 800. El juez, que tenia fama de sabio y honrado, no tardo en decidir el caso. Le pregunto al avaro:

– Tu dices que la bolsa contenía 900 dólares ¿verdad?

– Si, señor, respondió Juan.

– Tu dices que la bolsa contenía 800 dólares, le pregunto el juez al mercader.

– Si, señor.

– Pues, bien, dijo el juez, considero que ambos son personas honradas e incapaces de mentir. A ti porque has devuelto la bolsa con el dinero, pudiéndote quedar con ella. A Juan porque lo conozco desde hace tiempo. Esta bolsa de dinero no es la de Juan; aquella contenía 900 dólares. Esta solo tiene 800. Así pues, quédate tu con ella hasta que aparezca su dueño. Y tú, Juan, espera que alguien te devuelva la tuya.

El Mejor Mecánico

Una vez iba un hombre en su automóvil por una larga y muy solitaria carretera. De pronto su auto comenzó a detenerse hasta quedar estático. El hombre bajó, lo revisó, trató de averiguar qué era lo que tenía. Pensaba que pronto podría encontrar el daño del auto pues hacía muchos años que lo conducía. Sin embargo, después de mucho rato se dió cuenta que no encontraba el daño del motor. En ese momento apareció otro auto, del cual bajó un hombre a ofrecerle ayuda. El dueño del primer auto dijo:

Mira, este es mi auto de toda la vida, lo conozco como la palma de mi mano. No creo que tú, sin ser el dueño, puedas hacer algo.

El otro hombre insistió con una cierta sonrisa, hasta que finalmente el primer hombre dijo:

Bueno, haz el intento pero no creo que puedas, pues este es mi auto.

El segundo hombre puso manos a la obra y en pocos minutos encontró el daño que tenía el auto y lo pudo arrancar. El primer hombre quedó atónito y preguntó:

¿Como pudiste arreglar el auto si es mi auto? El segundo hombre contestó: Verás, mi nombre es Felix Wankel… ¡Yo inventé el motor rotatorio que usa tu auto!

Cuantas veces hemos dicho: Esta es mi vida, es mi destino, es mi casa. Al enfrentarnos a los problemas creemos que nadie nos puede ayudar pues “es mi vida”, “nadie comprende mi problema, pues es mi problema”. Pero nunca habíamos pensado en que la vida es creación de Dios, que él hizo el tiempo, que te puso en esta tierra con un propósito y te entregó una familia. Sólo aquel que es el autor de la vida puede comprenderte y ayudarte cuando te quedes tirado en la carretera de la vida.

El Salmo 55:22 dice “Descarga en el Señor tu peso, y él te sustentará; no dejará que para siempre zozobre el justo”

El Huevo y el Escorpión

Cierto día, dos amigos entablaron esta simpática conversación:

– “No es cierto el Evangelio, la prueba la tienes en que se nos dice en él mismo que el Señor afirmó “pedid y recibiréis”, y yo te puedo asegurar que no es verdad.

El otro amigo respondía:

– “Te equivocas, Dios nos da siempre lo que pedimos como buen Padre”.

– “¿Qué quieres decir, que lo que yo he pedido no era bueno?”. Pues quiero que sepas, que pedí aprobar el examen de conducir, de eso dependía que me diesen en la empresa, un puesto de directivo en Alemania, con un alto sueldo, que me permitiría mejorar no sólo mi vida, si no la de mis hijos, darles unos buenos estudios, es posible, que ahora hayan de conformarse con aprender, un oficio. ¿Te parece que pedí algo malo?.

– No estoy seguro, pero lo que sé es que si Dios no te lo ha dado es que no era bueno.

Estaban casi a punto de discutir los dos amigos cuando la esposa del que no creía ni en la oración ni en el Evangelio entró en la sala en donde se hallaban éstos con un pequeño de unos dos años. La mujer tenía que salir, y dejaba el chiquitín al cuidado del padre.

– Aquí te queda la papilla ya preparada para que se la des y como tú eres otro niño, ahí te quedan tus pastillas no te olvides de tomarlas.

Besó la mujer a su esposo y a su hijito, saludò al amigo y salió de la casa.

Al poco tiempo, empezó el padre a cumplir el encargo de su esposa; pero el niño quería el tubo de las medicinas y él se lo sacaba de las manos, pese a oírlo llorar.

Fue entonces cuando su amigo se acerco a él y le dijo:

– Tu hijo no debe de calificarte de buen padre, te esta pidiendo ese tubo y tu te empeñas en darle la papilla.

– ¿Qué quieres, que mate a mi hijo?; ¿qué sabe una criatura lo que quiere?. Yo le doy lo que le conviene nadie lo quiere más que yo, ni él mismo porque es muy pequeño aún.

– Es decir, respondió el amigo, que tu sabes lo que conviene a tu hijo, y Dios no sabe lo que te conviene a ti. Dime: Jesús nos dice que, un padre nunca dará a su hijo que pide un huevo un escorpión, pero dime, si el hijo siendo niño chico, como es el tuyo, pide el escorpión en lugar del huevo. ¿deberá dárselo?

– No claro, fue la respuesta, pero yo no pedí ningún escorpión.

– Tal vez sí, pide a Dios que te de la gracia extraordinaria de comprobarlo.

Aquella noche, nuestro amigo tuvo un sueño: había aprobado su examen de conducir, única condición para su ascenso, era destinado como directivo a la central de Alemania, y dejaba a su esposa con dos niños.

En unos meses la mujer establecía relación primero de amistad con otros hombres, él por su parte hacia lo mismo. Resultado final: acababan divorciándose, uniéndose con otro hombre la mujer, y con otra mujer, él. El hijo mayor, que tenía 10 años cuando su padre se marchó para Alemania, no aceptaba la autoridad del nuevo “esposo” de su madre, y éste por su parte tampoco hacía nada por atender y velar a un hijo que no era suyo. El verdadero padre sólo lo veía en las vacaciones, y cuando podía pues tenía otros hijos. Tiempo después, el joven empezó a consumir drogas y alcohol, hasta que un día falleció a causa de una sobredosis.

El protagonista de la historia -acordémonos que él no era creyente- se despertó sobresaltado, sudando, con un sudor frió y lleno de pánico; beso amorosamente a su esposa, y le dijo:

– Mi amor, cuanto te quiero y cuanto nos quiere Dios a los dos, mañana vamos ir a darle gracias, porque no me concedió lo que le pedí, porque no me dio el escorpión”,

La esposa dijo que no entendía lo que decía pero que ya sabía que Dios los quería.

A la mañana siguiente coincidió en Misa con su amigo; se acerco a él y le dijo:

– Amigo tenías razón. Había pedido el escorpión, y Dios me dió el huevo.

El Hombre más Santo del Mundo

Hay una vieja narración egipcia que nos cuenta de un monje muy santo que vivía en el desierto, ayunaba a menudo y había abrazado la más abnegada pobreza.

Mucha gente de los alrededores lo tenían por santo, y se decía que era el hombre que estaba más cerca de Dios.

Así parecía, puesto que este monje se pasaba mucho tiempo en serena contemplación y diálogo con el Señor.

Un día llegó a oídos del monje lo que la gente decía de él, y picado por la curiosidad le preguntó a Dios:

-Dime, Señor ¿es cierto lo que la gente dice de mí, que soy el hombre más santo y el que está más cerca de Ti?..

-¿De veras quieres saberlo? ¿Por qué estás tan interesado? – le pregunto Dios..

El monje le contestó:

-No es la vanidad la que me mueve a preguntarte esto, sino el deseo de aprender. Si hay alguien más santo que yo, debo ser su discípulo para saber acercarme más a Ti..

Dios entonces le dijo: “Muy bien, baja por el sur del desierto al pueblo más cercano y pregunta por el carnicero del pueblo, él es el más santo”..

El monje se sorprendió mucho con la respuesta del Señor, pues en aquella época los carniceros gozaban de muy mala fama, pero obediente hizo lo que el Señor le indicó.

Llego al pueblo y pudo observar a sus anchas al carnicero, y no encontró en él nada extraordinario. Al verlo incluso llegó a dudar, le pareció de bruscos modales, algo malhumorado y observó con preocupación, que cada chica hermosa que llegaba a la carniceria, era mirada de forma “muy directa” por el carnicero..

Cuando terminó de atender a la gente y se disponía a cerrar el negocio, el carnicero, sorprendido le pregunto que queria. El monje le contó lo que le había llevado a verlo y el carnicero quedó más sorprendido todavía.

“Mire Padre, yo no dudo de su palabra pero me sorprende mucho que Dios le haya dicho eso, yo soy un gran pecador, aunque voy a la Iglesia no lo hago con la frecuencia con que debería. Pero en fin, mi casa es su casa”. Y le invito a pasar y a comer con él, en tanto él entraba a una habitación en donde un anciano acostado en un lecho recibió todo el cuidado del carnicero, que le dio de comer en la boca y lo arropó con cariño para que durmiera..

Perdone mi indiscreción – le dijo el monje al carnicero – ¿es su padre? No lo es- le respondió. “En realidad es una larga historia”…

“¿Podría contármela”? le dijo el monje.

“A usted se la contaré pues sé que los monjes saben guardar secretos. Este hombre fue quien mató a mi padre. Cuando vino al pueblo, mi primer impulso fue matarlo para vengarme pero estaba viejo y enfermo y sentí pena por él. Luego recordé a mi padre, que siempre me enseñó a perdonar y en su nombre decidí tratarlo con amor, como hubiera tratado a mi padre, si aún viviera”…

El Collar Turquesa

Un hombre que estaba tras el mostrador, miraba la calle distraídamente.

Una pequeña niña de 8 años llegó a la tienda y apretó su naricita contra el vidrio de la vitrina. De pronto, sus ojos de color del cielo brillaron cuando vió aquello que estaba buscando. Pidió ver el collar de turquesa azul.

– Es para mi hermana. ¿Puede hacer un paquete bien bonito?, dijo al hombre del mostrador.

El dueño del negocio miro desconfiado a la niña y le preguntó:

– ¿Cuánto dinero tienes?

Sin dudar, ella sacó del bolsillo de su ropa un pañuelo todo atadito y fue deshaciendo los nudos. Los colocó sobre el mostrador y dijo feliz:

– ¿Eso da?

Eran apenas algunas monedas que ella exhibía con orgullo.

– Sabe, continuó, quiero dar este regalo a mi hermana mayor. Desde que murió nuestra madre, ella cuida de nosotros y no tiene tiempo para ella. Es su cumpleaños y estoy convencida que estará feliz con este collar que es del color de sus ojos.

El hombre fue para la trastienda, colocó el collar en un estuche, envolvió con un vistoso papel rojo e hizo un trabajado lazo con una cinta verde.

– Tome -dijo a la niña-. Llévelo con cuidado.

Ella salió feliz corriendo y saltando calle abajo. Aún no acababa el día, cuando una linda joven de cabellos rubios y maravillosos ojos azules entró en el negocio.

Colocó sobre el mostrador el ya conocido envoltorio deshecho y preguntó:

– ¿Este collar fue comprado aquí?

– Sí señora, respondió el dueño

– ¿Y cuánto costó?

– ¡Ah!. El precio de cualquier producto de mi tienda es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente.

– La joven continuó: Pero mi hermana tenía solamente algunas monedas. El collar es verdadero, ¿no? Ella no tenía dinero para pagarlo.

El hombre tomó el estuche, rehizo el envoltorio con extremo cariño, colocó la

cinta y lo devolvió a la joven diciéndole:

– Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar. ELLA DIO TODO LO QUE TENIA.

Aquel hombre ciego nos salvó

Dos jóvenes estudiantes rusos, Iván y Mijaíl, una fría mañana de invierno, más que caminar corrían hacia la estación en Kislovodsk. Un viaje largamente esperado, que ahora parecía frustrarse simplemente porque se les había hecho tarde y estaban a punto de perder el tren.

Para mayor angustia, sucedió que cuando se disponían a cruzar una transitada calle, ya cerca de la estación, se encontraron con un pobre hombre, anciano y ciego, que se debatía entre el frío terrible de esa hora y su urgencia de llegar al otro lado. Nadie parecía hacerle caso.

Al ver la necesidad del ciego, Mijaíl se debatió interiormente. Sabía que cruzar la calle al paso del anciano implicaba perder esos preciosos segundos que seguramente significarían luego horas de espera hasta el siguiente tren. Pero pudo más un sentimiento de caridad cristiana aprendido de su madre, que muchas veces en invierno preparaba sopas para los pobres. Ahora la madre ya no estaba, pues había fallecido ese mismo año, y Mijaíl sentía que tenía que hacer algo. Así que, a pesar de las protestas y gruñidos de su joven amigo, se detuvo y ayudó al anciano ciego. Su único pago, desde luego, fue la sonrisa agradecida del buen hombre, que al final les dijo: “La Señora [es decir, la Virgen María] los proteja con su oración”.

Y podemos decir que la oración de María los protegió.

Al llegar a la estación de Kislovodsk, agitados y sudorosos a pesar del frío, se encontraron con la mala noticia: el tren había salido hacía pocos instantes. Con desilusión le vieron alejarse a paso sosegado y sostenido.

Como era de esperarse, Iván colmó de reproches a su amigo por su “inoportuna” caridad. Entre otras cosas le dijo: “¿Es que no quedaba más gente en Kislovodsk para ayudar a ese viejo?” Mijaíl lo escuchó con paciencia y simplemente se sumió en el recuerdo de su caritativa madre, siempre dispuesta a dar sonrisa, paz y amor a quien lo necesitara.

Pero esa noche Iván había cambiado completamente de opinión. Aquel tren fue víctima de un atentado terrorista, cerca de Yessentuki, dejando cerca de cuarenta víctimas mortales y centenares de heridos.

“Disculpa mi lenguaje –dijo entonces Iván a Mijaíl– ahora entiendo que no estábamos haciéndole un favor a ese anciano; aquel hombre ciego nos salvó”.

Algo sobre el poder, 3

Pero, ¿quién hace la agenda?

Una de las características de la palabra profética es que se adelanta a su tiempo. Esto ha caracterizado tan hondamente a los profetas que la mayor parte de la gente asocia profetizar con “anunciar por anticipado.” Historias como la de Jonás muestran los límites de esta perspectiva. Jonás predijo la catástrofe de Nínive, y esto a la postré no sucedió, para disgusto dle mismo profeta. Dios le explicó que no habría tal catástrofe porque él es compasivo y porque los ninivitas cambiaron su vida; se convirtieron precisamente al escuchar la palabra de Jonás. Así queda a la vista que el profeta no es alguien que ha visto una película del futuro y nos da adelantos, sino alguien que va en la avanzada y que, recibiendo luz de Dios, entra en los caminos de la Historia por senderos mucho más hondos y certeros.

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