No se cansan mis ojos de mirarte,
ni de oírte se cansan mis oídos;
ya no cesa mi alma de alegrarse
ni mi pecho termina de alabarte,
Hostia Santa, Jesucristo vivo.
De humildad, mi Señor, tan revestido,
te has hecho amable ante mis ojos;
bajo aspecto de Pan hoy has venido
para ser alimento de tus hijos
y dejarnos entrever tu rostro.