Caminando, caminando,
fui al taller del alfarero:
con el agua y con el fuego,
con el arte de sus manos,
tomaba el antiguo barro,
lo removía por dentro
y plasmaba su pensamiento
en nuevos y hermosos vasos.
Por la fuerza de su brazo,
poco a poco iba saliendo,
ya creado, el universo,
como bellísimo vaso.
De la nada hizo el barro
mi amigo el alfarero,
de lo antiguo, todo nuevo,
de la noche, el día claro.
Ante aquel grande trabajo
simple, fuerte, limpio y bello,
yo miraba al Alfarero,
me veía entre sus manos,
y oí mi nombre en sus labios.
Con el fuego de su aliento,
plasmaba su pensamiento
en nuevos y hermosos vasos.
Sobre todo lo creado,
mi Amigo el Alfarero,
poderoso sin esfuerzo,
es eterno, justo y sabio.
Día a día, trabajando,
su Palabra sigue haciendo
de lo antiguo, todo nuevo,
y de la noche, el día claro.
Caminando, caminando,
fui al taller del Alfarero,
Alfarero, Dios y dueño,
con el arte de sus manos
me hizo capaz de amarlo.
Cuando nos dio su Hijo Eterno,
plasmaba su pensamiento
en nuevos y hermosos vasos.