Continuamos el hilo que habíamos dejado.
3. No toda luz es “claridad”
El concepto de claridad tiene en Occidente un claro tinte cartesiano. Ahora bien, en Descartes la claridad es un requisito para la certeza, y en ese sentido emerge como una exigencia del Yo, que queda desde el principio situado al centro.
Ver las cosas “claras,” en esta perspectiva, termina sobreestimando el poder del concepto. Todo se juega en el concepto. El ideal del conocimiento es: definir nociones, establecer axiomas autoevidentes, y establecer un procedimiento que conduzca a conclusiones necesarias. En un contexto de ciencia moderna, se especifican dos cosas: diseñar hipótesis y explicar, a partir de un marco teórico consecuente, cómo podrían ser falseadas esas hipótesis (Popper). Sin embargo, nótese que lo esencial no proviene de la instrumentación a través de hipótesis, ni mucho menos de la ulterior implementación matemática o cibernética, sino de la marcha que va del concepto hacia la conclusión.