3. El Cofre
Adentro del cofre sólo había unos panecitos redondos y blancos, como las galletas que preparaba algunos sábados la otra abuela, la esposa del abuelo musulmán. Le pareció muy extraño a Juan que se conservaran esos panes en aparente buen estado, y con el hambre que tenía pensó en comerlos pero algo lo detuvo, una especie de temor. Al fin y al cabo alguien había muerto tratando de defender esos panes, así que debían tener algo especial. Cerró, pues, de nuevo el cofre, le echó llave y guardó la llave en un bolsillo de su propio y humilde vestido. Ahora el sol brillaba en lo alto y aunque no hacía calor tampoco se sentía frío. Lo único que llenaba su mente era tratar de reconstruir los últimos momentos de ese niño que por lo visto había muerto solo protegiendo unos panes.