Necesitamos espacios y tiempos especiales, distintos, “privilegiados,” si se quiere. En lo que atañe a la fe, eso son sobretodo los templos, y en grado más denso, los santuarios. Hay un efecto muy grande en el corazón cuando ves cientos, a veces miles de personas, orando en silencio. Ese efecto no te lo produce una buena explicación por sí sola; ese efecto no te lo produce un acto de tu sola voluntad, por sí solo. Ese efecto proviene de un hecho que llega a ti como algo que se impone y permanece, y por eso hace mucho bien.