Celebré la noche de Navidad en el Convento de Santo Domingo. Había niños. Muchos niños. Muchísimos, de todos los tamaños y colores. Parlanchines, risueños, indisciplinados: niños-niños. Presidió el P. Olvani y tuve el gusto de concelebrar la Misa con el P. Pardo, a quien tanto le debo desde los orígenes mismos de mi vocación sacerdotal y dominicana.