De una cosa he quedado vivamente convencido a raíz de mi viaje por España e Italia: estos queridos europeos saben disfrutar la vida. No lo digo de un modo superficial; no aludo simplemente a la comodidad que pueda tener un hotel, el refinado sabor de una comida o la luz deslumbrante de una playa en verano. Disfrutar no es algo que se queda en lo que la vida ofrece sino que tiene que ver con una serie de actitudes internas y de planes y resoluciones previas. De hecho, uno encuentra personas que “objetivamente” tendrían mucho para disfrutar pero que no logran sentirse contentas con lo que tienen.