Diaconos permanentes

“Los diáconos permanentes pueden ser hombres casados, mayores de 35 años, con cinco años al menos de matrimonio estable, que han dado testimonio cristiano en la vida familiar…”

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Los pensamientos de los ya difuntos

En mi curso, que termina hoy, me preguntaron: las personas después de que mueren, en el Cielo o en el purgatorio ¿pueden pensar? – Saulo.

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Santo Tomás de Aquino distingue entre “intelecto” y “razón.” Tener intelecto es poder entender, es decir, conocer y poder responder qué son las cosas (dentro de los límites de cada capacidad intelectual). Un niño, un adulto, un ángel y Dios mismo son todos seres dotados de intelecto, aunque por supuesto lo que cada uno sabe de lo que las cosas son varía. Saber “lo que las cosas son” quiere decir: preguntarse por ellas en sí, y nos sólo en cuanto lo afectan a uno. La vaca se interesa por el pasto pero no por la pregunta: ¿qué es el pasto? Ni por la pregunta: ¿qué hay en el pasto que lo hace delicioso o alimenticio? Esta segunda pregunta es derivada del ser del pasto.

La “razón” es una de las formas posibles del intelecto. Razonar es discurrir, o sea, pasar de unas premisas a unas conclusiones. Incluye las inferencias, hipótesis, deducciones, búsqueda de contradicciones o contraejemplos. Obsérvese que razonar implica una condición temporal. Y esta es la diferencia con el intelecto. Dios, o los ángeles, conocen de un modo como “intuitivo,” es decir, como viendo a un tiempo todo lo que se puede ver.

Mientras estamos en esta tierra nuestra manera ordinaria y normal de conocer es siempre a través del razonamiento, aunque hay conocimiento que en circunstancias especiales Dios puede dar de otro modo, como pasa en el don de la ciencia infusa. pero eso es la excepción. Lo usual y normal es que nuestro intelecto sea siempre “razón” mientras vivimos y estamos sometidos al tiempo.

Morir es salir de la condición temporal. No implica perder el intelecto pero sí es evidente que ya no hay posibilidad de razonar como uno lo hacía en la tierra. Por eso mismo, si cuando decimos “pensar,” nos referimos a hacer razonamientos en cualquiera de sus muchas formas, hay que responder que los difuntos, cualquiera que sea su condición, no “piensan” propiamente. pero si por “pensar” aludimos a tener una forma de conocimiento, que seguramente es más perfecta que la nuestra, entonces sí hay que decir que los difuntos “piensan.”