Ejercicios sobre el perdón, 31

JESÚS Y EL PERDÓN
(Mateo 18, 21-22; 23-35; Jn 8, 1-11; Jn 20, 22-23)

En el tema anterior vimos cómo el Padre se nos ha revelado como misericordioso. Siendo Jesús uno con el Padre, no podía actuar de forma distinta. Una característica de Jesús fue la de interesarse por las personas, pues cada una es fuente inagotable de riqueza, de dignidad, también de necesidades. Esto le permitió ubicar debilidades al interior de las personas, de las comunidades. Entre las principales debilidades se encuentran el egoísmo, la violencia, el rencor, la prepotencia. Las personas alimentan, también, odios personales o ancestrales, trasmitidos de generación en generación, y aceptados como naturales, lógicos e inalterables. Jesús rompió con esos odios y explicó que eran parte de la levadura del pecado. Por ello, en el NT, san Mateo nos habla de manera especial de la necesidad de practicar el perdón, de la responsabilidad de los creyentes respecto al perdón y del desafío de construir, con el perdón, las comunidades del Reino de Dios.

Necesitamos mirar a Jesús, para aprender lo que significa ser mansos y misericordiosos; lo que significa buscar la justicia, ser limpios de corazón, trabajadores por la paz. Con nuestra mirada fija amorosamente en él, descubrimos el sendero del perdón y de la reconciliación en un mundo a menudo devastado por la violencia y el terror. En el amanecer del 11 de septiembre del 2001, el mundo vio con una claridad dramática el rostro trágico de la demencia humana. Vio lo que sucede cuando el odio, el pecado y la muerte toman el control de la vida. Pero eso, necesitamos contemplar a Jesús y oír su voz, que resuena en medio de nosotros. Su voz que es voz de vida, de esperanza, de perdón; voz de justicia y de paz. ¡Sólo tenemos que escucharla y dejarnos educar por ella!

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Casos que se pueden prevenir

En un portal católico relativamente reciente, Religión en Libertad, escribí hace poco una serie de artículos sobre casos de lesbianismo cuyo origen parece ligado a condiciones familiares. Mi sensación es que podemos hacer mucho bien fortaleciendo la familia, y en esa línea va el documento, que, ya completo y en PDF, se encuentra aquí.

118. Te Enriquece y te vuelve Riqueza

118.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

118.2. Bendición y esperanza van unidas. Tú has leído cómo Abraham prolongó en su hijo Isaac la bendición que él mismo había recibido, pues «Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac. A los hijos de las concubinas que tenía Abraham les hizo donaciones y, viviendo aún él, los separó de Isaac, enviándoles hacia levante, al país de Oriente. Después de la muerte de Abraham, bendijo Dios a su hijo Isaac» (Gén 25,5-6.11).

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Pablo, Fascinado por Jesucristo (8 de 8)

Curso de Aproximación a la Vida y la Obra del Apóstol San Pablo, en ocho sesiones. Tema 8 de 8: Las dificultades con las que se enfrenta el apóstol en su misión son de dos clases: la controversia con los judaizantes, y la polémica con aquellos que dan excesiva importancia a los “elementos del mundo“. La respuesta en ambos casos será la afirmación vigorosa del reinado de Cristo y de cómo él es único en su oferta de amor, gracia y salvación que supera a la misma muerte.

Ejercicios sobre el perdón, 30

Jesús, El Rostro del Padre

El Señor está aquíPara poder entender mucho mejor el perdón, les propongo acercarnos y hundirnos en la adorable persona de Jesús, que en todo momento nos ha enseñado que Dios es Perdón, que el Padre es perdón, que El es perdón. Fascina la persona de nuestro Salvador. Es totalmente cercano, pero aparece trascendente en su manera de obrar, actuando como Dios al perdonar los pecados de los hombres. Porque “el Hijo del hombre tiene en la tierra el poder de perdonar los pecados” (Mc 2,10). El Jesús que nos presentan los evangelios es un Jesús que cautiva, fascina, seduce y deja en nosotros una marca imborrable, apareciendo también como Maestro. El nos enseña con su palabra y con su vida.

Entremos a ver esta faceta de Jesús, que es un padre y un Maestro perdonando. Nos enseña con su manera tan fina y delicada de perdonar, con su modo recibir a los pecadores y a quienes necesitan ser rehechos con el perdón. Comprenderemos mejor al Jesús del perdón si hemos hecho la experiencia de acercarnos a El a recibir su perdón amoroso y tierno. De Jesús sabemos lo que hemos vivido de El y con El. De todos modos al Jesús que perdona se le entiende mejor en la meditación serena de su vida, en la escucha silenciosa dejándose empapar por la lluvia fina de la contemplación, de la iluminación callada de su Espíritu de Resucitado, llenando de perdón al pie del lago a Pedro, a sus discípulos y al mundo entero.

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