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Es un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declararse creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo.
Dicen que su padre murió también como Mártir, y que la mamá recogió en unos algodones un poco de su sangre. La guardó en un relicario de oro, diciéndole al niño: "Este relicario lo llevarás colgado al cuello cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre".
Un día, Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba.
El jovencito le respondió: "Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo, y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión".
"Pero, yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los Apóstoles: 'En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo' "
Al oír esto, la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo, exclamó emocionada: "¡Muy bien! Ya eres digno seguidor de tu valiente padre".
Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel, lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él.
Cuando lo conducían hacia el sitio de su martirio en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma, varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro, si dejaba de decir que Cristo es Dios.
El joven proclamó con toda la valentía, que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces, para obligarlo a desistir de sus creencias, empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar.
Sin embargo, mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas, al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía, se convirtieron al cristianismo.
Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos, porque le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo en el Cielo.
Invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesús a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros.
De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo. Más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar la fidelidad a la verdadera religión.
Allí, en Roma, se levantó un templo en honor de San Pancracio. Por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerarlo y admirarlo en ese templo.
Porque, él es el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar la fe en Dios y el amor a Jesucristo.
San Pancracio, ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.
Medellín, Colombia (1982) - Eres bendecida por el Señor pues atendiste con prisa su llamado y te entregaste a Él dandole prioridad en tu vida. Bendiciones. Clara Inés.
Cambridge, Canadá (1972) - Nuestra vida ha estado llena de retos y triunfos y todo tipo de incidentes y hemos podido salir adelante y la mano de Dios ha estado presente para socorrernos, incluso sin nonsotros quererlo aceptar, pero Él nunca nos abandonó y nos dio fuerzas y seguimos adelante.
Creo que estuvo en el plan de Dios el hacer que nuestras vidas se encontraran.
Lo que he podido conseguir estando a tu lado nunca lo hubiese podido conseguier ni solo, ni con nadie mas y todo se lo agradezco a Dios.
Líbano-Tolima, Colombia (2002) - Te quiero... Kevin (nieto): Aunque tengo pocos recuerdos de ti y a mi corta edad me haces falta y te llevaste un poco de mi cariño el cual no está muerto.
En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando se presentaron, les dijo: "Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu.
No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios."
Completo mi carrera, y cumplo el encargo que me dio el Señor Jesús (Hechos 20,17-27)
Salmo
Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, / aliviaste la tierra extenuada; / y tu rebaño habitó en la tierra / que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. R.
Bendito el Señor cada día, / Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación. / Nuestro Dios es un Dios que salva, / el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R.
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti."
Si entendemos "envidia de la buena" como el simple acto de reconocer el bien sin desearle mal a nadie, eso es lícito sentirlo cuando uno ve la santidad de Pablo de Tarso, que supo entregarse sin reservas a la causa de Cristo. 4 min. 20 seg.
La oración sacerdotal de Cristo (Juan 17) recoge el sentido de su ofrenda, que es revelación de gloria, y por ello mismo, victoria sobre la mentira del demonio, que pretende presentara Dios como enemigo nuestro. 19 min. 3 seg.
Cristo nos ha hecho cercano el Misterio de Dios y a medida que abrimos el corazón a este poder, verdad y bondad podemos decir que se nos ha manifestado el Nombre de Dios. 6 min. 57 seg.
La gran misión de Cristo ha sido revelar la verdad sobre Dios Padre porque el gran empeño del demonio ha sido desde el principio y sigue siendo volver borrosa confusa y esta verdad. 5 min. 10 seg.
Busquemos como Pablo servir a Dios con fidelidad y obediencia, ser testigos del Evangelio con coherencia, buscar la conversión de los hermanos y no reservarnos nada siendo generosos. 4 min. 46 seg.
Cristo da su vida, ofrece sacrificio por nuestra redención y nosotros, tú y yo bautizados tenemos el privilegio y el deber de ofrecer en sacrificio nuestra vida 5 min. 57 seg.
Mientras que muchos de los agentes del mal tienen propósitos definidos, planes claros y estrategias que han probado a fondo, los que seguimos a Cristo solemos pecar de improvisación, inseguridad e inconstancia. 22 min. 49 seg.
Es el Espíritu quien nos enseña a leer los signos de los tiempos y a ser dóciles a sus mociones interiores: nos guía exterior e interiormente. 7 min. 13 seg.
Ser cristiano, vivir en el Espíritu y ser discípulo de Jesús significa cuidar la manera de vivir, anunciar no solo con palabras sino con la vida y ofrecer el Evangelio integro. 5 min. 46 seg.
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1.1 Pablo presiente el final del su camino y, movido por este sentimiento, abre su corazón ante los principales de la comunidad de Éfeso. Las palabras que hemos recibido en la primera lectura son, pues, una especie de testamento espiritual que nos permite entrever la calidad de la entrega de este hombre de Dios, que con palabras, obras y padecimientos mostró en todo ser testigo del Crucificado y Resucitado.
1.2 Un apóstol, un verdadero apóstol, une la humildad y la caridad, la paciencia y la diligencia. Es delicado para consolar y fuerte para exhortar; sabio en su palabra y sencillo en su exposición; oportuno en la enseñanza y generoso para con todos. No está centrado en sí mismo sino en Aquel que le ha enviado y por consiguiente todo lo juzga no en función de su provecho o gusto sino en relación con el noble objetivo que se apoderado de su alma.
1.3 Y sin embargo, no es capitán absoluto de su propio barco; por el contrario, como buen soldado del máximo General, permanece atento y libre para cambiar su rumbo según la estrategia que le sea revelada. Con la mirada puesta en su meta de nada se apega particularmente y a nada teme demasiado. Hace su obra y se aparta con discreción. Es responsable pero no obsesivo; alegre, pero no disipado; sencillo, pero no ingenuo; audaz, pero no temerario.
2. Cristo Sacerdote
2.1 El texto del evangelio de hoy nos deja ver el corazón sacerdotal de Cristo, abierto en oración por sus discípulos y por el mundo entero.
2.2 Cristo pide ser glorificado. Esta petición nos puede extrañar. No es afán de grandeza sino caridad para con nosotros. La Cruz es el lugar de la gran revelación del amor divino, pero eso no es claro para todos. Uno puede quedarse mirando el fracaso de este pobre ajusticiado sin descubrir allí la fuerza de la ternura con que el Altísimo se ha abajado en busca de sus ovejas perdidas. Pues bien, poder descubrir ese amor es una gracia que brota de ver la gloria de Jesús en su tormento y la revelación de Jesús en su rostro desfigurado.
2.3 La oración brota de la estrecha unión entre Cristo y el Padre: todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío. Ese compartir, esa comunión, hace posible que la obediencia se funda en amor y el amor se levante en obediencia. Esa comunión hace posible que un mismo designio de salvación atraviese las alturas del cielo, los caminos de la tierra y las cavernas del infierno. Un relámpago de luz ilumina de repente todo cuanto existe y en los cielos se revela el sublime amor de Dios por su creatura; en la tierra se predica el Evangelio de salud y en el infierno se proclama la derrota del odio y se levanta el estandarte del amor incólume y santo.