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San Luis es el Fundador de los Padres Monfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Monfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos.
Desde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. Ya a la edad de 12 años, la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios.
Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso Seminario de Francia, el Seminario de San Suplicio en París, sobresaliendo como un seminarista totalmente mariano.
Ordenado sacerdote, quiso celebrar su primera Misa en un altar de la Virgen. Así, durante muchos años, la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio.
El Santo dedicó todas sus grandes cualidades de predicador, conductor de multitudes, cantante y compositor, a predicar misiones para convertir pecadores.
Realizó su labor, viajando incansablemente por los distintos lugares de Francia, anunciando el Evangelio y permitiendo la llegada de Dios Padre al corazón de las personas.
A pie y de limosna, se dirigió a Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, obteniéndola de tal manera, que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores.
El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de "Misionero Apostólico", con permiso de predicar por todas partes.
El Santo fundó una de las Comunidades religiosas que han hecho grandes obras por la conversión de las almas: los Padres Monfortianos, a la que le puso por nombre "Compañía de María", y las Hermanas de la Sabiduría.
San Luis, además, escribió uno de los libros que junto con "Las Glorias de María" de San Alfonso, ha llegado a ser de los más famosos acerca de la devoción a Nuestra Señora: el "Tratado de la verdadera Devoción a la Virgen María".
Esta obra ha sido propagada por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores.
Incluso el Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho nuestro gran Santo: "Soy todo tuyo, oh, María, y todo cuanto tengo, tuyo es".
San Luis falleció el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años, de una repentina enfermedad.
San Cristóbal Táchira, Venezuela (1999) - A mi querido niño. Cuando llegastes a integrar la familia, fue inmensa alegria, el motivo, entusiasmo en nuestras vidas. Eres mi chinito. Dios y la virgen bendigan tus sueños, e ilumine en tus estudios, te acompañe al lado de tantos amiguitos, primos, y los allegados. Que sigas conservando ese carisma, trato, cariño, entrega, de amor que tienes para los que te amamos. Formare en ti los valores espirituales, para alimentar tu ser y seas ese ejemplo vivo de Niño inteligente. Al lado de tus Papas, abuelos, hermano, primos, celebremos y demos gracias por estos 11 añitos que cumples, fruto del verdadero amor. Felicidades.
Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Saulo se ensañaba con la Iglesia; penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel a hombres y mujeres.
Al ir de un lugar para otro, los prófugos iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaría y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
Al ir de un lugar para otro, iban difundiendo el Evangelio (Hechos 8,1b-8)
Salmo
Aclamad al Señor, tierra entera; / tocad en honor de su nombre, / cantad himnos a su gloria. / Decid a Dios: "¡Qué terribles son tus obras!" R.
Que se postre ante ti la tierra entera, / que toquen en tu honor, / que toquen para tu nombre. / Venid a ver las obras de Dios, / sus temibles proezas en favor de los hombres. R.
Transformó el mar en tierra firme, / a pie atravesaron el río. / Alegrémonos con Dios, / que con su poder gobierna enteramente. R.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día."
Ésta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna (Juan 6,35-40)
Los relatos de los Hechos de los Apóstoles no tienen solamente un valor histórico: en verdad nos ayudan a reconocer los rasgos fundamentales y permanentes de la Iglesia; por ejemplo, que cada persecución es tiempo de misión. 4 min. 22 seg.
Cada uno de nosotros, creyentes, es regalo del Padre al Hijo, para gloria suya, y regalo del Hijo, expresión de su obediencia y amor al Padre. 4 min. 30 seg.
Dios quiere para nosotros la felicidad propia de una vida sin límites, sin las cadenas del pecado, sin las limitaciones del miedo y que trasciende las barreras propias del tiempo. 5 min. 30 seg.
Demos gracias a Dios Padre por amarnos; porque la prueba de su amor está en su Hijo, en todo lo que Jesús hizo, predicó y padeció y que ahora se puede ver en su glorioso cuerpo resucitado. 5 min. 15 seg.
Para recibir a Jesús como nuestro pan en la Eucaristía se requiere hambre de Él, obediencia interna propia de la fe y obediencia externa para acercarnos y alimentarnos de Nuestro Señor. 6 min. 39 seg.
El cristiano por inocente va a ser odiado y cuando es odiado es expulsado lo que lo lleva a la misión. El odio al pretender dispersarnos lo único que hace es extender el incendio del amor de Dios a otros lugares. 6 min. 11 seg.
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1.1 La Iglesia es perseguida; la Iglesia es misionera. Dos realidades que son inseparables en el texto de la primera lectura de hoy y en la historia de los cristianos a lo largo de los siglos.
1.2 A veces quisiéramos ser misioneros por afición o por gusto. La verdad es que si nosotros no perseguimos al mundo para contarle que hay esperanza en el amor manifiesto de Dios, el mundo nos perseguirá para hundirnos en el lago de la desesperanza, la desesperación y el odio.
1.3 Así pues, el texto nos está contando que los perseguidos se volvieron "perseguidores". En lugar de sentarse a lamentar por qué los trataban mal empezaron a llenar de su mensaje al resto del mundo. No preguntaron por qué hablaban mal de ellos; se dedicaron a hablar bien del mensaje del Evangelio de Jesús.
2. El Padre envía a Cristo y nos lleva hacia Cristo
2.1 Sabemos que Cristo ha sido enviado por el Padre; es bueno que hoy aprendamos que el Padre también nos envía hacia Cristo.
2.2 En efecto, el encuentro con nuestra salvación es el encuentro con nuestro Salvador. Y para que se pueda dar ese puente es preciso construir desde los dos extremos. Eso es lo que hace nuestro Padre Dios: acerca Cristo a nosotros y nos acerca a él. Vestido de nuestra carne, el Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre; revestidos con su gracia, nosotros, los hijos de los hombres, llegamos a ser hijos de Dios.
2.3 ¿Cómo nos lleva el Padre hacia Cristo? San Juan nos lo enseña en su Evangelio: "el que ve al Hijo y cree en él, tiene la vida". Cristo es el gran "seméion", es decir, la gran "señal"; él es el "sacramento primero"; la moción interior del Padre es una especie de capacidad para leer ese signo que es Cristo; es también una gracia que nos deja enamorarnos de la gracia, del dulce encanto y excelsa hermosura del Verbo Encarnado.
2.4 La Iglesia atribuye ese género de acciones interiores al Espíritu Santo. Y esto es muy bello: Dios Padre envía su Hijo como señal que está ante nuestros ojos; y envía a nuestro corazón la gracia de su Espíritu, que nos permite entrever el misterio de Cristo. De este modo, las dos Divinas Personas, el Hijo y el Espíritu, nos permiten sentir el abrazo del Padre, Fuente Eterna del misterio trinitario.