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Como sus ocho predecesores, Celso era laico al asumir la Sede en 1105, a los veintiséis años de edad.
Consagrado Obispo, fue un excelente pastor. Muy asiduo en las visitas pastorales, administró sabiamente las posesiones de su Diócesis, y restauró la disciplina eclesiástica.
Con este último punto se relaciona su presencia en el gran Sínodo de Rath Breasail, al que asistieron no menos de cincuenta Obispos, bajo la presidencia del legado pontificio Gilberto de Limerick.
El pueblo no recibió de buen grado, ni las reformas que llevó a cabo el Sínodo, ni la nueva división de las Diócesis.
Los anales de Four Masters cuentan que San Celso reconstruyó la Catedral de Armagh.
La época en que vivió fue muy agitada. Tuvo que ejercer el oficio de mediador en las discordias de los príncipes irlandeses, y sufrió las invasiones de los O'Rourke y los O'Brien.
En todas sus dificultades le asistió San Malaquías, siendo este último Archidiácono suyo, primero, y después Obispo de Connor.
Poco antes de su muerte, ocurrida en Ardpatrick de Munster, en 1129, el Santo acabó con la costumbre de la sucesión hereditaria, nombrando por sucesor a Malaquías.
Bogotá, Colombia (2011) - No tengo palabras para expresar lo único que tengo para decir es que estés donde estés estés muy bien y que estás conmigo, para mi no has muerto.
En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: "¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no respetáis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido? Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados al punto al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?" Sidrac, Misac y Abdénago contestaron: "Majestad, a eso no tenemos por qué responder. El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido."
Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido. El rey los oyó cantar himnos; extrañado, se levantó y, al verlos vivos, preguntó, estupefacto, a sus consejeros: "¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?" Le respondieron: "Así es, majestad." Preguntó: "¿Entonces, cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el horno sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino."
Nabucodonosor entonces dijo: "Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron arrostrar el fuego antes que venerar y adorar otros dioses que el suyo."
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres." Le replicaron: "Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"?" Jesús les contestó: "Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre."
Ellos replicaron: "Nuestro padre es Abrahán." Jesús les dijo: "Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre." Le replicaron: "Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios." Jesús les contestó: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió."
Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres (Juan 8,31-42)
Al recibir a Cristo, recibo la alegría, la fuerza de conversión y el cambio en mi vida; pero también el dolor de desprenderme de los ídolos a los que me he apegado. 3 min. 27 seg.
En el Nombre del Señor, habrá rebeldes que no acepten obedecer a los poderes de este mundo, brillando con mayor esplendor la gloria de Dios. 5 min. 26 seg.
La palabra de Cristo me une a su presencia, me hace su discípulo y me da la verdadera libertad alejándome de las mentiras e idolatrías de este mundo. 5 min. 34 seg.
Jesucristo me muestra que la plenitud de mi ser está exactamente en el mismo camino del querer de un Dios que me ama y que en Él me brinda toda salvación. 5 min. 10 seg.
La resurrección nos recuerda que los tiranos solo llegan hasta la muerte, en cambio Dios gobierna más allá de la muerte, Él reina en el tiempo y en la eternidad. 5 min. 50 seg.
Pidamos al Señor que abra nuestros ojos porque aunque nos hayan pintado de hermosos colores nuestras cadenas seguimos siendo cadenas y solo Jesús puede romperlas. 5 min. 22 seg.
Jesús libera nuestra memoria para recordar sus obras, nuestra inteligencia para buscar su camino y nuestra voluntad para que nuestros afectos estén acordes con su Voluntad. 7 min. 45 seg.
Solamente cuando se da la victoria sobre el pecado y nuestras malas tendencias se recupera el orden querido por Dios y solo entonces somos libres. 5 min. 38 seg.
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1.1 Pocas páginas en la Biblia destilan tanta fe como esta de la primera lectura de hoy. ¡Qué testimonio el de estos muchachos, capaces de arriesgarlo todo, hasta su propia vida, por su confianza absoluta en Dios!
1.2 Lo más maravilloso de la fe de ellos es que no depende de una especie de "negocio" con Dios. La frase perfecta es: "nuestro Dios, a quien damos culto, puede librarnos del horno de fuego ardiente y de tu poder, nos librará. Y aunque no lo hiciera, debes saber, oh rey, que no serviremos a tu dios ni nos postraremos ante la estatua de oro que has mandado fabricar". Es la fe que es capaz de obrar hasta en perjuicio propio. Una fe madura en hombres que apenas parecían muchachos. ¡Maravillas de mi Dios, que Él se digne repetir en nuestros jóvenes!
1.3 La escena culmina en una profesión de fe del mismo que había ideado aquel tormento. Sobrecogido de temor descubre que hay un poder por encima de su poder. Y sucede entonces que cuando las cosas salen al contrario de sus deseos es cuando puede abrirse a reconocer que existe un Dios. La contradicción se volvió enseñanza, y aquella enseñanza le abrió a la fe.
1.4 Pasa también en nuestras vidas: a veces necesitamos que Dios arruine nuestros planes para que admiremos la sabiduría, bondad y poder de SUS planes. A veces, ser vencidos es la única forma de salir ganando.
2. Verdaderos discípulos
2.1 Los jóvenes de la primera lectura obraron como verdaderos discípulos. Pero, ¿qué es, según Jesucristo, un verdadero discípulo?
2.2 La palabra fundamental en la respuesta es la que esperábamos: fidelidad. Mas se trata de una fidelidad singular: "Si permanecen fieles a mi palabra...". La palabra de Jesús es la clave, la referencia, el alimento y el soporte del verdadero discípulo.
2.3 Uno suele mirar eso de "permanecer fieles" como una especie de aguante. Tal vez deberíamos completar la imagen. Pensemos en el náufrago que se aferra a un tablón en medio del mar. Mantenerse agarrado a la madera cuesta trabajo pero a la vez es su modo de preservar la vida. Algo así dijo san Alfonso María de Ligorio de los mandamientos: "¿pesan al cristiano los divinos mandamientos? Sí, como al ave sus alas". Las alas pesan, agarrarse al madero cansa, pero las alas son vuelo y el madero es vida. Unirse a Jesús es vuelo, es vida, y es libertad.