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Era hijo de un rico senador de Polonia y nació en el año de 1550. A los 14 años fue admitido en un Colegio Jesuita, donde se educó.
Durante esta misma época, su padre lo hospedó en la casa de un calvinista protestante, el cual trataba mal a los católicos que eran fervorosos.
También sufría mucho por su hermano mayor, Pablo, quien vivía mundanamente, todo lo contrario que Estanislao, quien desde muy joven fue recogido y piadoso.
Todo esto fue formando su personalidad y lo fue desprendiendo del mundo, donde la gente muchas veces no sabe hacer felices a los demás.
Ante la negativa de su padre de responder a la vocación de sacerdote, Estanislao decidió huir. Quiso hacerse jesuita en su país, pero los padres de esa Comunidad no lo aceptaron por no ganarse de enemigo a su papá.
Entonces, emprendió una caminata de 500 kilómetros, primero a Alemania, donde fue recibido amablemente por el Superior regional de los Jesuitas, San Pedro Canisio, y luego hasta Roma, donde el Superior general, San Francisco de Borja, lo acogió con especial afecto.
Al principio se dedicó a oficios humildes y domésticos, tarea que hizo con muy buena voluntad y alegría, a pesar de que por venir de familia adinerada, no estaba habituado a este tipo de trabajos. Fue admitido en el Noviciado, donde pasó sólo nueve meses.
Su amor a Jesús Sacramentado era tan fuerte, que cuando entraba al templo, su rostro se enrojecía y resplandecía. Durante la Misa, o después de comulgar, era frecuentemente arrebatado en éxtasis, sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor.
El 15 de agosto de 1568, cuando sólo tenía 18 años, falleció. Poco después, su hermano Pablo llegó a Polonia para llevárselo por la fuerza, y se encontró con la noticia de que Estanislao había muerto. A raíz de esto, Pablo se convirtió en un fervoroso creyente y asistió a la beatificación de su hermano.
Por intercesión de San Estanislao, se obtuvieron numerosos milagros. El Santo Padre lo canonizó y lo declaró Patrono de los novicios y de los que se preparan al sacerdocio.
Bogotá, Colombia (1956) - Aunque estemos separados, pido a papito Dios, a la virgencita y al Espíritu Santo que lo bendiga inmensamente, le conceda sabiduría, inteligencia y discernimiento. lo perdono por todo el daño que nos causo e igualmente que a través de mi señor Jesús me perdone si tuve en algo culpa también.Dios te amo muchísimo... Cenaida
Bogotá, Colombia - Hijita preciosa, que Dios, la Virgen y todos los angelitos cuiden de ti hoy y siempre.
Que todos tus sueños se realicen...
eres una buena hija, madre, y esposa.
felizzz cumpleaños... besos y abrazos tu madre que te ama... Dios te bendiga
Bogotá, Colombia - Mamita, mi viejita preciosa, hoy estarías cumplendo años, pero Dios quiso que los cumplieras junto a Él, siempre estabamos contigo, pero sabemos que también hoy desde el cielo estas sonriendonos y dandonos tu bendición... Descansa en paz de tus hijos, nietos,y bisnietos.
Frederick, Estados Unidos (1983) - Alabado sea Dios por su infinta amor para con nosotros. Alabado sea Jesucristo, Rey de Reyes!!! Gracias Señor por haber compartido con nosotros durante estos años de hermoso matrimonio!
Morelia, Mich. México - Lo que puedo decirles a las personas que están sufriendo en este momento por pérdida de un familiar o parientes, que le pidan mucha resignación y mucho entendimiento para poder entender la gran pérdida. Yo no tengo a mi papá y mi mamá. A mi mamá la perdí hace un año y a mi papá hace más de 20 años y le pido mucho a mi Dios que me de resignación. Bueno, yo los felicito porque su página está muy completa, me gusta mucho y muchas felicitaciones, que Dios los bendiga a todos los que participan en esta página. Que estén bien son mis mejores deseos. Hasta Luego. Maria Alma.
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: "Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!" Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: / "Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos. R.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. (Salmo 84)
2a.
Hermanos: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos (Romanos 9,1-5)
Evangelio
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua." Él le dijo: "Ven." Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame." En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él, diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios."
Cristo vive el duelo de la muerte de Juan en una noche de intensa oración. Fortalecido y con una convicción ardiente, reclama ahora de sus discípulos una fe que permita caminar sobre el agua. 4 min. 39 seg.
Ante lo inesperado refugiate y confía plenamente en el Señor y ante una tentación que tiene fuerza no te separes de Él, no dejes que el miedo entre a tu vida. 7 min. 51 seg.
Llamamos "Lago de Pedro" al cruce entre un lugar que te resulta conocido y una situación que te resulta desconocida. El peligro está en la perplejidad y el miedo, que batalla contra tu fe. 27 min. 15 seg.
En Cristo se manifiesta Dios mismo y también se manifiesta al comunicarse a nosotros, permitiéndonos participar de su naturaleza divina. 6 min. 47 seg.
Tres lecciones de Cristo caminando sobre las aguas: (1) Dios puede y sabe manifestarse tanto en lo ordinario como en lo extraordinario; (2) el silencio la soledad y la oración son necesarios para no perder nuestro centro y la verdad de lo que somos; (3) cada uno de nosotros tiene su propio lago y Jesús también puede caminar en él. 25 min. 46 seg.
El verdadero amor se inmola, se entrega, es capaz de morir para que el otro viva. Como cristianos no podemos dejar de orar para que el pueblo judío encuentre en Jesús el verdadero amor, el Amor que se inmoló por su salvación. 6 min. 46 seg.
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1.1 Las lecturas de hoy nos dejan ver que la presencia de Dios es distinta de cómo uno podría imaginarla.
1.2 A veces uno piensa que Dios, como es fuerte, sólo se dejará ver en las acontecimientos grandes e impresionantes; a veces uno piensa que Dios, como es bueno, no nos dejará pasar por momentos de inseguridad.
1.3 Y sin embargo, Dios, siendo fuerte y siendo bueno, se hace presente en nuestras vidas de modos que no comprendemos.
2. Una Brisa Suave
2.1 En la primera lectura tenemos a Elías, el profeta rechazado por su pueblo, el hombre solitario, no por elección sino porque su fe lo ha llevado a ser visto como un extranjero y como una amenaza para los propios israelitas, que por el contrario han elegido servir a los ídolos.
2.2 En su soledad Elías se aferra a Dios y peregrina hasta el monte Horeb, el monte santo, el lugar donde Dios primero llamó a Moisés y donde también se celebró la alianza. Escondido en las grietas de la montaña sacra, Elías está en realidad cobijado y guarnecido por el poder del abrazo de Dios. Y allí el mismo Dios quiere manifestarse a él, como señal de una alianza que no muere y como prueba de la inquebrantable fidelidad del Altísimo.
2.3 No es el fuego ni el terremoto lo que trae a Dios, en este caso; es una brisa suave. En la batalla contra sus enemigos Dios muestra su grandeza pero con sus amigos lo que deja ver es su cercanía. Aquella brisa que refresca, que serena, que acaricia, es una señal del amor y de la palabra del Amigo.
3. Una Brisa Impetuosa
3.1 En el evangelio, en cambio, se da el caso de una brisa impetuosa. Pedro camina sobre las olas pero el vigor del viento contrario le hace dudar. El hilo de fe que lo une a Jesús se rompe por un momento, Pedro falla en su confianza y el hombre empieza a hundirse entre las olas.
3.2 Destaquemos dos cosas, aprendiendo de la experiencia de otro. Primero, que Pedro se hunde cuando mira más a las dificultades que a Jesús. Una vez que ha apartado su mirada del Señor, es tan vulnerable e indefenso como cualquiera puesto en medio del mar.
3.3 Pero en segundo lugar, aprendamos de Pedro a acudir al mismo Señor al que le hemos fallado. Su fe ha trastabillado pero la humildad le permite exclamar: "¡Señor, sálvame!" La humildad, principio de arrepentimiento, de algún modo sana lo que la falta de fe había perdido.