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Ángela de Foligno es una de las místicas más famosas de la Iglesia en la Edad Media, junto a Santa Catalina de Siena y Santa Catalina de Génova.
Vivió su infancia y juventud como una mujer orgullosa, vanidosa, poco piadosa, dedicada a la vida mundana. Se casó muy joven y tuvo varios hijos. Poseía riquezas, castillos, lujos, joyas, fincas, pero nada de esto la hacía feliz.
A la edad de 35 años murieron sucesivamente su madre, esposo e hijos. En medio de esta inmensa pena, Ángela recurrió a Dios. Fue a la iglesia y escuchó la prédica de un sacerdote franciscano, dándose cuenta de su error.
Pidió confesarse y luego decidió hacerse terciaria franciscana. Se dirigió en peregrinación a Asís. En una visión, San Francisco le pidió vender todo lo que tenía, darlo a los pobres y dedicarse a meditar en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
La Santa vendió todas sus posesiones menos un castillo que estimaba muchísimo. Poco después, en otra visión, oyó preguntar a Cristo Crucificado: "¿Por amor a tu Redentor, no serás capaz de sacrificar también tu palacio preferido?".
Esta vez decidió vender absolutamente todos sus bienes, repartir el dinero entre los más necesitados y dedicarse a una vida de contemplación.
Fue tan grande el amor que tuvo hacia la Pasión y Muerte del Señor, que le bastaba mirar una imagen de Jesús doliente, o escuchar hablar del sufrimiento de Dios, para que se enrojeciera su rostro y quedara como en éxtasis.
Murió el 4 de enero de 1309, conformada plenamente con Jesucristo.
Muchas veces nuestras vidas están llenas de castillos que no queremos vender, impidiéndonos gozar de la felicidad que Dios nos ofrece.
Ojalá el testimonio de Santa Ángela de Foligno nos ayude hoy a desprendernos un poco más de esas ataduras que nos alejan de la verdadera felicidad.
Epifanía significa "manifestación". Jesucristo se da a conocer. Aunque Jesús se reveló en diferentes momentos a diferentes personas, la Iglesia celebra como epifanías tres eventos:
Su Epifanía ante los Reyes Magos
Su Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán
Su Epifanía a los discípulos y comienzo de la vida pública con el milagro en Caná.
La Epifanía que más celebramos en la Navidad, es la primera.
La fiesta de la Epifanía tiene su origen en la Iglesia de Oriente. A diferencia de Europa, el 6 de enero, tanto en Egipto como en Arabia, se celebraba el solsticio, ensalzando al sol victorioso con evocaciones míticas muy antiguas.
Epifanio explica que los paganos festejaban el solsticio invernal y el aumento de la luz a los trece días de haberse dado este cambio. Nos dice además, que éstos hacían una fiesta significativa y suntuosa en el templo de Coré.
Cosme de Jerusalén cuenta que los paganos realizaban una festividad mucho antes que los cristianos, con ritos nocturnos en los que gritaban: "La Virgen ha dado a luz, la luz crece".
Entre los años 120 y 140 AD, los gnósticos trataron de cristianizar estos festejos, conmemorando el Bautismo de Jesús. Siguiendo la creencia gnóstica, los cristianos de Basílides celebraban la Encarnación del Verbo en la humanidad de Jesucristo, cuando fue bautizado.
Epifanio trata de darles un sentido cristiano, al decir que Cristo demuestra así ser la verdadera luz y que los cristianos celebran su nacimiento.
Hasta el siglo IV la Iglesia comenzó a festejar en este día la Epifanía del Señor. Al igual que la fiesta de Navidad en occidente, la Epifanía nace contemporáneamente en Oriente como respuesta de la Iglesia a la celebración solar pagana que tratan de sustituir. Así se explica que la Epifanía se llame en oriente, "hagia phota", es decir, la santa luz.
Esta fiesta nacida en Oriente, ya se daba en la Galia a mediados del siglo IV, donde se encuentran vestigios de haber sido una gran festividad para el año 361 AD. La celebración es ligeramente posterior a la de Navidad.
Los Reyes Magos:
Mientras en Oriente la Epifanía es la fiesta de la Encarnación, en Occidente se celebra con ella la Revelación de Jesús al mundo pagano, la verdadera Epifanía.
La celebración gira en torno a la adoración a la que fue sujeto el Niño Jesús por parte de los tres Reyes Magos (véase San Mateo 2, 1-12), como símbolo del reconocimiento del mundo pagano de que Cristo es el Salvador de toda la humanidad.
De acuerdo con la tradición de la Iglesia del siglo I, se relaciona a estos magos como hombres poderosos y sabios, posiblemente reyes de naciones al oriente del Mediterráneo, personas que por su cultura y espiritualidad, cultivaban el conocimiento del hombre y de la naturaleza, esforzándose especialmente por mantener un contacto con Dios.
Del pasaje bíblico sabemos que son magos, que vinieron de Oriente y que como regalo trajeron incienso, oro y mirra. De la tradición de los primeros siglos, se nos dice que fueron tres reyes sabios: Melchor, Gaspar y Baltazar.
Hasta el año de 474 AD, sus restos estuvieron en Constantinopla, la capital cristiana más importante en Oriente. Luego fueron trasladados a la Catedral de Milán, Italia, y en 1164 a la ciudad de Colonia, Alemania, donde permanecen hasta nuestros días.
El hacer regalos a los niños el día 6 de enero, corresponde a la conmemoración de la generosidad que estos magos tuvieron al adorar al Niño Jesús y hacerle ofrendas, tomando en cuenta que "lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis" (véase San Mateo 25,40)
A los niños se les hace vivir hermosa y delicadamente la fantasía del acontecimiento, y a los mayores se les evoca este día como una muestra de amor y fe a Cristo recién nacido.
Ordenación Sacerdotal. Chitré, Panamá (1986) - ¡Hermanos en Cristo Jesús! quiero alzar la copa de la bendición invocando el nombre del Señor Dios, puesto que en este maravilloso día, fui ordenado presbítero o sacerdote para la gloria y honra de Dios. Le he dedicado todos estos años al Señor Dios, y estoy inmensamente agradecido porque me ha bendecido grandemente y ha tenido clemencia, bondad y gran paciencia conmigo. Sea bendito el nombre del Señor Dios, ahora y por siempre.
Bogotá, Colombia (2009) - Despuès de un año de tu ausencia, el vacio en mi alma clama a ti... en tus recuerdos las mejores enseñanzas y los mejores consejos, te fuiste sin un adios y quizás fue mejor así... las despedidas nunca te gustaron... en ese lugar que ocupas en el cielo, lleno de bondad y generosidad, brillarás como una estrella, fulgor que será fiel testigo de nuestra verdad...siempre creimos que la verdad estaba en la esencia de nuestros hijos... alli reside aún porque siempre valoraste el amor y el cariño en nuestros hijos, nuestro mayor tesoro; desde alli intercede por nosotros para que perseveremos en la fe, la esperanza y la caridad! Siempre lo dijiste, siempre fuiste tú y siempre serás mi esposa... nada, ni nadie, ni la muerte nos separará! Alejandro Garzón Carrillo
Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del diablo, pues el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.
Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo. R.
Retumbe el mar y cuanto contiene, / la tierra y cuantos la habitan; / aplaudan los ríos, aclamen los montes. R.
Al Señor, que llega para regir la tierra. / Regirá el orbe con justicia / y los pueblos con rectitud. R.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. (Salmo 97)
Evangelio
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: "Éste es el Cordero de Dios." Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: "¿Qué buscáis?" Ellos le contestaron: "Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?" Él les dijo: "Venid y lo veréis." Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: "Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)." Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)."
El capítulo primero del Evangelio de Juan tiene un cierto paralelo con el capítulo primero del Génesis: Juan quiere presentar a Cristo como principio de la Nueva Creación. 7 min. 0 seg.
El cristiano debe manifestar por fuera lo que es por dentro, viviendo según la palabra recibida; así como la Vida y la Palabra del Padre se manifestaron en la encarnación de Cristo. 4 min. 55 seg.
Dale permiso a Dios para que mejore tus expectativas, permítele que te muestre lo que Él es y no lo limites por tus necesidades, sueños o caprichos. 6 min. 32 seg.
El discípulo sigue a Jesús para que le arregle sus problemas, el apóstol por el contrario está siguiendo a Cristo para quedarse a vivir con Él. 6 min. 24 seg.
¿Qué calidad de Navidad estás teniendo? ¿A quién sientes que debes compartirle la Buena Noticia de Jesús? ¿Estás preparado para cualquier respuesta? 6 min. 30 seg.
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1.1 Ya el Evangelio de Juan nos había hecho el maravilloso anuncio: los que acogen la Palabra reciben poder llegar a ser hijos de Dios (Jn 1,12). Es muy importante para este apóstol que descubramos nuestra vocación: hemos nacido de Dios.
1.2 El propósito del pasaje de hoy es que descubramos cómo el ser y el obrar necesariamente van de la mano. "Operari sequitur esse", decían los escolásticos: el obrar sigue al ser. Si nuestro ser tiene su fuente en Dios, porque de él hemos nacido, nuestro obrar sigue al obrar de Dios, según escribe Juan: "que nadie los engañe; el que hace la voluntad de Dios es justo, como él es justo".
1.3 Ese modo de escribir nos deja entrever el carácter polémico de una carta que parecería tal vez sólo una colección de poesía mística. Cuando Juan dice: "que nadie los engañe" es porque sabe de buena fuente que hay quien engaña. Y el engaño también lo podemos conocer: se trataba de una especie de secta, tal vez en proceso de formación, que enseñaba entre otras cosas que nuestra conducta no importaba realmente, mientras mantuviéramos una especie de luz o de conocimiento sublime y celeste en nuestra mente. La conducta es asunto de la carne, según ellos, y lo carnal no importa. Por consiguiente, lo que hagamos con nuestra carne tampoco importa.
1.4 Frente a estas semillas heréticas se alza el apóstol Juan: ¡Claro que importa la carne! ¡El Verbo se hizo carne! Y, ¡por supuesto que importa la conducta, la vida de cada día! Si te olvidas de la conducta no sólo niegas el misterio de Aquel que "se hizo carne", sino que niegas su precepto principal: el amor.
2. ¿Qué buscan?
2.1 Demos una mirada al evangelio de hoy. Continúa, como hemos dicho la lectura seguida de los primeros versículos del texto de san Juan.
2.2 La pregunta que domina el panorama de hoy es la que hace Jesús: "¿qué buscan?". Una pregunta que nos repite. No es posible, en efecto, entrar en el misterio de Jesús sin entrar en el misterio de nuestras necesidades, condensadas en ese hecho: buscamos algo, buscamos a alguien. Saber qué buscamos es conocer qué necesitamos, y reconocer nuestras necesidades es el modo propio de encontrar a quien puede aliviarlas y responderlas.
2.3 Jesús les pregunta qué buscan. En otras escena el primero entre sus apóstoles suyos dirá, pasada ya la Pascua: "oro ni plata yo tengo..." (Hch 3,6). Lo mismo y con mayor razón podía expresar el Maestro de quien esto dijo. Jesús, pobre y peregrino, humilde y casi anónimo, bien puede preguntarnos qué buscamos, porque ciertamente sus riquezas o influencias no saltan a la vista.
2.4 Ellos respondieron con una pregunta. La verdad no tenían que responder, porque no se conocían a sí mismos. Dijeron, pues: "¿adónde vives?". Buscaban la casa de Jesús. Lo único que sabían de él es que era el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Y eso bastó para que desearan conocer la casa de Jesús, el lugar libre de tinieblas, el espacio sin pecado. Si lo pensamos bien, la respuesta de ellos, aun en su indefinición, es más profunda que muchas otras respuestas. No pidieron salud, ni liberación de un demonio, ni muchos conocimientos, ni largos años. En el fondo pidieron quedarse con él, estar con él, vivir con él. Es como si le hubieran dicho: "danos de ti". Una genuina petición eucarística.