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Homilías de Fr. Nelson Medina, O.P.

Derechos Reservados © 1997-2024

La reproduccion de estos textos y archivos de audio, para uso privado o publico,
esta permitida, aunque solamente sin fines de lucro y citando la fuente:
http://fraynelson.com/homilias.html.

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Martes, Octubre 20 de 2020

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Paula Isabel Merchan Montoya (cumple)

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María José Rebasti Peralta (cumple)

Marta Becker (cumple)

Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 29, Martes


Lecturas del Día

Lectura:

Haz click en la referencia bíblica:

1a.

Cristo es nuestra paz; él hizo de los judíos y de los no judíos un solo pueblo (Efesios 2, 12-22)

Salmo

Dios anuncia la paz a su pueblo (Salmo 84 )

Evangelio

Dichosos aquéllos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela (Lucas 12, 35-38)


Homilías de viva voz

Núm.

Datos

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Más...

1

1998/10/20


Cristo es nuestra paz.
20 min. 34 seg.

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2

2012/10/23


Estar vigilantes es, entre otras cosas, no dejarnos adormecer por las seducciones de este mundo.
4 min. 52 seg.

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3

2012/10/23


La esperanza cristiana no es puro deseo, no es pura hipótesis: es ejercicio de preparación para el retorno del Señor.
6 min. 55 seg.

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4

2014/10/21


El cristiano es uno que permanece despierto mientras tantos se dejan adormecer por los ídolos y complicidades del mundo.
4 min. 49 seg.

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5

2014/10/21


Que Cristo derriba muros de odio lo conoció Pablo en su propio experiencia y lo celebró en lo más hondo de su alma.
15 min. 16 seg.

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6

2018/10/23


El camino por el cual Cristo ha traído la paz pasa por el conocimiento profundo de mi miseria, el arrepentimiento y por la dulce aceptación de su amor redentor en la cruz.
5 min. 18 seg.

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7

2020/10/20


Cuidado con el cansancio, el aburrimiento y la tristeza espiritual porque pueden hacer que tu esperanza se vaya al mínimo llevándote a que te pierdas la visita del amor y la gracia de Dios.
6 min. 43 seg.

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8

2020/10/20


Sólo la Cruz de Cristo derribó el muro de odio es decir de arrogancia dureza y desprecio que separaba a unos pueblos de otros y unas personas de otras. Solo en su Cruz nace la fraternidad.
15 min. 24 seg.

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9

2020/10/20


Los judíos tenían la riqueza de la revelación pero la pobreza de su arrogancia y egoísmo; los no judíos tenían la riqueza de su hambre de Dios pero la pobreza de una vida a menudo viciosa. De unos y otros, Cristo ha creado un hombre nuevo, que reúne la riqueza de los judíos y de los no judíos.
11 min. 1 seg.

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10

2024/10/22


Para derribar los muros de polarización y de división absurda Jesús nos ayuda a ver nuestros propios pecados y a la vez nos lleva a la experiencia de su amor inmerecido que nos hace nuevos.
7 min. 10 seg.

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Homilías escritas

Versión

Homilía para leer:

1

1. El Precio de la Paz

1.1 En nuestro tiempo, los embates del terrorismo y de otras formas de violencia acrecientan un anhelo que es muy caro al corazón humano, el anhelo de la paz. La paz se ha convertido en moneda de todos los bolsillos y palabra que todos repiten. Pero la primera lectura de hoy nos recuerda que la paz verdadera tiene un precio.

1.2 En el mundo antiguo, allá en el siglo I, los judíos y los no judíos (esto es, los llamados "gentiles") se despreciaban mutuamente, llegando en algunas ocasiones a la segregación o el odio. Las razones suenan extrañas a nuestros oídos: los judíos veían con desaprobación y repugnancia las costumbres libertinas de los paganos, y estos veían con extrañeza y suspicacia las costumbres particulares del pueblo de Abraham y de Moisés. Por eso Pablo habló de un "muro" que separaba a "los dos pueblos." Ahora, sin embargo, el mismo apóstol dice que el muro ha sido derribado y que el que lo ha logrado, el que ha vencido al odio y traído la paz, se llama Jesucristo. Pero ello tuvo un precio.

1.3 El precio de la paz fue el sacrificio de Cristo. Pablo lo describe gráficamente diciendo que Cristo derribó el muro "con su carne." Derribar un muro con la propia carne es destrozar la propia carne, y eso es exactamente lo que ha hecho Nuestro Señor. El lugar de la paz no es la mesa de negociación entre intereses humanos sino la mesa del altar y del sacrificio. No se alcanza la paz mirándonos unos a otros sino mirando juntos hacia la Cruz que denuncia todas nuestras miserias y también las sana.

2. Vivir Vigilantes

2.1 En el evangelio de hoy, por otra parte, Cristo llama a sus discípulos a la vigilancia, como criados que esperan que vuelva su señor. Es un tema que vemos aparecer con alguna frecuencia en los Evangelios, más aún cuando el final de la vida misma del Señor se aproximaba. En esta ocasión el llamado a vigilar va acompañado de promesas de bendición y felicidad: "Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela." Sabemos bien que un destino muy distinto aguarda a los que no estén en vela, pero por hoy es más importante gozarnos de los bienes que están reservados para los que vigilen.

2.2 Cristo describe estos bienes de un modo sencillo pero que sin embargo queda algo velado a nosotros; dice: "el señor se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo." Es interesante comparar esta afable promesa con la manera como Cristo ve que nosotros solemos obrar: "¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: Ven enseguida y siéntate a comer? ¿No le dirá más bien: Prepárame algo para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y beberás tú? ¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó?" (Lc 17,7-9)

2.3 Lo que se anuncia a los que estén en vela es que serán servidos por su señor: algo que, según la comparación que aquí proponemos, no sucede nunca en esta tierra. Esperar el retorno del Señor es entonces esperar el momento en que ya no seremos siervos, sino amigos (Jn 15,15); es también esperar la hora en que "reinaremos con él" (2 Tim, 2,12) y ese día sin término en que se cumpla lo que por ahora es anuncio: "Ellos verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos." (Ap 22,4-5).


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-Fr. Nelson Medina, OP

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