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Nació en Auvernia. Se entregó al estudio, consagrando el tiempo libre a leer algunos Salmos de David. Esto lo preparaba al servicio de Dios, con la práctica de la oración.
Luego de la muerte de sus padres y de traspasar sus compromisos matrimoniales a su hermano menor, Leobardo marchó a la tumba de San Martín. Allí, después de orar prolongadamente, tomó la decisión de encerrarse cerca de la Abadía de Marmouituer e instalarse en una celda.
Dedicó parte de su tiempo a fabricar pergaminos para escribir los pasajes de la Biblia y de los Salmos, que se les escapaban de la memoria.
Ante algunas dificultades con otro morador, el Santo encontró en los libros dejados por Gregorio de Tours, todos los medios necesarios que lo conducían a su salvación y a la santificación de los demás. Porque, Dios le concedió el don de los milagros a favor de quienes venían a visitarlo.
Medellín, Colombia (1929) - Que Dios le conserve muchos más años de vida para que nos acompañe en nuestras tribulaciones y derrame muchas bendiciones y los sane de las enfermedades físicas que lo aquejan. Martha
Lima, Perú (2000) Alabemos a Dios todos los días de nuestra vida y usemos los dones y carismas que el Señor nos ha otorgado. Bendiciones, que nunca olviden el llamado especial que tiene el solo nombre del grupo de oración. Levantarse!!!!. Levantarse de los problemas, de las adversidades, levantarse del pecado, levantarse a alabar a Dios, levantarse a predicar de El, levantarse para levantar a mas hermanos que aun no conocen a Dios. A ti pequeña, Jesús te dice Levantate!!!!. Levantate de la muerte, levantate a tomar la mano salvadora de Jesús!!!!. Que Dios siempre vea con amor, dulzura, agrado y ternura a cada participante de este grupo de oración, que fortalezca día a día los lazos de amistad, que restituya aquello que se rompio, que Dios siga pasando su mano sobre cada uno de nosotros y nos siga bendiciendo, que seamos llenos de la gracia de Dios para poder rebazar solo de amor por Cristo y ser canales limpios de su gracia. Que nuestra mamita María nos proteja eternamente en todo momento y por siempre siga intercediendo por las necesidades de nuestras familias.
Hermanos: Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a los santos ahora igual que antes. Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido.
Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: "Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré abundantemente." Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido. Los hombres juran por alguien que sea mayor y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión. De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró por nosotros, como precursor, Jesús, sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
La esperanza que se nos ha ofrecido es para nosotros como ancla segura y firme (Hebreos 6,10-20)
Salmo
Doy gracias al Señor de todo corazón, / en compañía de los rectos, en la asamblea. / Grandes son las obras del Señor, / dignas de estudio para los que las aman. R.
Ha hecho maravillas memorables, / el Señor es piadoso y clemente. / Él da alimento a sus fieles, / recordando siempre su alianza. R.
Envió la redención a su pueblo, / ratificó para siempre su alianza, / su nombre es sagrado y temible. / La alabanza del Señor dura por siempre. R.
Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: "Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?" Él les respondió: "¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros." Y añadió: "El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado."
El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado (Marcos 2,23-28)
En Cristo, que ha vencido a la muerte y al demonio a través del camino del sufrimiento, encontramos razones para esperar, como quien lanza un ancla al cielo. En realidad todo el camino del Antiguo Testamento miraba hacia Cristo y sólo en Él tiene su plenitud. 4 min. 15 seg.
La inconstancia acecha a la vida humana, que pronto olvida el valor de lo realmente bueno; por eso el cristiano necesita tener su ancla en los cielos. 8 min. 46 seg.
Al conocer día por día que Dios es fiel y al ir poniendo en Él cada vez más una esperanza robusta hace que tengamos un ancla en medio de las incertidumbres de esta vida. 6 min. 3 seg.
El amor redentor de Jesucristo nos llevó para siempre a la gloria del Padre y por ello tenemos un ancla fija; aunque seamos remecidos por las tentaciones, dificultades y dolores no podemos ser vencidos. 7 min. 21 seg.
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1.1 La Biblia nos invita a la esperanza pero no a la ilusión. Nadie dijo que iba a ser fácil. Nadie dijo que ser cristiano era un camino libre del cansancio, el fastidio, el temor o la desazón. Y uno de los principales objetivos de la Carta a los Hebreos, que nos ha venido acompañando estos primeros días del tiempo ordinario, es dar fuerza; sostener en la esperanza; animar a esa lucha que no termina porque recomienza casi cada día: la lucha por la fidelidad, la generosidad, el testimonio.
1.2 Y es hermoso ver de cuántas razones se llena el autor de esta Carta para animar a su gente. Sucesivamente les invita a mirar su propio pasado, la pasión de Cristo y su entrada en la gloria, el triunfo que aguarda a quienes perseveran, la desgracia que queda en herencia a los cobardes, los ejemplos que otros nos han dado, el amor de Aquel que se ha puesto de nuestro lado, la hermosa armonía de la fe que nos une, la grandeza del llamado que hemos recibido, la estabilidad inconmovible de las promesas divinas, la gratitud que debemos a quienes nos han evangelizado, lo breve de la lucha y lo largo de la recompensa, en fin, todo o casi todo lo que es posible decir a los que tal vez se sienten molidos o abrumados, temerosos o pusilánimes.
1.3 El texto de hoy destaca el juramento divino. Dios, no teniendo por quién jurar, juró por sí mismo, en maravillosa proclamación de su fidelidad, que es eterna. Nosotros estamos bajo el poder de esa palabra, que no puede ser deshecha; nos ampara la declaración de Aquel que no sabe ni puede mentir; nos defiende el mismo ante el cual habrá de comparecer toda carne.
2. Grandeza y miseria del sábado
2.1 El evangelio de hoy nos trae el tema del sábado. En otra ocasión hemos hablado del sentido de liberación que tenía esta institución del sábado, por la cual quería Dios que reconociéramos nuestra vocación más alta, no en transformar el mundo, sino en ser la voz del mundo que alaba a su Creador.
2.2 Mas aún esta noble disposición podía degenerar, y degeneró. Más pendientes de juzgar de los demás que de encontrar en sí mismos el sentido de este descanso, los idólatras de la Ley llegaron a pervertir por completo lo que había sido para liberación, porque ya no santificaban el tiempo contemplando las bondades de Dios sino hurgando en las limitaciones y maldades humanas.
2.3 Hay en esto una enseñanza para nosotros. Las cosas buenas alcanzan su bondad sólo con el buen uso. Fácil es usar mal lo bueno, y no es otra la naturaleza del pecado. En el fondo, pecar es pervertir; pecar es torcer lo que en sí es bueno para volverlo malo. Por eso decía Santa Catalina que lo que existe es bueno, y que el pecado es la elección de la nada, es el sendero que elimina o pretende eliminar el ser.
2.4 Jesús es el Señor del sábado. Si el sábado debía significar "liberación", Jesús es el Señor de la liberación. Si el sábado debía significar "santificación", Jesús es el Señor de la santidad y de la santificación. Una liberación sin Jesús será opresión reeditada de otros modos; una santificación sin Jesús será egoísmo, orgullo o vanidad, editados de otro modo; por contraste, con él y en él encontramos el verdadero sentido de todo aquello que nuestra alma desea pero nuestro corazón no sabe hallar.