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Hermana de San Benito, se consagró a Dios desde su más tierna edad. Mientras su hermano residió en Monte Casino, ella se hallaba en Plombariola, fundando y gobernando un Monasterio.
Tenía la costumbre de visitar a Benito una vez al año. Como no estaba permitido que entrara al Monasterio, él salía a su encuentro para llevarla a una casa de confianza, donde los hermanos pasaban la velada orando, cantando himnos de alabanza a Dios y discutiendo asuntos espirituales.
Sobre la última visita, San Gregorio hace una notable descripción en la cual la Santa, presintiendo que no volvería a ver más a su hermano, le rogó que no partiera esa noche sino al día siguiente. Pero, el Santo se sintió incapaz de romper las reglas de su Monasterio.
Entonces, Santa Escolástica apeló a Dios con una ferviente oración para que interviniera en su ayuda. Acto seguido, estalló una fuerte tormenta que impidió que San Benito regresara al Monasterio. Los dos hermanos pasaron la noche hablando de las cosas santas y de asuntos espirituales.
Tres días después, Escolástica murió, y Benito, que se encontraba absorto en la oración, tuvo la visión del alma de ella ascendiendo al Cielo en forma de paloma.
En aquellos días, Salomón, en pie ante el altar del Señor, en presencia de toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo: "¡Señor, Dios de Israel! Ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como tú, fiel a la alianza con tus vasallos, si caminan de todo corazón en tu presencia. Aunque ¿es posible que Dios habite en la tierra? Si no cabes en el cielo y en lo más alto del cielo, ¡cuánto menos en este templo que he construido! Vuelve tu rostro a la oración y súplica de tu siervo, Señor, Dios mío, escucha el clamor y la oración que te dirige hoy tu siervo. Día y noche estén tus ojos abiertos sobre este templo, sobre el sitio donde quisiste que residiera tu nombre. ¡Escucha la oración que tu siervo te dirige en este sitio! Escucha la súplica de tu siervo y de tu pueblo, Israel, cuando recen en este sitio; escucha tú, desde tu morada del cielo, y perdona."
Sobre este templo quisiste que residiera tu nombre. Escucha la súplica de tu pueblo, Israel (1 Reyes 8,22-23.27-30)
Salmo
Mi alma se consume y anhela / los atrios del Señor, / mi corazón y mi carne / retozan por el Dios vivo. R.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; / la golondrina, un nido / donde colocar sus polluelos: / tus altares, Señor de los ejércitos, / Rey mío y Dios mío. R.
Dichosos los que viven en tu casa, / alabándote siempre. / Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo, / mira el rostro de tu Ungido. R.
Vale más un día en tus atrios / que mil en mi casa, / y prefiero el umbral de la casa de Dios / a vivir con los malvados.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! (Salmo 83)
Evangelio
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?" Él les contestó: "Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos." Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres."
Y añadió: "Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte"; en cambio, vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas."
Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres (Marcos 7,1-13)
El templo, convertido por Herodes y sus seguidores en una burla, es realmente el testimonio particular del encuentro de Dios con cada uno de nosotros en donde descubrimos que El es grande pero cercano a la vez. 13 min. 39 seg.
La piedad de Salomón en la dedicación del templo de Jerusalén nos empuja a reconocer en Cristo, con mayor amor, nuestro verdadero templo. 4 min. 19 seg.
Dios tiene grandes planes para nosotros, no los dejemos perder por seguir personas que mal interpretan y acomodan la Palabra de Dios para su propio beneficio. 6 min. 6 seg.
Tres tipos de coherencia: la interior, que es autenticidad; la exterior, que es responsabilidad; y la integral, que es apego a Dios y a su plan de amor. 35 min. 35 seg.
Pidamos humildad para comprender que nuestra salvación está en la gracia que Dios nos da, siendo fieles al depósito de la fe católica que hemos recibido. 7 min. 32 seg.
La importancia del templo está en prepararnos interiormente ya que la fe entra también por los sentidos y los seres humanos no somos solamente mente y alma, tenemos un cuerpo. 5 min. 4 seg.
Para no caer en puras tradiciones humanas la enseñanza de la Iglesia debe tener continuidad desde la Palabra de Dios, debe haber una escala de prioridades y tener en cuenta que hay aspectos culturales que no son esenciales para la vida de la Iglesia. 8 min. 29 seg.
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1.1 Salomón ora en el templo, el grandioso templo que será durante siglos el corazón de la vida de la fe del pueblo de Dios. Sus palabras destacan la grandeza de Dios que hace ver pequeño al templo mismo; y piden compasión y perdón. Hay pues, un juego maravilloso de contrastes entre lo grande del momento y de la construcción, y lo pequeñas que son nuestras vidas y nuestras obras frente a la santidad y la inmensidad del Señor.
1.2 Hay varios modos de aprovechar para nuestra vida las enseñanzas de la primera lectura de hoy. Ante todo, es bello que Salomón es tan humilde cuando era más grande a los ojos de su pueblo. Esto me hace acordar de lo que leí una vez sobre la práctica de la fe en las familias. Para un niño, su papá es "dios;" es alguien muy grande, en todo caso. Ver al papá arrodillarse frente a Jesús y adorarle es un modo muy concreto de inculcar en el niño cómo es de grande el Señor. El niño no puede sino pensar: "Si mi papá que es TAN grande reconoce que Dios es inmenso, ¡cómo será de grande Dios!" La catequesis hecha a base de estos gestos sencillos cala profundamente en las mentes infantiles.
1.3 Otro aspecto interesante es aquello de no idolatrar las obras de nuestras manos. Se dice que los constructores del Titanic dijeron que ni Dios podría hundirlo. Es un caso extremo de orgullo y vanidad. Pero puede tentarnos. Lo más sano es ver todo lo que hacemos como Salomón vio su templo. Él sabía que no iba a hacer nada más grande en su vida y sin embargo comprendió que el Dios que rebasa los cielos sobrepasa también el breve espacio de unos ladrillos. Los verdaderos santos no han idolatrado sus obras. Vicente de Paúl sentía dolor por todos a los que no había podido servir, eso que él hizo más por los pobres que muchísima gente. Tomás de Aquino consideraba que era "paja" lo que había escrito. No es falsa modestia: es la sincera conciencia de que Dios es de veras grande, muy grande.
2. El mal viene de dentro
2.1 ¿Has visto con cuánta facilidad los niños buscan disculpas a sus equivocaciones o errores? La palabra "disculpa" alude a quitarse una culpa, pero eso en realidad no sucede así. La mayor parte de las dis-culpas lo que pretenden es disolver, diluir, ocultar la culpa, pero no la admiten, ni la reconocen, ni la sanan.
2.2 Estas reflexiones nacen del evangelio de hoy. Jesús se opone a una visión simple e irresponsable que quiere encontrar las causas de la impureza afuera del hombre, causando un grave engaño implícito: "por fuera me ensucian pero por dentro soy limpio". Lo grave, en efecto, de la postura de los fariseos es eso: mientras miran lo sucio como algo "exterior", se están declarando interiormente limpios. Y el que se cree limpio no se limpia.
2.3 Eso explica la actitud fuerte, casi punzante, de Jesucristo. Él ha venido precisamente a traer salud, pureza, verdad. Aquel que ya se considera sano, puro y verdadero no tiene qué recibir de Jesús. Esto significa que lo que nos puede parecer simple disgusto o ira de Cristo en realidad es fruto de un amor que no quiere que nos engañemos ni quiere que perdamos los dones y bendiciones que él ha venido a traernos y por los que ciertamente entregó hasta su propia sangre.