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Mártir en Antince, Egipto, a menudo se le confunde con San Julián de Anazarba, situándolo por este motivo en Antioquía de Siria. Su martirio se produjo durante la persecución de Diocleciano y Maximiano, a finales del siglo III.
Julián es el paradigma de la castidad cristiana. En nuestro tiempo de materialismo, cuando el concepto de castidad va decayendo visiblemente, la imagen de San Julián y de su esposa Santa Basilisa, resaltan con maravillosos fulgores. San Julián es uno de los esclarecidos héroes del cristianismo.
Hijo único de una noble y rica familia, profundamente educado en la religión cristiana, tenía ya hecho voto de castidad cuando al cumplir los dieciocho años de edad, sus padres se empeñaron en que contrajese matrimonio con una joven de igual nobleza, llamada Basilisa.
Temeroso el virtuoso muchacho de faltar a su voto, pero sintiendo también desobedecer a sus padres, acude al Señor con la oración y el ayuno. Dice la tradición, que por celestial revelación le fue dado a conocer que con su esposa podría guardar la anhelada virginidad.
Julián y Basilisa son milagrosamente arrastrados hacia el amor virginal, apareciéndoseles Nuestro Señor Jesucristo, que aprueba su determinación de conservarse castos.
Desde aquel día, consagran plenamente sus vidas a los demás. Reparten sus bienes entre los pobres, y se retiran a vivir en dos casas situadas en las afueras de la ciudad, convirtiéndolas en Monasterios.
A la de Julián acuden hombres de todas las clases sociales, para que los guíe con sus prudentes y santos consejos. A la de Basilisa, van una multitud de muchachas que edificadas con el ejemplo de su virtud, abrazan algunas la vida religiosa, viviendo en santa paz bajo su dirección. Muy pronto la fama de ambos esposos se extenderá por todo el Imperio.
Suscitada en aquel tiempo la persecución de Diocleciano y Maximiano contra el Cristianismo, se ordena apresar y encarcelar a Julián y a cuantos con él residen en su apacible Monasterio.
San Julián profesa con gran valentía ante el tirano su fe en Cristo Jesús. Hay expectación en la gente cuando Marciano, el juez, increpa con solemnidad a Julián: "-Adora a los dioses". "-No hay más omnipotente que Dios, Nuestro Padre".
"-Obedece los decretos del emperador". "-Jesucristo es mi único César". "-¿Crees en un Crucificado?" "-Él tiene escuadrones inmortales".
"-Marcharás a la muerte". "-El emperador de Roma también es polvo y en polvo se convertirá". "-¿Te ríes de nuestros dioses y de nuestro emperador? Ante los tormentos no habrá réplicas".
Marciano, viéndose fracasado, intenta cambiar de táctica para vencerlo: "-Tus padres, Julián, fueron nobles. Te daremos honores". "-Desde el Cielo me alientan a permanecer fiel a mi santa religión".
Lleno de confusión, el magistrado condena a Julián a morir degollado. Su gloriosa muerte arrastra hacia la fe en Cristo a muchos paganos, que admiran su firmeza. La proyección de su ejemplaridad, se dilata a través de los siglos en la devoción de los fieles.
Así dice el Señor: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas."
Hijos de Dios, aclamad al Señor, / aclamad la gloria del nombre del Señor, / postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R.
La voz del Señor sobre las aguas, / el Señor sobre las aguas torrenciales. / La voz del Señor es potente, / la voz del Señor es magnífica. R.
El Dios de la gloria ha tronado. / En su templo un grito unánime: "¡Gloria!" / El Señor se sienta por encima del aguacero, / el Señor se sienta como rey eterno. R.
El Señor bendice a su pueblo con la paz. (Salmo 28)
2a.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él."
En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: "Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?" Jesús le contestó: "Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere." Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: "Este es mi hijo, el amado, mi predilecto."
Apenas se bautizó Jesús, vio que el Espíritu de Dios se posaba sobre él (Mateo 3,13-17)
Juan nos recuerda que todos le hemos hecho promesas a Dios y no le hemos cumplido. Debemos aceptar que le hemos fallado a El, para apartar el egoísmo que es fermento de muerte en forma de catástrofes, problemas y tragedias. 17 min. 27 seg.
Hay una relación profunda entre la Navidad, la Epifanía y el Bautismo del Señor. Cristo ha nacido pero su presencia es salvadora sólo porque la hemos conocido, es decir, porque se ha manifestado. Y esa manifestación es salvadora sólo porque el que se manifiesta es el que ha sido Ungido con el Espíritu, como lo fue Cristo en su bautismo en el Jordán. 4 min. 14 seg.
Cristo está donde la humanidad retorna a Dios, atrayendo al Espíritu Santo, haciendo que el Padre exprese todo su amor. ¡Allí donde un corazón vuelve al Señor, ahí está Cristo Jesús! 5 min. 58 seg.
El bautismo de Cristo marca el comienzo de su ministerio público, nos muestra la ruta para la conversión y nos une a Él en el combate por nuestra salvación. 5 min. 25 seg.
La Fiesta del Bautismo del Señor celebra la humildad de su vida rodeada de pecadores, la revelación como Dios está cerca de todo pecador arrepentido y la importancia de la unión de Jesús con todo su pueblo. 9 min. 39 seg.
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1.1 Es necesario y saludable insistir, como se hace en la Iglesia Católica, en una verdad fundamental: Cristo es el Hijo de Dios. Mas esa afirmación central no anula otras que son posibles, que vienen de la Escritura y que hacen mucho bien a nuestro entendimiento del misterio de Jesucristo; entre estos otros enunciados hoy vamos a centrarnos en Cristo como "Siervo" de Dios.
1.2 Partamos de una base: proclamar el señorío de Dios es proclamar nuestra servidumbre hacia Dios. ¿Qué es, en efecto, un señor sin siervos? ¿Hay algo más ridículo que un señor que no tiene quién atienda a sus órdenes ni quién quiera agradarle con sus acciones? Si tomamos en serio que Dios es Señor hemos de tomar en serio que nosotros somos siervos suyos. Y tal es el mensaje de Cristo: mostrándose en obras y palabras como verdadero Siervo de Dios mostró con sus palabras y con sus obras que Dios es el Señor, es decir, mostró que Dios reina; nos dejó ver el Reino de Dios.
1.3 Isaías, en la primera lectura de hoy, nos presenta un perfil de un siervo de Dios. De todas las características que él menciona, detengámonos en una, o mejor en la combinación de dos de ellas: compasivo y fuerte. No rompe la caña resquebrajada y a la vez manifiesta firmemente el derecho. Entiende al cansado pero no se cansa; acoge al caído mientras conserva su propio lugar y su propia misión. ¡Admirable virtud, que bien vemos brillar en Jesucristo!
2. El Ungido
2.1 ¿Qué es lo peculiar de Cristo? Nuestra cultura, marcada por las nuevas mitologías de James Bond, Rambo o Superman, busca las claves del éxito en fortalezas singulares: una gran astucia, una ingeniería impresionante, una energía sobrehumana, un valor incomparable. ¿Es así en Cristo? ¿Cristo es Cristo porque tiene una técnica mental, una tecnología única, un saber esotérico o por qué? Esta fiesta del bautismo del Señor nos conduce al corazón de la respuesta: lo propio de Jesús es la Unción que ha recibido. Un enunciado muy sencillo, que sin embargo tiene consecuencias inmensas.
2.2 Si lo peculiar de Cristo fuera una técnica mental entonces ser cristiano significaría ser mentalista. Si lo peculiar de Cristo fuera una energía sobrehumana entonces no habría diferencia entre ser cristiano y ser un griego pagano, de aquellos que cantaban las gestas de Aquiles o el ingenio de Ulises. Si lo peculiar de Cristo fuera un saber escondido, esotérico, como lo plantean autores como J. J. Benítez en nuestros días, entonces ser cristiano es instruirse en unos misterios que, como no han sido enseñados por la Iglesia, implican que la Iglesia es una gigantesca farsa.
2.3 En sentido contrario: si lo peculiar de Cristo es la unción del Espíritu Santo, y ese Espíritu viene a habitar en nosotros, entonces ser cristiano es básicamente participar del Espíritu de Jesús, cosa que no suena nada discorde de lo que enseña Pablo: "porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios" (Rom 8,14). ¡Dios Santo! Todo está en la acción del Espíritu Santo en nosotros, y el primero, y quien ha inaugurado ese camino para nosotros, es Jesucristo.