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Perteneció a una familia rica e ilustre. Habiendo sido consagrada a Dios desde sus primeros años, triunfó sobre los muchos asaltos a su pureza.
Quinciano, un dignatario consular, pensó que podría llevar a cabo sus perversas intenciones hacia la Santa, a través del edicto del emperador contra los cristianos.
Así, él ordenó que la entregaran a una casa de mala fama, donde Águeda sufrió asaltos y asechanzas a su honra.
Después de transcurrido un mes, el cónsul trató de asustarla con sus amenazas, pero ella se mantuvo como una fiel sierva a Jesucristo. Molesto por la negativa, mandó que fuera azotada y llevada a prisión.
Al día siguiente, al ser interrogada de nuevo, su firme adhesión a Cristo resultó ser el motivo de otras torturas y sufrimientos para la Santa, quien expiró pronunciando alabanzas a Nuestro Señor.
Bogotá, Colombia - Hola Hermanita: Que Dios te bendiga hoy y el resto de tus días, que a partir de hoy cada dia sea mejor en compañía de ese hombre maravilloso que Dios te va a dar y esos hijos preciosos.
Un beso. Que Dios y la Virgen Santísima te guarden siempre. Te amamos muuucho Valentina y yo!
Saltillo-Coahuila, México (1996) - Deseo que Dios te bendiga y te permita ser una niña tan buena como hasta hoy, te amamos mucho mil felicidades en este hermoso día Atte. tus padres Dagoberto y Alicia también de tu hermano Gustavo
En aquellos días, el rey David ordenó a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él: "Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a hacer el censo de la población, para que yo sepa cuánta gente tengo." Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá quinientos mil. Pero, después de haber hecho el censo del pueblo, a David le remordió la conciencia y dijo al Señor: "He cometido un grave error. Ahora, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque ha hecho una locura."
Antes que David se levantase por la mañana, el profeta Gad, vidente de David, recibió la palabra del Señor: "Vete a decir a David: "Así dice el Señor: Te propongo tres castigos; elige uno, y yo lo ejecutaré."" Gad se presentó a David y le notificó: "¿Qué castigo escoges? Tres años de hambre en tu territorio, tres meses huyendo perseguido por tu enemigo, o tres días de peste en tu territorio. ¿Qué le respondo al Señor, que me ha enviado?" David contestó: "¡Estoy en un gran apuro! Mejor es caer en manos de Dios, que es compasivo, que caer en manos de hombres."
Y David escogió la peste. Eran los días de la recolección del trigo. El Señor mandó entonces la peste a Israel, desde la mañana hasta el tiempo señalado. Y desde Dan hasta Berseba, murieron setenta mil hombres del pueblo. El ángel extendió su mano hacia Jerusalén para asolarla. Entonces David, al ver al ángel que estaba hiriendo a la población, dijo al Señor: "¡Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el culpable! ¿Qué han hecho estas ovejas? Carga la mano sobre mí y sobre mi familia." El Señor se arrepintió del castigo, y dijo al ángel, que estaba asolando a la población: "¡Basta! ¡Detén tu mano!"
Soy yo el que ha pecado, haciendo el censo de la población. ¿Qué han hecho estas ovejas? (2 Samuel 24,2.9-17)
Salmo
Dichoso el que está absuelto de su culpa, / a quien le han sepultado su pecado; / dichoso el hombre a quien el Señor / no le apunta el delito. R.
Había pecado, lo reconocí, / no te encubrí mi delito; / propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", / y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.
Por eso, que todo fiel te suplique / en el momento de la desgracia: / la crecida de las aguas caudalosas / no lo alcanzará. R.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro, / me rodeas de cantos de liberación. R.
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?" Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa." No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
No desprecian a un profeta más que en su tierra (Marcos 6,1-6)
Allí donde el ser humano pretende erigirse como único salvador y como única razón de su vida, la fe desaparece, los milagros desaparecen y la salvación de Dios desaparece. 10 min. 37 seg.
El gran enemigo de la ignorancia es el conocimiento pero el gran enemigo del conocimiento no es la ignorancia sino el creer que uno ya sabe. 4 min. 19 seg.
Oremos y revisemos nuestro corazón para no caer en pecado de arrogancia y pérdida de la confianza en Dios, como lo cometió el rey David. 5 min. 58 seg.
La vida oculta de Jesús fue la de un humilde artesano, un verdadero servidor de todos y en esa sencillez se regocijaba el Padre celestial. 5 min. 13 seg.
1.1 Muchas cosas del Antiguo Testamento pueden parecernos injustas, mágicas o primitivas, según los ojos modernos. Es injusto que una persona haga algo y otras paguen, como lo que vemos en la primera lectura de hoy. Suena a mágico eso de que Dios haga depender de un diálogo la suerte de todo un pueblo. Y es muy primitivo, para nuestra perspectiva, que los problemas se aborden desde el ángulo sobrenatural. Para nosotros, una plaga es una plaga y quien tiene que intervenir es el ministerio de salud, o como se llame en cada país. Según todo eso como que no tendríamos mucho que aprender de la lectura primera de hoy.
1.2 Pero sí hay mucho que aprender: sobre todo, que el pecado tiene consecuencias y que esas consecuencias no son sólo personales sino que afectan en realidad y a fondo la historia de otras personas. Si cada gobernante meditara que su corazón es el lugar donde tiene que encontrarse con la verdad de su conciencia y con la voz de Dios, ¿no es verdad que tendríamos mejores gobiernos y gobernantes?
2. Poca fe, pocos milagros
2.1 Si alguien sana enfermos imponiendo las manos la cosa resulta tan maravillosa que lo más probable es que pronto le veamos reunir multitudes. Para el evangelista del texto de hoy, en cambio, algo así casi ni merece el nombre de "milagro", ya que escribe que en su tierra [Jesús] "no pudo hacer allí ningún milagro; tan sólo sanó a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos". Por lo visto Jesús los había acostumbrado a un ritmo de hechos maravillosos, a un río de gracia que parecía menguarse ante un medio hostil de incredulidad.
2.2 Puede parecer simplista en exceso pero la regla que rige en esto es: no fe, no milagros. No se me critique si parece demasiado elemental, puesto que Jesús dijo: "Hágase en vosotros según vuestra fe" (Mt 9,29). Y en varias ocasiones dijo con total sencillez: "tu fe te ha curado" (Mt 9,22; Mc 10,52; Lc 17,19; 18,42; Hch 14,9). Es decir: no nos engañemos; enfrentémoslo: llevamos una vida mediocre en muchos aspectos porque tenemos una fe mediocre en muchos aspectos. La solución es suplicar, clamar por el don de la fe y poner en práctica esa fe, porque en ejercicio, crece y se hace fuerte.
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura: El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Dios mío, en ti confío, / no quede yo defraudado, / que no triunfen de mí mis enemigos; / pues los que esperan en ti no quedan defraudados, / mientras que el fracaso malogra a los traidores. R.
Señor, enséñame tus caminos, / instrúyeme en tus sendas: / haz que camine con lealtad; / enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / acuérdate de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. R.
«Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?
Por otra parte, si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga revestido de su gloria y de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles».
El que pierda su vida por mi causa, ése la encontrará (Lucas 9, 23-26)
Bondad, pureza y fortaleza; estas tres cosas encontramos en Santa Águeda y fueron las tres grandes armas con las que el cristianismo se abrió paso en el mundo antiguo. 5 min. 47 seg.
Lo que el mundo exige de la Iglesia, lo que la Iglesia espera de las comunidades religiosas y lo que cada comunidad desea de sus miembros es aquello que vemos brillar en esta santa: bondad, pureza y fortaleza. 21 min. 23 seg.
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1.1 Según antiguas tradiciones, Santa Águeda poseía todo lo que una joven suele desear: Una familia distinguida y belleza extraordinaria. Pero atesoraba mucho mas que todo su fe en Jesucristo. Así lo demostró cuando el Senador Quintianus se aprovechó de la persecución del emperador Decio (250-253) contra los cristianos para intentar poseerla. Las propuestas del senador fueron resueltamente rechazadas por la joven virgen, que ya se había comprometido con otro esposo: Jesucristo.
1.2 Quintianus no se dio por vencido y la entregó en manos de Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que esta la sedujera con las tentaciones del mundo. Pero sus malas artes se vieron fustigadas por la virtud y la fidelidad a Cristo que demostró Santa Águeda.
1.3 Quintianus entonces, poseído por la ira, torturó a la joven virgen cruelmente, hasta llegar a ordenar que se le corten los senos. Es famosa la respuesta de Santa Águeda: "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". La santa fue consolada con una visión de San Pedro quién, milagrosamente, la sanó. Pero las torturas continuaron y al fin fue meritoria de la palma del martirio, siendo echada sobre carbones encendidos en Catania, Sicilia (Italia).
2. Martirio y Virginidad
2.1 Mucha gente tiene la idea de que los milagros fueron un gran atractivo en la difusión del Evangelio, en los primeros tiempos. Esto no es cierto, hablando con propiedad. No porque los prodigios y milagros carecieran de atractivo en aquella época. De hecho, siempre es interesante ver cosas raras. Mas en aquellos tiempos lo "raro" era casi "frecuente" porque no faltaban, como tampoco faltan ahora, legiones de curanderos, brujos, invocadores de espíritus, predicadores de cultos extraños, vendedores de sueños, o... simples embaucadores.
2.2 En una época en que la ciencia, como la conocemos, no existía, todo se consideraba mediado por fuerzas extrañas o espíritus misteriosos, y es evidente que un ambiente así hace crédula a la gente, en un sentido, pero, en otro sentido, la hace menos propensa a sobrevalorar que alguien haga cosas "raras".
2.3 Es por eso notable que en los breves datos que tenemos de la vida y martirio de Águeda no aparece un solo milagro de ella. Su milagro fue su fortaleza; su milagro fue su pureza. Ser fuerte en un ideal hasta entregar la vida por él; ser puro en medio de una sociedad que considera normal y obligado un comportamiento sexual desmesurado: ¡eso sí que habla de un Espíritu con E mayúscula! ¡Eso sí que canta la gracia del Cielo! Y eso es lo que vemos hoy en Águeda, virgen y mártir.