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Natural de Nola, abrazó el servicio apostólico desde muy joven. Al morir su padre, Félix distribuyó la herencia entre los pobres y fue ordenado sacerdote por San Máximo, Obispo de Nola.
Iniciándose una cruel persecución contra la Iglesia, Máximo huyó al desierto para continuar al servicio de su rebaño. No siendo encontrado por los soldados romanos, Félix, quien lo sustituía en sus deberes pastorales, fue tomado preso, azotado, cargado de cadenas y encerrado en el calabozo, cuyo piso estaba lleno de vidrios.
Sin embargo, el Ángel del Señor se le apareció y le ordenó ir en ayuda del Obispo, quien yacía medio muerto de hambre y de frío. Ante su incapacidad de hacerlo volver en sí, el Santo acudió a la oración, y al punto apareció un racimo de uvas, cuyas gotas derramó sobre los labios del maestro, el cual recuperó el conocimiento. Luego fue conducido a su iglesia.
San Félix permaneció escondido orando constantemente por la Iglesia hasta la muerte de Decio. No obstante, continuó siendo perseguido hasta que se estableció la paz.
Falleció en medio de la pobreza y al servicio de los más necesitados, a pesar de haber sido elegido Obispo de Nola.
Había un hombre sufita oriundo de Ramá, en la serranía de Efraím, llamado Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Elihú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita. Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Fenina; Fenina tenía hijos, y Ana no los tenía. Aquel hombre solía subir todos los años desde su pueblo para adorar y ofrecer sacrificios al Señor de los ejércitos en Siló, donde estaban de sacerdotes del Señor los dos hijos de Elí, Jofní y Finés.
Llegado el día de ofrecer el sacrificio, repartía raciones a su mujer Fenina para sus hijos e hijas, mientras que a Ana le daba sólo una ración; y eso que la quería, pero el Señor la había hecho estéril. Su rival la insultaba, ensañándose con ella para mortificarla, porque el Señor la había hecho estéril. Así hacía año tras año; siempre que subían al templo del Señor, solía insultarla así.
Una vez Ana lloraba y no comía. Y Elcaná, su marido, le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no comes?, ¿por qué te afliges? ¿No te valgo yo más que diez hijos?"
Su rival insultaba a Ana, porque el Señor la había hecho estéril (1 Samuel 1, 1-8)
Salmo
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. R.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo; en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. R.
Te ofreceré, Señor, / un sacrificio de alabanza. (Salmo 115)
Evangelio
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed la Buena Noticia".
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: "Venid conmigo y os haré pescadores de hombres".
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
La liturgia en este Tiempo Ordinario que comenzamos nos lleva a acortar la distancia que nos dejó el pecado con Aquel que en realidad nos ha amado. 5 min. 32 seg.
La historia de los reyes se entrelaza con la historia del don de la profecía en Israel: ningún poder es genuino sino bajo el poder de Dios. 5 min. 17 seg.
Cristo nos anuncia que ha llegado el tiempo de salvación, pidamos que se haga realidad en nuestras vidas para que le digamos si al Dios que en su Hijo nos ha dicho sí. 7 min. 1 seg.
Cristo llama a sus discípulos para que a partir de lo que son lleguen a ser lo que Dios quiere que sean, lo mismo pasa con nosotros Jesús a partir de lo que somos quiere llevarnos a lo que Dios en su sabiduría y bondad quiere que seamos. 4 min. 14 seg.
La única estrategia que puede cambiar la vida del mundo es no responder en la misma clave de agresión; es responder como lo propone el Evangelio, rompiendo la espiral de la violencia. 5 min. 21 seg.
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1.1 Empezamos hoy el tiempo llamado "ordinario", o mejor: el tiempo "durante el año". En el dúo adviento-navidad celebramos la encarnación del Señor; en el dúo cuaresma-pascua celebramos la muerte y resurrección del Señor. La Encarnación y la Pascua son los dos misterios mayores de nuestra fe, pero no agotan el misterio de Cristo. El tiempo "durante el año" tiene ese propósito: contemplar de la mano del Evangelio el conjunto admirable del misterio del ministerio de Cristo, que es lo que va desde su Encarnación hasta su Pascua.
1.2 Nuestra guía en esa contemplación y maravilloso aprendizaje es, desde luego, el Santo Evangelio. Por eso el tiempo ordinario es el tiempo del evangelio, el tiempo para oír, de un modo continuo y muy completo, el evangelio. Ahora bien, como hay una serie de textos evangélicos que se proclaman en adviento-navidad y otra en cuaresma-pascua, los textos del tiempo ordinario empiezan con el bautismo del Señor, que fue la fiesta de ayer, y se prolongan hasta los discursos de fondo escatológico que Jesús predicó en Jerusalén, ya próximo a su Pasión.
1.3 El tiempo ordinario tiene 33 o 34 semanas, dependiendo del comienzo del adviento del año litúrgico siguiente. Durante esas semanas se leen los textos principales del Evangelio según san Marcos, luego las partes de Mateo que no tienen paralelo en Marcos y luego las partes de Lucas que no tienen paralelo exacto ni en Marcos ni en Mateo. De este modo, los evangelios llamados "sinópticos" nos enseñan a lo largo de este ciclo del tiempo ordinario a mirar el misterio del ministerio de Nuestro Señor Jesucristo.
1.4 Eso en cuanto a las lecturas del evangelio. Con respecto a la primera lectura, la Iglesia ha tomado una opción en dos ciclos: uno para los años impares, como este, y otro para los años pares. Los libros, o mejor dicho, las partes de los libros que se leen en cada ciclo, par o impar, son obviamente distintos. El ciclo de los años pares comienza, como vemos, con la historia de Samuel, en el Primer Libro que lleva su nombre; el ciclo de los años impares empezará con la Carta a los Hebreos.
2. ¿Sólo un conflicto entre mujeres?
2.1 Es bastante incómoda en todo sentido la situación que describe la primera lectura de hoy: un hombre con dos mujeres, que además pelean entre sí, con el agravante de que la una humilla a la otra por algo de lo que no es culpable: su esterilidad. ¿Se puede aprender algo bueno de semejante cuadro?
2.2 Por lo pronto, notemos que Ana ora; su necesidad y su sentirse incomprendida la llevan a orar; Peninná no tiene la necesidad y por eso tampoco tiene la oración. Y como no tiene la oración tampoco tiene la cercanía del Dios que se compadece de los necesitados, ni menos conoce la sorpresa de ser escuchada y bendecida.
2.3 Desde este punto de vista, lo importante no es tanto el que sean o no mujeres; ni siquiera el tipo de cuestiones que les llevan a tener problemas. Lo que interesa es el contraste de dos actitudes: por un lado la prepotencia de quien se siente fuerte y por consiguiente humilla; por el otro, la indigencia de quien se siente débil y por eso ora. Así entendemos que el orgullo va hermanado con la crueldad, mientras que la necesidad suele hacer pareja con la plegaria.