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La nación de Lituania es ahora de gran mayoría católica. Pero, en un tiempo en ese país, la religión era dirigida por los cismáticos ortodoxos, que no obedecen al Sumo Pontífice.
Y la conversión de Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat. Mas, tuvo que derramar su sangre para conseguir que su país aceptara el catolicismo.
En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania, propusieron unirse a la Iglesia Católica de Roma. Sin embargo, los más fanáticos ortodoxos se habían opuesto violentamente, produciéndose muchos desórdenes callejeros.
Ahora llegaba al Convento el que más iba a trabajar y a sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica.
Cuando sus enemigos se lanzaron contra él, lo atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río Divina. Era el 12 de noviembre de 1623.
Meses después, los verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron perdón por su terrible crimen.
El Papa ha declarado a San Josafat, Patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos. "La sangre de los Mártires es semilla de nuevos cristianos", como dijo Tertuliano.
Bogotá, Colombia (1964) - Dios te bendiga, te cubra con su Sangre Preciosa, te lleve de su mano siempre y te permita seguir cumpliendo muchos años más siempre en su camino, con su bendición y su amor.
Bogotá, Colombia (2008) - Pido a Dios Todo Poderoso que cada día alimente con su Santo Espiritu el Amor, la comprensión, la comunicación entre mi esposo y yo.
Ordenación Sacerdotal. Santiago de Cali, Colombia (1995) - Que Dios le siga bendiciendo e iluminando con su Espíritu, en sus prédicas, para el bien de la comunidad. Comunidad San Pedro Claver
Recuérdales que se sometan al gobierno y a las autoridades, que los obedezcan, que estén dispuestos a toda forma de obra buena, sin insultar ni buscar riñas; sean condescendientes y amables con todo el mundo.
Porque antes también nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. Mas cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado, con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador.
Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna
Andábamos perdidos, pero Cristo nos salvó por su misericordia (Tito 3, 1-7)
Salmo
El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar; / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término. R.
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
-«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les dijo:
-«ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo:
-«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo:
-«Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios? (Lucas 17, 11-19)
Sin el conocimiento de nosotros mismos frente a Dios y en Dios jamás descubriremos nuestra profunda indigencia ni el hecho que Él puede cambiarnos. 4 min. 41 seg.
El pecado produce una herida profunda en el corazón que prontamente se infecta, la solución es recibir a Jesús, Él es nuestra salud de alma y cuerpo. 4 min. 33 seg.
Lecciones de un encuentro entre la misericordia del Señor y nuestras miserias: No solo curados sino también salvados, nos quiere Cristo. 17 min. 37 seg.
1.1 Hay un cierto orgullo que uno puede sentir cuando el mensaje del Evangelio, más allá de su carga de cruz y paradoja, se impone y triunfa. Cuando, por ejemplo, vemos a un Francisco de Asís dando la espalda a los privilegios y halagos del mundo sólo por seguir la lógica de Cristo, sentimos que el mundo mismo queda derrotado y tiene que postrarse ante el poder de la gracia. Es fácil sentirse de orgulloso de eso.
1.2 Y es fácil también sentir algo de orgullo cuando la radicalidad del Evangelio se vuelve intransigencia ante el mundo, como cuando Jesús manifiesta su impresionante independencia o da muestras de una libertad maravillosa. Ante Pilato, ante Herodes o ante Caifás, gente a la que todo el mundo temía y ante la que todos temblaban, Cristo muestra una pasmosa franqueza, desprovista de todo adorno y casi de toda urbanidad.
1.3 Esos orgullos pueden desorientarnos sobre una verdad fundamental: una cosa es evitar el servilismo y otra cosa moverse en el ámbito de la grosería; una cosa es ser franco y otra ser agresivo; una cosa es ser radical y otra ser rígido; una cosa es manifestar la soberanía de Dios y otra pretender que uno no obedece a nadie; una cosa es ensalzar a Dios y otra negar el honor debido a los seres humanos. Estas son distinciones delicadas, casi sutiles, pero muy necesarias, si lo que queremos es favorecer la obra de la evangelización. Ni la grosería, ni la altivez, ni la petulancia son ayudas para la tarea de difusión de la Buena Nueva.
2. La Iglesia y las Relaciones Públicas
2.1 O dicho con otras palabras: hay un sentido válido y cristiano para las "relaciones públicas" en la Iglesia. Solemos asociar diplomacia con hipocresía y decencia con disimulo. Es un terreno resbaloso y ambiguo en el que un cristiano radical no quisiera hallarse, pero decididamente la vida nos lleva no por donde nosotros quisiéramos sino por donde debiéramos.
2.2 Este contexto nos permite entender las recomendaciones que Pablo, el radical Pablo, termina ofreciendo en la carta a Tito: "que respeten plenamente a las autoridades que gobiernan; que les obedezcan y estén dispuestos a hacer el bien; que no calumnien a nadie, que sean pacíficos, amables y siempre bondadosos con todo el mundo". Interesante ver esta recomendación de la "amabilidad". En griego dice "epiekëis", de donde viene la famosa "epiqueya"de los mediavales, que puede implicar también: modestos, humildes, mansos, pacientes.
2.3 Se trata de la frontera entre una persona humanamente acogedora y abierta, y una persona sufrida y generosa. Lo humano no riñe con lo cristiano. Vista desde fuera, esta virtud es plenamente humana; es la cualidad propia de las personas con quienes es agradable vivir porque son comprensivos, descomplicados y sencillos; vista desde dentro, es mucho más que buenas maneras: es el fruto maduro de un corazón que, por amor, sabe "sufrir" a la obra de Cristo (o sea, dejarlo actuar, quitando y poniendo a su gusto) y que, por amor, sabe esperar el momento de la gracia.
3. La Eucaristía, prenda de la herencia
3.1 En efecto, la razón profunda de esa "epiqueya" es la comprensión del tamaño de la sala del banquete, y de la grandeza del don que todos heredamos. Tenemos paciencia porque hubo Uno que nos tuvo paciencia, nos dio de sus dones y nos llamó a colaborar en la obra bendita de anunciar ese misterio de su propio y característico amor.
3.2 La paciencia no es simple aguante; es nuestro aporte específico a la difusión del don que se nos dio, que nos llenó de gozo y nos hizo mensajeros de la gracia. La amabilidad no es simple urbanidad; es nuestro modo de mantener obstinadamente abiertas las puertas de la salvación para que todos reciban la herencia que el Heredero, Jesucristo, nos concedió en la hora espantosa y noble de la Cruz.
Hermanos: Yo, Pablo, prisionero por la causa del Señor, los exhorto a que lleven un vida digna del llamamiento que han recibido. Sean siempre humildes y amables; sean comprensivos y sopórtense mutuamente con amor; esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la paz.
Porque no hay más que un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es también sólo una la esperanza del llamamiento que ustedes han recibido. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que reina sobre todos, actúa a través de todos y vive en todos.
Cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha dado. El fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros. Y esto, para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.
A fin de que desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo (Efesios 4, 1-7.11-13)
Salmo
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, / el orbe y todos sus habitantes: / él la fundó sobre los mares, / él la afianzó sobre los ríos. R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? / ¿Quién puede estar en el recinto sacro? / El hombre de manos inocentes / y puro corazón, / que no confía en los ídolos. R.
Ése recibirá la bendición del Señor, / le hará justicia el Dios de salvación. / Éste es el grupo que busca al Señor, / que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R
Del Señor es la tierra y cuanto la llena. (Salmo 23)
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo:
«Padre, no sólo te pido por mis discípulos, sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que su unidad sea perfecta y así el mundo conozca que tú me has enviado y que los amas, como me amas a mí.
Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido; pero yo sí te conozco y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos».
Quiero que donde yo esté, también estén ellos conmigo (Juan 17, 20-26)
MEMORIA DE SAN JOSAFAT, OBISPO Y MÁRTIR
Anhelamos la unión entre católicos y ortodoxos, y la encomendamos a la intercesión de san Josafat. 4 min. 58 seg.
La alegría y una personalidad encantadora a menudo son instrumentos de engaño y pecado. Josafat mostró que pueden servir también para las más nobles causas. 8 min. 29 seg.
1.1 Si hay algo que testifica la vida de San Josafat es la capacidad del amor, del verdadero amor, para ir más allá de toda barrera y todo límite. Si es propio del odio alimentarse de prejuicios, es propio del amor superar los prejuicios y llevar a que podamos conocernos unos a otros.
1.2 Conclúyase, entonces, en primer término, que el odio se nutre tanto de la mentira como el amor se alimenta de la verdad. Es la verdad que todos somos necesitados y que hay Uno, solo Uno, que es genuinamente necesario. El modo entonces de cesar en el encono contra mi enemigo es en primer lugar reconocerlo como humano, y por tanto, como necesitado.
1.3 Josafat gastó sus días venciendo prejuicios, aliviando temores, tendiendo puentes. Él mismo quiso ser puente, y pagó el precio que esto comporta, a saber, ser pisoteado por otros. Su martirio nos recuerda que el amor, el verdadero amor, implica estar dispuesto a dar de nosotros mismos: sin siembra no hay cosecha.
2. Un sueño por alcanzar
2.1 Este santo obispo que buscó con tanto amor y eficacia la reunión de los cristianos de Oriente y de Occidente es también un despertador que nos recuerda que ese gran sueño no ha sido conseguido todavía.
2.2 Las circunstancias que rodearon el terrible cisma del año 1054, culminaron en las terribles excomuniones mutuas entre el Papa León IX y el Patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario. Arrogancia, necedad, dureza, y sobre todo faltas graves de caridad abundaron por aquella época que dio origen al Gran Cisma que muchos años después san Josafat trató de ayudar a superar. No podemos perder las lecciones de la Historia: ya sabemos adónde conducen esos caminos.
2.3 Sea este entonces un día de oración, de humildad, de caridad: un día impregnado por el espíritu del gran Josafat, que supo ser grande en el amor hasta el final.