Al extinguirse las llamaradas del primer entusiasmo, el avance a oscuras se torna penoso. -Pero ese progreso, que cuesta, es el más firme. Y luego, cuando menos lo esperes, cesará la oscuridad y volverán el entusiasmo y el fuego. ¡Persevera!
Dios nos quiere a sus hijos como fuerzas de ofensiva. -No podemos quedarnos a la expectativa: lo nuestro es luchar, allá donde nos encontremos, como un ejército en orden de batalla.
No te falta el trato agradable de conversador inteligente… Pero también eres muy apático. -“Si no me buscan…”, te excusas. -Si no cambias -puntualizo- y no vas al encuentro de quienes te esperan, nunca podrás ser un apóstol eficaz.