Fair Play (2a. parte)

Haciendo del orgullo virtud

El Fair Play tiene un único pero muy poderoso argumento, según es mi opinión: Si disminuyes a tu adversario para vencerlo nunca sabrás qué tan grande eres. Yo no soy sociólogo ni mucho menos pero mi impresión es que el fomento institucional y consuetudinario del orgullo hace parte de las sociedades en las que las reglas son más respetadas. Al parecer, cuando un ser humano construye un concepto muy alto e individualista de sí mismo incluye en ese concepto sus principios, que en buena parte provienen de las reglas de la sociedad en que vive. El efecto final es que la gente se acostumbra a trabajar por sus metas respetando las reglas, aunque con la clara esperanza de que esas mismas reglas le demuestren todo lo grande de su autoimagen. Este sistema resultó extraordinariamente eficaz para el Imperio Británico y de algún modo se ha extendido adonde ese mismo Imperio ha llegado.

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Menos por Menos da Más

El primer misterio matemático grande que yo recuerde haber aprendido en el colegio fue aquella famosa ley de los signos: “al multiplicar, signos iguales, dan más; signos distintos, dan menos.” Según eso, “más por más, da más“, pero también, “menos por menos, da más.

No vamos aquí a discutir las bases o las aplicaciones de esta ley, sino a presentar una aplicación muy particular (y analógica) de ella. Quiero referirme a Irlanda.

La premisa básica es: las condiciones de geografía de una isla grande generan un modo particular de sicología, por darle un nombre, que no se equipara a lo que sucede en un Continente o en una isla pequeña.

El tamaño importa porque una extensión de tierra habitable, que sea continua y a la vez muy grande, presentará probablemente variaciones culturales lo suficientemente pronunciadas como para disminuir la velocidad con que se hacen públicamente aceptables y aceptadas unas ciertas ideas o costumbres.

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¿Cuánto nos modela la geografía?

Una de las grandes bendiciones de encontrarse en otro lugar, a miles de kilómetros de las tierras que uno ha conocido en la infancia y la juventud, es una especial sensibilidad por la geografía. Es verdad que por obra de la globalización uno puede tomar jugo de naranjas españolas al desayuno, degustar uvas francesas al almuerzo, acompañado por bananos de Costa Rica, en una mesa adornada con flores de Colombia. El vino de la misa es portugués y quizá no falte un poco de Schwarzbröte alemán. Todo eso está bien, y los almacenes especializados en importación se multiplican (¿alguien quiere jugo de zanahorias hidropónicas de Japón, por casualidad?). Pero hay algo que está ligado a la tierra, al lugar, a la geografía.

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Humor Irlandés

Uno de los apellidos más comunes en Irlanda es Murphy –sí, como en la mundialmente famosa “Ley de Murphy“–. Y dicen algunos irlandeses que esta Ley se debe a uno de los suyos, mientras que la respuesta que ofrece una investigación en Yahoo es que el Murphy de la ley fue Edward Murphy, un ingeniero que trabajaba en la base Edwards (California, Estados Unidos). Es probable que el Murphy irlandés, haciendo gala de su propia ley, haya tenido tan mala suerte que hasta haya perdido la autoría de su ley, no sabemos…

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¿Dublín o Madrid?

Irlanda tiene fama de país frío. Con razón, si pensamos en los acantilados del este azotados en estos días por vientos a veces cercanos a los 100 km/h. Y con razón también si pensamos en el sol acostándose tan temprano (4:30 pm) y levántandose tan tarde (casi 9 am). Mas hay otros factores que afectan. Irlanda se alcanza a beneficiar de la Corriente del Golfo de México, que modera la temperatura del Atlántico. Esto hace que Dublín tenga un clima que se enfría menos que otros lugares en invierno y se calienta menos que otros lugares en verano.

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Inglaterra y España, segunda parte

Comentábamos el 26 de octubre de 2003 sobre las sensibles semejanzas de Inglaterra y España en cuanto al tema de Irak, y las posibles raíces que ello pudiera tener en el pasado imperial que cada uno de ellos ha tenido.

Eso, desde luego, no suprime las diferencias, que son muchas. Porque en cierto modo Gran Bretaña y España responden a dos modelos casi contrapuestos de “hacer imperio”, tema seductor, que tendremos que declarar en suspenso por ahora, porque en este momento quisiera compartir una reflexión en otra línea relacioanda pero distinta.

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Armados de liras y de arpas

Pasemos revista a los escudos de los distintos países del mundo. ¿Qué encontramos?

Abunda, sin duda, el tema de la fuerza. El león, como en el caso de Gran Bretaña o España; el águila, como en los Estados Unidos, Alemania, Egipto o México; los laureles de la victoria, como en Italia; el cóndor, en fin, como en Colombia: en estos y tantos otros casos abundan las demostraciones de fuerza, sin olvidar la imagen de una represa hidroeléctrica, en el caso de Corea del Norte.

A veces ese poderío corresponde con una realidad histórica (de tipo imperialista); otras veces, parece más un deseo.

Algunos países, como Francia o Japón, no tienen un escudo oficial que identifique al país como tal; otros en cambio hacen alegoría a un rasgo del país, como la palmera de Cuba, o algo aspecto religioso como el símbolo taoísta en el escudo de Corea del Sur o la menorá del escudo israelí.

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Paz y paradoja

Irlanda es un lugar paradójico: sus paisajes son un monumento a la paz del alma, pero su historia habla de sucesivas invasiones. Celtas, vikingos, normandos e ingleses han dejado su huella, pero de algún modo han sido asimilados también por el estilo de esta isla. De ese modo ha resultado que los vencedores (porque han logrado mucho de lo que querían) han sido vencidos (porque finalmente el alma irlandesa los ha asumido).

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Cómo es Dublín

Dublín es una ciudad de contrastes y de gran movimiento. Tiene dos grandes zonas históricas, amén de amplios barrios residenciales y zonas verdes. Hacia el sur, hay todo un polo de vida y desarrollo en los alrededores de la calle Grafton; un poco más la norte, el gran eje que forma la calle O’Connell, actualmente en proceso de remodelación y embellecimiento urbano.

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