Paz y paradoja

Irlanda es un lugar paradójico: sus paisajes son un monumento a la paz del alma, pero su historia habla de sucesivas invasiones. Celtas, vikingos, normandos e ingleses han dejado su huella, pero de algún modo han sido asimilados también por el estilo de esta isla. De ese modo ha resultado que los vencedores (porque han logrado mucho de lo que querían) han sido vencidos (porque finalmente el alma irlandesa los ha asumido).

De una historia así ha nacido un espíritu independiente y especialmente sensible en contra de los imperialismos. Las voces de Estados Unidos, en particular, que es como el Imperio de turno, son recibidas con distancia y desconfianza en Dublín.

Con todo, hay otro imperio, más sutil y menos ostentoso, que está logrando lo suyo en Irlanda y en muchas otras partes del globo terráqueo. ¿Cómo llamarlo? Talvez, con usanza bíblica, el “espíritu del mundo”.

Lo digo porque los mismos irlandeses mayores hablan de los cambios acelerados de su propia sociedad en demasidado poco tiempo. No sólo la religión se ha vuelto irreconocible, sino que la misma capacidad de reacción comunitaria –una de sus grandes virtudes– se siente decaída y perezosa, ante el avance indiscutible del consumismo hedonista y del individualismo eficientista.

Quedan, sin embargo, recursos interiores de reacción. Este pueblo se siente orgulloso de su historia, su arte y su literatura. En cuanto a su historia y sus letras, no faltan amplias secciones específicas sobre Irlanda en las “bookshops”, por dar un ejemplo. Y en cuanto al arte, bueno… estoy en el epicentro del palpitar vivo por todo lo celta. Lo celta se ha convertido casi en una bandera de identidad, no porque los celtas hubieran vivido sólo o principalmente aquí, sino porque tal vez aquí tuvieron menos interrupciones, y porque aquí, gracias a San Patricio, se dio una especie de transfusión del misticismo de la naturaleza al misticismo de la gracia, como tal vez no se ha dado en otro lugar.

Aunque, si uno es un poco escéptico, quizá pueda también criticar esa moda celta. Me decía un padre de este convento: “Cuando quieren que algo se venda le ponen en alguna parte que es celta”. En todo caso, no está dicha la última palabra; eso es claro.