Fair Play (2a. parte)

Haciendo del orgullo virtud

El Fair Play tiene un único pero muy poderoso argumento, según es mi opinión: Si disminuyes a tu adversario para vencerlo nunca sabrás qué tan grande eres. Yo no soy sociólogo ni mucho menos pero mi impresión es que el fomento institucional y consuetudinario del orgullo hace parte de las sociedades en las que las reglas son más respetadas. Al parecer, cuando un ser humano construye un concepto muy alto e individualista de sí mismo incluye en ese concepto sus principios, que en buena parte provienen de las reglas de la sociedad en que vive. El efecto final es que la gente se acostumbra a trabajar por sus metas respetando las reglas, aunque con la clara esperanza de que esas mismas reglas le demuestren todo lo grande de su autoimagen. Este sistema resultó extraordinariamente eficaz para el Imperio Británico y de algún modo se ha extendido adonde ese mismo Imperio ha llegado.

La mezcla de fair play y orgullo produce unos niveles muy altos de competencia. La competencia produce deseos de excelencia y de triunfo a la vez. A veces se triunfa buscando la excelencia; a veces simplemente se triunfa. Esto lo sabe mejor que nadie la realeza británica, que exalta ambas cosas: el triunfo como tal y la excelencia como tal. Es propio del alma británica sentir que ganan y sentir que son los mejores. Y son dos cosas que se parecen pero que no son lo mismo. Uno puede ganar porque es el mejor, o puede ganar por otras razones. De aquí proviene la multiplicidad de caracteres típicamente ingleses: el excéntrico, el flemático, el punk, el genio, el astuto. ¿Cómo puede una misma cultura impulsarlos a todos? Cada uno de ellos representa un modo de “triunfar”, es decir, un modo de hacer un impacto en la sociedad y lograr un grupo de seguidores, una corriente de vida. ¿Cómo puede la reina de Inglaterra condecorar al principal de los Rolling Stones? Podría ser una pura exaltación del dinero que este grupo ha traído a Gran Bretaña, pero quizá haya algo más: es una imagen del poder de quien logra algo, de quien abre un camino y tiene la fuerza interior y exterior de hacer que otros sigan tras ellos.

Las consideraciones morales

Claro, muchos de nosotros no llegaríamos tan lejos. Las consideraciones morales nos impiden agasajar a los Rolling Stones. Pero un Imperio no se levanta sobre consideraciones morales. Precisamente, una de las fortalezas del modo imperial británico es no hacerse muchas preguntas sobre lo bueno y lo malo.

Es curioso: uno supondría que la sociedad del fair play es una sociedad hondamente interesada por el bien y el mal. Y eso es cierto hasta un cierto punto, pero no es lo determinante. Al fin y al cabo, se trata de un play, que puede significar, una representación o incluso un juego. La vida misma es un inmenso play que tiene reglas, pero la manera de enunciar y obedecer las reglas mismas es como un meta-juego, un juego sobre el juego. Si suena raro o abstracto, no es mi culpa: los ingleses son los grandes lógicos de la cultura de Occidente. es algo que llevan en la sangre.

Es muy complejo saber qué significa “ganar” en el juego de la vida, como lo entiende el fair play. En cierto modo, ganar es lograr una definición nueva de lo que significa ganar. Vivir, según esto, es producir una definición de vivir. Existir es significar. Siglos antes de Sartre y sus compañeros, el existencialismo había encontrado una variante lógica o logicista en la inmensa isla. Cada inglés tiene algo de ese existencialismo práctico, anterior a todo enunciado, y lo mira y vive con una mezcla de cinismo, estoicismo y secreta solemnidad.