Sabiduría y valor de los obispos de Colombia ante el referendo

(ZENIT – Roma)-. La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) aclaró a los medios de comunicación social del país y a los líderes de opinión que los obispos no han animado a la población para que voten por el sí o por el no en el plebiscito. Así lo informó a través de un comunicado de prensa el Departamento de Comunicación Social del episcopado.

En el comunicado se recuerda que los obispos del país, reunidos en Bogotá el pasado mes de julio, convocaron a los colombianos para que “participen en la consulta sobre los Acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión, como ejercicio efectivo de la democracia y con el debido respeto de lo que la mayoría finalmente determine”.

En este marco se pide a los medios de comunicación y líderes de opinión que “eviten cualquier mensaje equívoco que ponga en entre dicho la postura del episcopado”.

Texto del comunicado de prensa

Ante comentarios que se han difundido en y por algunos medios de comunicación social del país, donde se insinúa o se da por hecho que la Iglesia Católica está a favor del Sí en el plebiscito, el Departamento de Comunicación social de la Conferencia Episcopal de Colombia, aclara lo siguiente:

Los obispos de Colombia, terminada la Asamblea Plenaria 101 del pasado julio del año en curso, emitieron un comunicado titulado “Artesanos de la paz” donde explícitamente dicen: “Convocamos al pueblo colombiano a participar en la consulta sobre los Acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión, como ejercicio efectivo de la democracia y con el debido respeto de lo que la mayoría finalmente determine.”
De ninguna manera el comunicado induce a los colombianos a votar por el Sí o por el No. Por tal motivo, la Iglesia católica agradece a los medios de comunicación y demás agentes generadores de opinión pública, evitar cualquier mensaje equívoco que ponga en entre dicho la postura clara que el episcopado ha expresado sobre el plebiscito.

Pbro. José Elver Rojas Herrera – Director Departamento de Comunicación Social CEC

Historia prodigiosa del Santo Cristo de Totolapan

A unos 125 kilómetros de la ciudad de México, cerca de la Estación Cascada, se halla el pueblo de Totolapan, cuyo primer evangelizador y prior, en 1535, fue fray Jorge de Avila, que edificó casa y convento, y que desde allí evangelizó otros ocho pueblos del actual estado de Morelos. Pues bien, fray Antonio de Roa en 1542 fue nombrado prior de San Guillermo Totolapan, allí precisamente donde aprendió la lengua mexicana, cuando pensaba volverse a España. Tenía entonces 51 años, y su enamoramiento de Cristo Crucificado iba haciéndose cada vez más profundo…

Por aquellos años, apenas llegaban imágenes de España y no había en el lugar todavía quien las hiciese. Y el padre Roa, acostumbrado a orar en Burgos ante aquel famoso cristo de los agustinos, tenía muy vivos deseos de conseguir un hermoso crucifijo, y «lo había pedido muchas veces con devoción y ahínco».

Y un día de 1543, el quinto viernes de Cuaresma, el portero avisa al prior Roa que un indio ha traído un crucifijo para vender. Fray Antonio corre allí, desenvuelve el cristo del lienzo en que el indio lo traía, y sin hacer caso del indio, toma el crucifijo, besa sus pies y su costado, lo venera con emocionadas palabras, y se apresura a colocarlo en la reja del Coro, donde siempre había deseado tenerlo. En seguida llama a los frailes para darles tan buena nueva… Pero cuando trata de dar razón del indio, advierte que ni se ha fijado en él. Corren entonces a la portería, al pueblo, a los caminos, pero del indio nunca más se sabe nada.

En 1583, cuarenta años más tarde, los agustinos lo trasladaron a su gran convento de México, donde esperaban que podría recibir más culto, y para ello, al parecer, lo sacaron de noche y ocultamente por una ventana que todavía se muestra. En 1861, con motivo de la exclaustración decretada por Benito Juárez, los agustinos hubieron de abandonar su grandioso templo de la ciudad de México. Y fue entonces, tras doscientos setenta y ocho años de ausencia, cuando el pueblo de Totolapan consiguió recuperar su santo cristo, y lo trajo cargando desde México. Éste es el origen del Santo Cristo de Totolapan, lleno de majestad y de belleza, tan venerado hasta el día de hoy.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Un agustino misionero, extraordinariamente valiente

Verdadera fraternidad

Nunca dejaba ya el padre Roa aquellas montañas, donde misionaba y servía incansablemente a los indios, como no fuera para visitar unas horas a su gran amigo, fray Juan de Sevilla, prior en Atotonilco el Grande. Se encontraban en la portería, conversaban un bueno rato, no más de una hora, se confesaban mutuamente y, sin comer juntos, volvía Roa a sus lugares de misión. Allí están pintados, en la portería del convento de Atotonilco, los dos amigos abrazados, con esta inscripción debajo: «Hæc est vera fraternitas».

Asalto al ídolo máximo de los huaxtecos

En Molango, ciudad de unos cuarenta mil habitantes, había un ídolo traído hace mucho tiempo de Metztitlán, de nombre Mola, que era el principal de todos los ídolos de la zona. En torno a su teocali piramidal, de 25 gradas, donde era adorado, había gran número de casas en las que habitaban los sacerdotes consagrados a su culto. Allí, un día de 1538, convocó el padre Roa a todos los sacerdotes y fieles idólatras, que se reunieron a miles. Sin temor alguno, el santo fraile desafió al demonio, que por aquel ídolo hablaba con voz cavernosa, y le increpó en el nombre de Cristo para que se fuera y dejara de engañar y oprimir a los indios. Luego, desde lo alto del templo, rodeado de sacerdotes y sirvientes del ídolo, predicó a la multitud con palabras proféticas de fuego. Hasta que, en un momento dado, los mismos sacerdotes y sus criados arrojaron el ídolo por las 25 gradas abajo, quedando de cabeza. En seguida, el furor de los idólatras desengañados hizo pedazos al ídolo al que tantas víctimas habían ofrecido. Y «esto que he contado -dice Grijalva- es de relación de los indios, que por tradición de sus padres lo refieren por cosa indubitable».

Una vez terraplenado el lugar, se construyó allí una capilla dedicada a San Miguel, el gran arcángel vencedor del demonio. Digamos de paso que no pocos de los muchos santuarios que en México hay dedicados a San Miguel tienen en sus orígenes historias análogas.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Análisis extenso de lo sucedido en la marcha del 10 de agosto de 2016

Fray Nelson, ¿en su concepto son apropiadas las acusaciones de intolerancia que se lanzan contra aquellos que marcharon el pasado 10 de agosto de 2016? ¿Cuál es su análisis de esos hechos?

* * *

Todo empezó con la divulgación de algunas disposiciones que el Ministerio de Educación de Colombia quería imponer a los colegios públicos y privados. En archivo adjunto va el texto auspiciado por el #MENColombia.

Sigue mi análisis de lo visto y vivido.

1. Por favor, díganme en cuál de las 99 páginas de ese documento hay posibilidad de que los papás NO estén de acuerdo con las directrices ahí establecidas, o qué caminos de desacuerdo o disenso caben legalmente. Porque si un papá o una mamá NO PUEDE disentir de las directrices y disposiciones y si ya se le anuncia que está peleando contra la Constitución Nacional, ¿qué nombre le damos a eso?

En castellano sencillo, cuando algo tiene valor de ley y no se puede disentir se llama una IMPOSICIÓN aunque la palabra, por supuesto, no esté así en el texto. Ni la ONU ni la UNESCO ni el MENColombia son tontos.

2. En el texto de 99 páginas por todas partes se habla de la Identidad de Género (IG) y de la Orientación Sexual (OS) de “las niñas, los niños y los adolescentes.” No se especifica sin embargo QUIÉN determina cuáles son esa IG y esa OS para cada ser humano. Claramente no son los papás porque en el examen crítico de los “contextos” que manda el #MENColombia están incluidos los papás y mamás, donde se ve que su postura es SOLAMENTE UN INSUMO que la institución educativa debe neutralizar siempre que considere que se está obrando en contra de lo dispuesto por el Gobierno Nacional–o por lo menos, tal era la propuesta que fue derrotada por la marcha del 10 de agosto de 2016.

En consecuencia, si la IG y la OS no la pueden declarar, reconocer y defender los papás–a partir de la naturaleza, claro está–sólo hay una respuesta sobre quién la define: ES EL MISMO NIÑO O NIÑA quien determina qué quiere ser. ¿Y qué dice el material del #MENColombia sobre cómo deben ser tratadas esa IG y esa OS? Deben ser respetadas, valoradas, protegidas y nunca ser cambiadas.

El único escenario que esto nos deja es: un niño que quiere ser niña, o lo contrario, y unos papás que no pueden hacer nada al respecto. Y además, un colegio que tiene que simplemente fortalecer y proteger la decisión que ha tomado ese menor de edad.

3. Pregunta pertinente entonces: ¿Estamos hablando de que un niño a sus siete o diez años puede decidir que es niña, o lo contrario? ¿Cuántas decisiones infinitamente menos trascendentes de un menor de edad simplemente no son aceptables, precisamente porque estamos hablando de un ser humano en formación, que necesita custodia y guía de mayores? Resulta además que, SEGÚN ESTABLECE LA CONSTITUCIÓN DE COLOMBIA, esos mayores que han de guiarlo han de ser los papás, de acuerdo con sus propios principios.

Ejemplos. ¿Qué es más trascendente en la vida de un niño: que decida que desde el próximo lunes es niña, o que decida dejar de estudiar? Pues bien, si un niño decide: “Ya no estudio más” su decisión no vale, y primero con argumentos y persuasión y luego con otros recursos, se contradirá lo que el niño quiere. Pero según el #MENColombia, si el mismo niño decide: “Ahora voy a ser transexual” entonces eso sí debe ser respetado y es intocable. Y si acaso los papás no están de acuerdo, la ley cae sobre los papás. Es decir que aquellas cosas que tienen mayores repercusiones, y que son más trascendentes, son aquellas de las que el Ministerio excluye a los papás.

¿Qué es más trascendente en la vida de una niña de once años, que decida que ella es bisexual o que decida que quiere estudiar en escuela nocturna? Y sin embargo, en cuanto a elegir el plantel educativo y el modo de educación la voz la tienen los papás pero en cuanto a que una niña de doce años pueda decidir algo que va a afectar toda su vida, deben ser espectadores tan “respetuosos” que sólo puede llamárseles pasivos.

¿Qué nombre tiene eso? ¿No es exactamente exclusión y mordaza a nombre de la “tolerancia”?

4. El hecho de que los papás y mamás hayan salido a protestar y defender lo que es su derecho natural, consagrado además por la ley constitucional, no tiene por qué ser visto como un ataque a ningún sector de la población.

Al respecto, ha habido varios intentos de describir la marcha de la peor forma posible, en un claro intento de disminuir su resonancia social, y también como un modo de evitar nuevas derrotas a los que quieren imponernos sus agendas.

Por ejemplo, se ha dicho que es una marcha de “sectores conservadores.” ¿Y los papás “liberales” no tiene el mismo derecho con sus hijos? El hecho de que algunos no se hayan dado cuenta sólo hace MÁS necesario este tipo de manifestaciones públicas para ayudara despertar a todos.

Se ha dicho que es una marcha políticamente orientada por personas como el señor Procurador de la Nación. Pero resulta que con o sin Procurador los derechos de los papás y mamás están siendo conculcados. Que él, u otras personas apoyen, debe ser visto como un acto de conciencia de cada quien pero no es él sino la ofensa al derecho propio lo que hace salir a los padres y madres, por ellos y por sus hijos.

Se ha dicho que es un asunto religioso, y en particular, un episodio “más” de intolerancia de la Iglesia Católica. ¿Y los derechos de los papás budistas o musulmanes no importan? ¿No están siendo pisoteados también? Evitemos los distractores en materias de tanta gravedad.

En fin, somos conscientes de que estas son horas difíciles para la familia pero es un gran consuelo ver que muchos papás y mamás, y en general amplios sectores de la sociedad, resultaron más despiertos y activos de lo que algunos pensaban.

Importante que todos comprendamos que no se trata de violencia pero tampoco se trata de que con las etiquetas de una mal entendida tolerancia nos obliguen a tragar lo que sea, o que por miedo a que nos espeten su insulto favorito (“¡homófobos!”) nos quedemos callados. Existe algo que se llama conciencia, y hay que saber escucharla.

Cinco puntos clave de la rueda de prensa del Sr. Cardenal de Bogotá

El martes 9 de agosto de 2016, S.E.R. Rubén Salazar, Arzobispo de Bogotá, ofreció una rueda de prensa con motivo de la presión del Ministerio de Educación Nacional de Colombia sobre los colegios para imponer la ideología de género, como ha sucedido en tantos otros lugares. Cinco puntos son importantes recordar:

1. Respeto a todos los seres humanos, tanto a las mayorías como a las minorías.

2. Actitud de diálogo y de construcción del bien común.

3. No es correcto que una instancia de discernimiento judicial, como es la Corte Constitucional, asuma de hecho las funciones de un órgano deliberativo y legislativo como es el Congreso.

4. No es admisible la imposición de la ideología de género a través de la revisión de los manuales de convivencia.

5. El principal papel de la Iglesia es ayudar a formar las conciencias.

Un misionero llamado por segunda vez a la labor

Escribe Grijalva: «Vino este santo varón a estas partes el año de 1536, y quedó España tan triste cuanto nosotros alegres. La celda en que vivió en Burgos, que fueron doce años, era tan estimada de todos, que por reverencia no permitían que ninguno viviese en ella» (II,20). Cuando llegaron a México los doce agustinos, Fray Juan de Sevilla, como prior, y el padre Antonio de Roa fueron destinados a misionar lo que el cronista Grijalva llama Sierra Alta, es decir, la hoy llamada Sierra de Pachuca, al noreste de la ciudad de México, en el estado de Hidalgo.

Los indios no vivían en poblaciones, sino diseminados por los riscos. Y por aquella región abrupta y montañosa, cuenta Grijalva, «entraron el Padre F. Juan de Sevilla y el bendito F. Antonio de Roa, corriendo por estas sierras como si fueran espíritus. Unas veces subían a las cumbres, y otras bajaban a las cavernas, que para bajar ataban unas maromas por debajo de los brazos, en busca de aquellos pobres indios, que vivían en las tinieblas. Hallaban gran dificultad en ellos, porque antes que entraran nuestros religiosos, les había hecho el Demonio muchas pláticas, representándoles la obligación que tenían a conservarse en su religión antigua, que viesen los grandes trabajos que padecían ya los de los llanos, después que habían mudado de religión, que ya ni el cielo les daba sus lluvias, ni el sol los miraba alebre, ni los podía sufrir la tierra… Estaban tan persuadidos los indios, y tan acobardados, que aun oir no los querían» (I,19).

No había modo. «En esto pasaron un año entero sin hacer fruto alguno» (I,22). Así las cosas, Fray Antonio, «acordándose de que su vocación fue buscando la quietud y soledad del alma, y pareciéndole que la perdía en aquellos ejercicios, y viendo que era de poco efecto su trabajo, y que aprovechaba poco a los indios; o a lo que siempre se entendió, temiéndose de que no se hacía fruto por culpa suya, y pensando que otros acabarían mejor aquel negocio, como habían acabado otros de la misma dificultad, trató de volverse a Castilla. Propúsolo al Provincial, y tantas razones le dijo, que le convenció y le dio la licencia» (II,20). De este modo, su amigo del alma, «fray Juan de Sevilla se quedó solo [en Atotonilco el Grande] entre aquellas sierras con algunos pocos indios que había llevado de los llanos» (I,22).

Mientras se arreglaba el viaje, se retiró fray Antonio al convento de Totolapan, que ya entonces reunía en su torno una fervorosa comunidad de indios conversos. De uno de ellos, que era mestizo, aprendió el idioma mexicano con tal rapidez y perfección que es para pensar «que tuvo no al mestizo, sino al mismo Dios por maestro» (II,20). Allí servían dos frailes, que se despedazaban para atender nueve pueblos. Y él les veía avergonzado, cada vez más dudoso de su intención de abandonar la Nueva España…


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Comienza la historia admirable del agustino Fray Antonio de Roa

Conocemos la historia admirable del agustino fray Antonio de Roa por la Crónica de la Orden de N. P. S. Agustín en las provincias de la Nueva España, escrita por el padre Juan de Grijalva, y publicada en México en 1624; y también por el libro del benemérito presbítero mexicano Lauro López Beltrán, Fray Antonio de Roa, taumaturgo penitente.

Fernando Alvarez de la Puebla, distinguido caballero castellano, y Doña Inés López, en la villa burgalesa de Roa, perteneciente a la diócesis de Osma, tuvieron en 1491 un hijo a quien llamaron Fernando. De su madre recibió éste una formación espiritual que habría de valerle para toda su vida. «Su madre, asegura Grijalva, fue tan piadosa y buena cristiana que fue maestra de este gran contemplativo» (II,20), como se vio más tarde, siendo ya religioso. Desde chico «le llamaban el niño santo», y era «la estatura y los miembros bien proporcionados, y de robusta salud. Hombre de grandísima verdad, y de discreta conversación, muy piadoso con los pobres, humilde y templado».

La precocidad religiosa de este joven da ocasión a que sea nombrado a los 14 años, siendo laico, canónigo de la Colegiata de Canónigos Regulares de San Agustín en Roa, función que desempeña día a día con la mayor fidelidad, aunque siempre se resiste a ser ordenado sacerdote. En 1524, a los 33 años, pasa de la vida litúrgica en la Colegiata y de las obras de caridad y apostolado en Roa a la vida religiosa, ingresando en los agustinos de Burgos, atraído por su devoción al santo Cristo Crucificado que allí se venera. Toma entonces el nombre de Antonio de Roa, profesa en 1528, y venciendo los frailes sus muchas resistencias, es ordenado sacerdote poco después.

En 1536, fray Francisco de la Cruz, agustino adelantado en México, viaja a España consigue doce misioneros de su Orden, y entre ellos al padre Antonio de Roa. La marcha de fray Antonio fue muy sentida en Burgos, y ante la solicitud de fray Francisco de la Cruz, «le rogó el Padre Provincial que le dejase, y que le daría por él otros tres religiosos, los que quisiese escoger de toda la Provincia» (II,20)…


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Llegada de los primeros agustinos a México

Al poco tiempo de la conquista de México, en 1533, siete agustinos, guiados por fray Francisco de la Cruz, llamado «el Venerable», iniciaron allí su labor misionera. Dos años después, consiguió fray Francisco en España seis compañeros más. Y al año siguiente logró para la Nueva España otros doce misioneros, entre los cuales fray Antonio de Roa. De esta expedición formó parte un notable catedrático de Salamanca, Alonso Gutiérrez que, ganado a última hora por «el Venerable», pasó a México, donde profesó en la Orden con el nombre de Alonso de la Veracruz.

Fue éste, como decía Cervantes de Salazar, «el más eminente Maestro en Artes y en Teología que hay en esta tierra». En los cincuenta años siguientes, la Orden funda unos 40 conventos, extendiendo su labor misionera en tres direcciones: al sur de la ciudad de México, hacia Tlapa y Chilapa; al norte, entre México y Tampico; y al noroeste, especialmente en Michoacán (Ricard, Conquista 156-157).

Los agustinos, como los franciscanos -no así los dominicos-, trabajaron con dedicación en la enseñanza, comprendiendo su necesidad para la evangelización y, por ejemplo, ya en 1537 tenían en México un colegio en el que, con la doctrina cristiana, se enseñaba a leer, escribir y gramática latina. Y en 1540 fundaron un convento y colegio en Tiripitío, Michoacán. Algunos consideran que fue «la primera Universidad de México. Puede que sea una exageración -escribe Francisco Martín Hernández-, pero de lo que no cabe duda es de que fueron los agustinos, con fray Alonso de Veracruz, los primeros en organizar intelectualmente los estudios en el ámbito de su corporación religiosa» (AV, Humanismo cristiano 96).

«Fueron quizá los agustinos -estima Ricard-, entre las tres órdenes, quienes mayor confianza mostraron en la capacidad espiritual de los indios. Tuvieron para sus fieles muy altas ambiciones, y éste es el rasgo distintivo de su enseñanza. Intentaron iniciar a los indios en la vida contemplativa» (198).

Las tres órdenes misioneras primeras de México tuvieron como dedicación fundamental la fundación y asistencia de pueblos de indios. «Sin embargo, en el arte de fundar pueblos, civilizarlos y administrarlos se llevaban la palma los agustinos, verdaderos maestros de civilización» (235). Este empeño lo realizaron principalmente en la región michoacana durante la primera evangelización.

También se destacaron los agustinos, con los franciscanos, en la fundación de hospitales, que existían prácticamente en todos los pueblos administrados por ellos. Estos hospitales no eran sólamente para los enfermos, sino que eran también albergues de viajeros, y verdaderos institutos de vida social y económica. Hemos de ocuparnos más de ellos al tratar del obispo Vasco de Quiroga. Pero ahora dedicaremos nuestra atención a uno de los más grandes misioneros agustinos de México.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Invitación a la Contemplación, 4 de 9: David

David

Hay algo especial en este hombre que lo hace representante de todo un pueblo desde que nació hasta el día de hoy. ¿Qué es lo que hace único? Para empezar habría que decir que, más aún que fascinante, este es un hombre fascinado.

  • Libre de…

    Como ya se dijo de Moisés también aquí: el corazón atado no puede tender libremente hacia Dios.

    En 1 Samuel leemos que David era un hombre excluido. Su padre, Jessé, tiene ideales claros para sus hijos. Busca la grandeza y el honor para sus hijos y a los mayores los encamina al ejército, mientras que a David, siendo débil y “de buena presencia,” le destina a ser pastor. El profeta Samuel es el encargado de ungir un nuevo rey. Entre todos los hijos de Jessé elige a David.

    • …resentimientos
      David, a pesar de haber sido arrinconado y rechazado por padre y hermanos, es un hombre libre de rencores o animosidades. El daño o la maldad no han hecho presa en su corazón. Y ello es importante porque todo resentimiento es una cadena que nos ata; es una herida abierta que nos desangra. Se puede uno arruinar la vida por consentir resentimientos personales que provienen de episodios dolorosos del pasado, mal asimilados, o bien por resentimientos sociales en los que se arrastran complejos elitistas o desquites por carencias afectivas. Conviene examinarse uno mismo por los posibles conflictos que atrapan en el pasado.
    • …venganzas
      A David le sobraban razones para haberse desquitado con Saúl. Dos veces pudo matarlo y no lo hizo porque estaba libre de venganza. El motivo profundo de esta libertad se revela en la manera como David expresa su conciencia del poder y el valor de la unción que sólo Dios puede dar.
    • …maldiciones
      Una vez muerto Saúl y subiendo David el monte de los Olivos es maldecido por Semeí. David no rechaza ni se obsesiona por estos agravios. David no se enreda devolviendo maldiciones. David tiene un corazón que es capaz de soltar. En la oración del Padrenuestro cuando hablamos de perdón en realidad le pedimos a Dios que seamos capaz de soltar deudas y deudores.
    • …la propia opinión y los propios deseos
      Cuando muere su primer hijo, de Betsabé, por cuya curación David ha orado fervientemente y ha hecho dura penitencia, él sigue su vida. David es libre de sus propios proyectos, planes, opiniones y deseos. Toda esta liberación del mundo le permitirá estar centrado en Dios. San Agustín habla que cuando el corazón está libre de las criaturas, eso le permite estar centrado en Dios. Y define el pecado como aversio a Deo et conversio ad creaturas. Y la conversión en cambio es aversio a creaturis et conversio ad Deum.
  • Centro:
    Cuanto más centrados en Dios estamos, más libres nos sentimos y viceversa. Es importante continuamente escrutar el corazón para descubrir los ídolos que se van metiendo. Conviene de la misma manera preguntarse y examinar la conciencia sobre este punto: mi fascinación por Dios; tomarse el pulso en cuanto a la fascinación por Dios.

    • confianza
      David, ay en su tiempo de pastor del rebaño de su padre, tuvo que enfrentarse a enemigos muy superiores a él y de ahí que el centramiento de David en Dios empiece por su confianza en Él.  Una confianza basada en experimentar soledad, desvalimiento y ataque. Entonces Dios venció. El cultivo de la soledad es básico para la vida contemplativa. Aprender a estar solo sin pecar, sin perder el tiempo, siendo útil a los demás es un ejercicio de confianza.
    • unción
      David sabe que el verdadero desafío está en vencer no tanto al que le odia sino de vencer al odio. No se deja llevar de sus deseos (por más justificados que pudieran ser) porque por encima de todo está la unción de Dios. Donde mejor se ve es en el “Hijo de David,” en Jesús. San Agustín hablaba de amar al pecador y odiar el pecado. Esto abre el capítulo de la conciencia perfecta de la Soberanía de Dios: hay que dejarle a Dios que sea el que juzgue. Si bien Jesús nos mandó no juzgar hay que entender bien ese mandato. No juzgar no quiere decir que no tengamos que hablar sobre lo que está mal. No juzgar quiere decir que no debemos tomar el lugar de Dios. Juzgar es tomar el papel de Juez y eso está reservado a Dios. La frase No juzguéis y no seréis juzgados habría que interpretarla como> si reconoces que solo Dios es el Señor, reconoce también que el destino final de cada persona le pertenece solo a Él y entonces acógete al poder de Dios para tu propia salvación.
    • alabanza
      David no tiene respetos humanos y su centro es el Señor. No le avergüenza aclamarlo y que se le acelere el pulso por ello. A David alabar a Dios le alegra sin complejos y con fuerza.
    • añoranza (se verá cuando se hable de los Salmos en las próximas charlas).
    • templo (se verá cuando se hable de los Salmos en las próximas charlas).

Resumen de la primera expansión misionera en México

Terminemos esta parte con algunos recuentos estadísticos. Los franciscanos llegaron a México en 1523, los dominicos en 1526, y los agustinos en 1533. Aunque no es fácil proporcionar datos con exactitud, pues las cifras del contingente misionero y del número de conventos experimentaron frecuentes cambios, diremos, siguiendo a Ricard, que en 1559 había en México 802 misioneros: 330 franciscanos, 210 dominicos y 212 agustinos (159).

Hacia 1570, en menos de 50 años, se habían establecido en México unos 150 centros misionales, 70 franciscanos, 40 dominicos y 40 agustinos, en una expansión misionera tan formidable como no se ha dado nunca en la historia de la Iglesia, desde el tiempo de los Apóstoles.

Todo fue obra del amor de Cristo a los mexicanos. A él la gloria por los siglos. Amén.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

LA GRACIA del Sábado 9 de Julio de 2016

En Colombia, FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ

La invitación es agradecer a Dios por nuestra Madre María, y a Ella, por su presencia bendita, acogiendo su llamado a volvernos a Jesús haciendo lo que Él nos diga.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Ayúdanos a divulgar este archivo de audio en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios.]

Indios apóstoles

El caso del beato Juan Diego, indio apóstol de los indios, como sabemos, no fue único, ni mucho menos. Juan B. Olaechea da sobre esto interesantes datos al estudiar La participación de los indios en la tarea evangélica. También Gabriel Guarda trata de El indígena como agente activo de la evangelización (Los laicos 31-41). Y Juan Pablo II, en la homilía citada, recuerda que «los misioneros encontraron en los indígenas los mejores colaboradores para la misión, como mediadores en la catequesis, como intérpretes y amigos para acercarlos a los nativos y facilitar una mejor inteligencia del mensaje de Jesús».

En efecto, como ya dijimos (82-83), nunca ha de olvidarse la contribución indígena al describir los Hechos de los apóstoles de América. Los primeros cronistas refieren algunos casos muy notables sobre el apostolado de los niños y jóvenes indígenas, como aquellos, según vimos, que fray Pedro de Gante enviaba de dos en dos a predicar en los fines de semana (+Motolinía II,7; III,15; Mendieta III,18). Algunos, sin embargo, veían en este apostolado inmaduro más inconvenientes que ventajas (+Zumárraga; Torquemada, Monarquía indiana XV,18). Y en el Perú era lo mismo.

También los indios adultos fueron a veces grandes evangelizadores. Gregorio XIV concedió indulgencias insignes «a los Señores Indios Cristianos que procuraren traer a los no cristianos ni pacíficos a la obediencia de la Iglesia» (+Olaechea 249), cosa que hicieron muchas veces, con su autoridad patriarcal, caciques y maestros, alguaciles y fiscales indios. Un caso notable es el de los grupos de familias cristianas tlaxcaltecas que se fueron a vivir con los chichimecas con el fin de evangelizarlos. Otras veces se dieron admirables iniciativas apostólicas personales, como la de aquel Antonio Calaimí, jirara oriundo de Nueva Granada, que se adentró en la cordillera para suscitar la fe en Cristo, sin más arma que un clarín prendido al cinto, y que consiguó la conversión de algunas tribus de indios betoyes. Éste, cuando se veía acosado por indios hostiles, lograba ahuyentarlos sin hacerles daño con un clarinazo restallante (249).

Pero quizá un caso, muy seguro y documentado, contado por Cieza de León, pueda hacernos gráfico el estilo de aquel apostolado indio de primera hora, muy al modo del Beato Juan Diego. Este soldado y cronista extremeño quedó tan impresionado cuando supo de ello, que al sacerdote que se lo contó le rogó que se lo pusiera por escrito. Después, en su Crónica del Perú, transcribió la nota tal como la guardaba:

«Marcos Otazo, clérigo, vecino de Valladolid, estando en el pueblo de Lampaz adoctrinando indios a nuestra santa fe cristiana, año de 1547… vino a mí un muchacho mío que en la iglesia dormía, muy espantado, rogando me levantase y fuese a bautizar a un cacique que en la iglesia estaba hincado de rodillas ante las imágenes, muy temeroso y espantado; el cual estando la noche pasada, que fue miércoles de Tinieblas, metido en una guaca, que es donde ellos adoran [el ídolo], decía haber visto un hombre vestido de blanco, el cual le dijo que qué hacía allí con aquella estatua de piedra. Que se fuese luego, y viniese para mí a se volver cristiano». Don Marcos se lo tomó con calma, y no fue al momento. «Y cuando fue de día yo me levanté y recé mis Horas, y no creyendo que era así, me llegué a la iglesia para decir misa, y lo hallé de la misma manera, hincado de rodillas [la infinita capacidad india para esperar humildemente, como Juan Diego en el arzobispado]. Y como me vio se echó a mis pies, rogándome mucho le volviese cristiano, a lo cual le respondí que sí haría, y dije misa, la cual oyeron algunos cristianos que allí estaban; y dicha, le bauticé, y salió con mucha alegría, dando voces, diciendo que él ya era cristiano, y no malo, como los indios; y sin decir nada a persona ninguna, fue adonde tenía su casa y la quemó, y sus mujeres y ganados repartió por sus hermanos y parientes, y se vino a la iglesia, donde estuvo siempre predicando a los indios lo que les convenía para su salvación, amonestándoles se apartasen de sus pecados y vicios; lo cual hacía con gran hervor, como aquel que está alumbrado por el Espíritu Santo, y a la continua estaba en la iglesia o junto a una cruz. Muchos indios se volvieron cristianos por las persuasiones deste nuevo convertido» (cp.117).

Eso es exactamente lo que Juan Diego hacía esos mismos años en la ermita del Tepeyac. Ya se ve que el Espíritu Santo obraba en el Perú y en México las mismas maravillas.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Las Apariciones de Guadalupe: un signo de paz

Apenas podemos imaginarnos el terror que paralizó el corazón de los aguerridos mexicanos con motivo de la presencia de los españoles. Se sabe que desde el primer momento, llenos de siniestros presagios, intuyeron que iba a derrumbarse completamente el mundo en que vivían, y que iba a formarse un mundo nuevo, completamente desconocido. Según vimos, indios eruditos y veraces informaron a Sahagún de este terror difuso que fue apoderándose de todos, comenzando por el tlatoani Moctezuma, que «concibió en sí un sentimiento de que venían grandes males sobre él y sobre su reino». Al saber que los españoles se acercaban y preguntaban mucho por él, «angustiábase en gran manera, pensó de huir o de esconderse para que no le viesen los españoles ni lo hallasen»…

Pero el avance de los españoles hacia la meseta del Anahuac prosigue incontenible, como si se vieran asistidos por una fuerza fatal y sobrehumana. «Todos lloraban y se angustiaban, y andaban tristes y cabizbajos, hacían corrillos, y hablaban con espanto de las nuevas que habían venido; las madres llorando tomaban en brazos a sus hijos y trayéndoles la mano sobre la cabeza decían: ¡Oh hijo mío! ¡en mal tiempo has nacido, qué grandes cosas has de ver, en grandes trabajos te has de hallar!» (XII,9).

Ya están presentes los españoles. Estos hombres barbudos, vestidos de hierro, lanzan rayos mortíferos desde lo alto de misteriosas bestias, acompañados de perros terribles, y son capaces, siendo cien, de dominar a cien mil: son teules, hombres divinos y omnipotentes. Cortés y unos pocos, inexorablemente, se hacen dueños del poder; cesa bruscamente el fortísimo poder azteca, que había dominado sobre tantos pueblos; los ídolos caen, los cúes son derruídos, y los sacerdotes paganos, antes tan numerosos y temidos, se esconden y desaparecen, ya no son nada; cunde un pánico colectivo, lleno de perplejidad y de malos presagios. ¿Qué es esto? ¿Qué significa? ¿Que nos espera?…

Moctezuma, hundido en el silencio, sólo alcanza en ocasiones a balbucear: «¿Qué remedio, mis fuertes?… ¿Acaso hay algún monte donde subamos?… Dignos de compasión son el pobre viejo, la pobre vieja, y los niñitos que aún no razonan. ¿En dónde podrán ser puestos a salvo? Pero… no hay remedio… ¿Qué hacer?… ¿Nada resta? ¿Cómo hacer y en dónde?… Ya se nos dio el merecido… Como quiera que sea, y lo que quiera que sea… ya tendremos que verlo con asombro» (XII,13). Y «decía el pueblo bajo: ¡Sea lo que fuere!… ¡Mal haya!… ¡Ya vamos a morir, ya vamos a dejar de ser, ya vamos a ver con nuestros ojos nuestra muerte!» (XII,14).

El trabajo, en seguida, organiza a los indios y les distrae un tanto de sus terrores. En efecto, muy pronto están todos manos a la obra, arando y sembrando con sistemas nuevos de una sorprendente eficacia, forman inmensos rebaños de ganado, construyen caminos y puentes, casas e iglesias, almacenes y plazas. A esto se une también el efecto tranquilizador de los frailes misioneros, pobres y humildes, afables y solícitos. Pero el miedo no acaba de disiparse…

Es entonces, «diez años después de tomada la ciudad de México» con sangre, fuego y destrucción, cuando Dios dispone que un pobre macehual pueda contemplar una epifanía luminosa y florida de la Virgen Madre, que no trae, como en Lourdes o Fátima, un mensaje de penitencia, sino que en Guadalupe sólo viene a expresar la ternura de su amor maternal: «Yo soy para vosotros Madre, y como os llevo en mi regazo, no tenéis nada que temer. Hacedme un templo, donde yo pueda día a día manifestaros mi amor». Eso es Guadalupe: un bellísimo arco iris de paz después de una terrible tormenta.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Vida santa de Juan Diego

Vida santa de Juan Diego. La Virgen comenzó a hacer milagros en el Tepeyac, y «toda la gente se admiró mucho y alabó a la inmaculada Señora del Cielo, Santa María de Guadalupe, que ya iba cumpliendo la palabra que dio a Juan Diego, de socorrer siempre y defender a estos naturales y a los que la invoquen.

«Según se dice, este pobre indio se quedó desde entonces en la bendita casa de la santa Señora del Cielo, y se daba a barrer el templo, su patio y su entrada…

«Estando ya en su santa casa la purísima y celestial Señora de Guadalupe, son incontables los milagros que ha hecho, para beneficiar a estos naturales y a los españoles y, en suma, a todas las gentes que la han invocado y seguido. A Juan Diego, por haberse entregado enteramente a su ama, la Señora del Cielo, le afligía mucho que estuvieran tan distantes su casa y su pueblo, para servirle diariamente y hacer el barrido; por lo cual suplicó al señor obispo, poder estar en cualquiera parte que fuera, junto a las paredes del templo y servirle. Accedió a su petición y le dio una casita junto al templo de la Señora del Cielo; porque le quería mucho el señor obispo».

«Inmediatamente se cambió y abandonó su pueblo: partió, dejando su casa y su tierra a su tío Juan Bernardino. A diario se ocupaba en cosas espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora del Cielo y la invocaba con fervor; frecuentemente se confesaba; comulgaba; ayunaba; hacía penitencia; se disciplinaba; se ceñía cilicio de malla; se escondía en la sombra, para poder entregarse a solas a la oración y estar invocando a la Señora del Cielo».

«Era viudo [en 1529, a los 55 años]: dos años antes de que se le apareciera la Inmaculada, murió su mujer, que se llamaba María Lucía. Ambos vivieron castamente: su mujer murió virgen; él también vivió virgen; nunca conoció mujer. Porque oyeron cierta vez la predicación de fray Toribio de Motolinía, uno de los doce frailes de San Francisco que habían llegado poco antes, sobre que la castidad era muy grata a Dios y a su Santísima Madre19; que cuanto pedía y rogaba la señora del Cielo, todo se lo concedía; y que a los castos que a Ella se encomendaban, les conseguía cuanto era su deseo, su llanto y su tristeza».

«Viendo su tío Juan Bernardino que aquél servía muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar ambos juntos; pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron; porque así había dispuesto la Señora del Cielo que él solo estuviera».

En 1544 hubo peste, y murió Juan Bernardino, a los ochenta y seis años, especialmente asistido por la Virgen. Fue enterrado en el templo del Tepeyac.

«Después de diez y seis años de servir allí Juan Diego a la Señora del Cielo, murió, en el año mil quinientos cuarenta y ocho, a la sazón que murió el señor Obispo [Zumárraga]. A su tiempo, le consoló mucho la Señora del cielo, quien le vio y le dijo que ya era hora de que fuese a conseguir y gozar en el Cielo cuanto le había prometido. También fue sepultado en el templo. Andaba en los setenta y cuatro años. La Purísima, con su precioso hijo, llevó su alma donde disfrutara de la Gloria Celestial».


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.