¿La religión de “ser buena persona”?

Fray Nelson, Que opina con la frase que dicen mucho: “la religión correcta es ser buena persona”? — J.J.C.C.

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Es una frase que tiene mucha popularidad hoy en día, por varias razones, que vale la pena tener muy claras:

1. Va en la línea del SUBJETIVISMO, que se margina de lo “institucional.” Es muy fácil y muy frecuente hoy considerarse más pensante y libre cuanto más distante la persona se sitúa de los partidos, las iglesias y de todo lo “organizado.” Por supuesto, esta forma de pensar es puro sofisma porque para cualquier otro propósito (hacer dinero, mejorar la tecnología, cuidar la salud, hacer deporte) invariablemente acudimos a instituciones (empresas, gimnasios, universidades…).

2. ¿Quién define lo que es ser “buena persona”? Cada quien puede definirlo, prácticamente a su acomodo, de acuerdo con sus preferencias o prioridades. Y de nuevo, esto permite que uno se considere igual o mejor que cualquier persona “religiosa” (en el sentido clásico del término) simplemente porque uno está más cerca de practicar los valores que uno mismo cree más importantes.

3. Cuando se habla de ser “buena persona,” se habla de lo que puede alcanzarse con el esfuerzo de la pura voluntad humana. En la fe cristiana, por ejemplo, es esencial afirmar que el hombre requiere de la GRACIA divina para ser SALVADO de las garras del PECADO. Estas tres palabras desaparecen en la definición típica de ser buena persona: no se requiere de ayuda externa porque ser “bueno” es serlo dentro de los límites “normales;” en la misma línea de pensamiento, uno no necesita ser “salvado” porque la idea es que la propia inteligencia y la propia voluntad deben bastar (posiblemente con algo de literatura o videos de auto-ayuda); y en cuanto al pecado… es palabra que pierde su sentido en el esquema de ser buena persona; lo que podría haber, si acaso, son “errores” que hay que dejar atrás, o corregir, o simplemente aceptar con resignación.

En síntesis, la “religión” de ser buena persona es subjetivista, arrogante, cómoda, nebulosa y sofística… y por lo mismo, popular y ampliamente difundida en nuestro tiempo.

Defensor católico de la libertad religiosa y los derechos humanos recibe premio internacional

“Benedict Rogers, que escribe para UCA News, recibió el premio Campeón Internacional de Libertad Religiosa por liderazgo en defensa el 15 de julio en la Cumbre Internacional de Libertad Religiosa en Washington, DC, Estados Unidos. Es cofundador y director ejecutivo de Hong Kong Watch, analista senior para el este de Asia en la Organización Internacional de Derechos Humanos (CSW), cofundador y vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos del Partido Conservador del Reino Unido, fideicomisario de la China Democracy Foundation, la Organización de Derechos Humanos de Chin y la Fundación Phan, cofundador de la Coalición Internacional para Detener los Crímenes de Lesa Humanidad en Corea del Norte y miembro del grupo asesor de la Alianza Interparlamentaria sobre China (IPAC) y la Campaña Alto al Genocidio Uigur…”

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Traditionis Custodes, Motu Proprio del Papa Francisco

Advertencia: la mayor parte de lo que sigue apoya la decisión del Papa Francisco expresada en el reciente Motu Proprio “Traditionis Custodes.” Continúe Usted leyendo bajo su propia responsabilidad.

En amplio y abierto diálogo con amigos cercanos, de esos que aman a Cristo y su Iglesia, pronto ha quedado patente qué es lo que disgusta más del último documento del Papa, el Motu Proprio “Traditionis Custodes” (TC, de aquí en adelante): es algo que el querido P. Santiago Martín ha expresado muy bien en un video reciente, y que se resume en: agilidad y dureza con los conservadores; pasividad, que raya en complicidad, con los progresistas o sincréticos. Frente a ese reparo yo no tengo nada que decir porque expresa la misma extrañeza que yo mismo tengo, junto con muchos sacerdotes e incontables fieles: uno tiene que hacer malabarismos mentales cada vez más altos e irreales para tratar de entender o de explicarse cómo tantos obispos y sacerdotes se burlan de la fe católica sin que suceda absolutamente nada, y ello mientras vemos caer castigos y restricciones, implacables, sobre todo lo que tenga talante conservador, ya sea en política civil, en teología dogmática o en la vida litúrgica. Baste mencionar los episodios de la pachamama o de la bendición de parejas homosexuales.

Así que queda claro dónde está la raíz del disgusto y rechazo que muchos sienten con respecto a TC. Podemos decir que se trata de objeciones externas, en la medida en que comparan, en bloque, la acción propuesta en TC con la acción mínima o inexistente que se ha tomado u omitido en otros casos, terriblemente dolorosos para la fe del pueblo de Dios.

Dejando eso claro, quiero en este escrito referirme más bien a un análisis interno de TC, y con esta expresión me refiero a la conveniencia y oportunidad de abordar las siguientes preguntas:

(1) ¿Cuál era el propósito de Summorum Pontificum (SP) de Benedicto XVI? ¿Se trataba de una definición “para siempre” o tenía condiciones?

(2) ¿En qué medida el propósito de SP se consiguió en los años siguientes a su publicación?

(3) ¿Qué ventajas y desventajas se encontraron en la aplicación real de SP?

(4) ¿Qué quiere lograrse con TC? ¿Se trata de una definición “para siempre” o tiene condiciones?

(5) ¿Cuál podría ser una ruta constructiva hacia el futuro?
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La unidad y la verdad

Creo que hay dos extremos que debemos evitar. Por una parte, hay quienes creen que se debe sostener la unidad en la Iglesia sin prestar demasiada atención a lo doctrinal. Según esta idea, por ejemplo, da lo mismo que unos obispos digan que se puede dar la comunión a quien promueve el aborto, y que otros digan lo contrario. Habría simplemente que trabajar por la “unidad.” Pero tal unidad supondría una de dos cosas: o caer en una especie de subjetivismo en que todo da lo mismo y entonces nada importa nada, o tratar de omitir la discusión de los temas incómodos. Eso sucede cuando una supuesta unidad se pretende imponer por encima de las legítimas exigencias de la verdad.

Luego está el otro extremo, el de aquellos que creen que debemos estar de acuerdo absolutamente en todo, de modo que no debería haber espacio para ninguna diferencia de opinión en ningún tema, ya se trate de política, de salud, de liturgia o de arte. Quienes piensan de este modo pronto toman una actitud sectaria y tratan a los que no piensan como ellos con palabras duras y a menudo despectivas.

Evidentemente lo que necesitamos es la capacidad de discernir entre aquello que es esencial, en lo cual debe haber unidad, y aquello que no es esencial y que puede dejarse a juicios prudenciales o incluso al gusto de las personas. No todo es esencial y no todo es accidental o secundario. Y por supuesto, es preciso cultivar una actitud de respeto, humildad y diálogo sincero para esclarecer cuál es el estatuto de cada tema en discusión. Entrar por la acusación, la sospecha e incluso la calumnia es hacer el juego al enemigo, que nada quiere tanto como causar división estéril.

Y aún por encima de estas consideraciones, jamás nos olvidemos de examinar la propia conciencia, enmendarnos de nuestros pecados, sean visibles o no, y suplicar luz del Espíritu Santo en la oración, tanto para nosotros como para aquellos que vemos que no piensan como nosotros.

Ser Iglesia: donde uno está

Piensa en la Iglesia Santa, y considera que, si un miembro se resiente, todo el cuerpo se resiente. -Tu cuerpo necesita de cada uno de los miembros, pero cada uno de los miembros necesita del cuerpo entero. -¡Ay, si mi mano dejara de cumplir su deber…, o si dejara de latir el corazón!

Lo has visto con claridad: mientras tanta gente no le conoce, Dios se ha fijado en ti. Quiere que seas fundamento, sillar, en el que se apoye la vida de la Iglesia. Medita esta realidad, y sacarás muchas consecuencias prácticas para tu conducta ordinaria: el fundamento, el sillar -quizá sin brillar, oculto- ha de ser sólido, sin fragilidades; tiene que servir de base para el sostenimiento del edificio…; si no, se queda aislado.

Como te sientes fundamento escogido por Dios para corredimir -no te olvides de que eres… miseria y miseria-, tu humildad te ha de llevar a colocarte debajo de los pies -al servicio- de todos. -Así están los cimientos de los edificios. Pero el fundamento ha de tener fortaleza, que es virtud indispensable en quien ha de sostener o empujar a otros. -Jesús -díselo con fuerza-, que nunca, por falsa humildad, deje de practicar la virtud cardinal de la fortaleza. Dame, Dios mío, que discierna el oro de la escoria.

Más pensamientos de San Josemaría.

Liberan al resto de católicos que seguían secuestrados en Haití

“Este viernes, los siete católicos que seguían secuestrados desde el 11 de abril en Haití fueron liberados por sus captores, así lo informó la Sociedad de Sacerdotes de Saint Jacques a la agencia AFP. “Nuestros corazones están llenos de alegría porque hemos encontrado a nuestros colegas, las hermanas y los familiares del P. Jean Anel Joseph en buen estado de salud”, dijo este 30 de abril la institución a la que pertenecen los religiosos. No se informó que se haya pagado un rescate…”

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Müller critica la arrogancia que pretende ser vanguardia en la Iglesia

“El cardenal Gerhard Ludwig Müller ha concedido una larga entrevista a Lothar C. Rilinger para Kat.net, en la que aborda de lleno la crisis de la Iglesia en Alemania, reconociendo que hay en ella obispos y teólogos que pretenden con prepotencia marcar el camino al resto de la Iglesia. Además recuerda que la fe no se puede alterar por mayorías democráticas, ni de obispos ni mucho menos de laicos. Y pide a los fieles resistir a los obispos heterodoxos, como en tiempos del arrianismo y el donatismo…”

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¿Es nuestra fe una especie de filosofía?

Sin quitar nada a lo que tenemos en nuestra Fe o doctrina católica, ¿cuál sería la diferencia en llamarle en vez de ‘religion’ decir solamente: Filosofía Católica, o Filosofia Cristiana; Conciencia catolica o Conciencia Cristiana? — J.L.R.

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Hay varias razones–por lo menos tres–por las que la religión cristiana y católica no puede reducirse a una especie de “filosofía” o a un modo de “conciencia”:

1. La filosofía tiene como base y método únicamente la razón humana; la religión tiene su fundamento último en aquello que Dios nos ha dejado saber sobre Él mismo, la creación, el lugar del ser humano en su plan, el daño del pecado y la restauración de la redención. Nada de esto es accesible a la sola razón humana.

2. El punto central de nuestra fe es la proclamación de la donación de la gracia por el sacrificio de Cristo y la efusión del Espíritu Santo. ¿Qué entendemos por gracia? La gracia no es una idea, ni menos una idea que pudiera deducirse o inferirse de otras ideas, como lo hace filosofía. La gracia es una acción, un actuar de Dios, del cual sabemos por el testimonio de personas que lo han vivido. Eso no sucede con los métodos de la filosofía.

3. La fe viva no se limita a aceptar simplemente unos enunciados–una doctrina–sino que implica vivir lo que uno cree; y esta práctica de la fe tiene su lugar propio en una comunidad de fe, que finalmente es la Iglesia. El quehacer filosófico no cuenta con ese elemento, ni lo destaca, ni lo defiende, ni afirma su importancia.

Es, pues, evidente que nuestra fe y nuestra religión cristiana y católica no pueden reducirse a los márgenes de una estructura mental, aunque sea muy sofisticada, como es el caso de la filosofía.