Algo sobre el poder, 1

No siempre el poder es poderoso

Mi experiencia en asuntos de gobierno es en realidad pequeña, y se limita lo que sigue: Fui miembro del Consejo de Provincia de los Dominicos en Colombia cuatro años, y algo más de ese tiempo estuve en el Consejo de Fundadores de la Universidad Santo Tomás. Antes de venir a Irlanda fui superior durante algo más de dos años en la naciente casa de los Dominicos en Villavicencio, Colombia.

Para todos los que queremos un mundo mejor y una Iglesia más viva y fiel a su Mensaje el tema del poder es recurrente. En efecto, ningún cambio tendrá larga vida si no es avalado por quien tiene la autoridad legítima.

Pero una cosa es hablar del poder y otra gobernar. Mi propia experiencia me inclina a pensar que no siempre tiene más poder el que está en el poder. Las lecturas de la Misa de ayer iban en ese sentido: el rey Darío envía a Daniel al foso de los leones a pesar de estar convencido de su inocencia (la historia ocupa todo el capítulo sexto del libro de Daniel). La cosa es irónica, evidentemente, porque juega con lo ridículo que resulta un rey superpoderoso que sin embargo tiene que obedecer y termina haciendo lo que no quiere. Sólo una intervención milagrosa salva a Daniel de los leones (y a Darío de sus consejeros…).

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Las otras formas de lenguaje (4)

4. El Sueño de la Razón

Creo que las anteriores consideraciones sobre el lugar del concepto tienen un impacto considerable particularmente en lo que atañe a la enseñanza moral de la Iglesia Católica.

El presupuesto con el que los católicos, o por lo menos nuestro Magisterio, parece sentir que toda discusión debe comenzar es con una definición de términos. Esto es útil si uno ya cree y admite lo que cree y admite la Iglesia pero conduce a callejones estériles en los demás casos.

Ejemplo típico: a Septiembre de 2005 circulan rumores sobre un documento del Vaticano que, para lo sucesivo, prohibirá que homosexuales sean ordenados sacerdotes. Como planteamiento teórico es algo que la mayoría de los católicos entiende, por no decir aprueba: las cifras de pederastia homosexual indican claramente una tendencia frente a la cual hay que hacer algo–además de pagar multas multimillonarias para suspender procesos judiciales escabrosos. Es un hecho también que la mayoría de los papás católicos no quieren que sus hijos sean educados por religiosos o sacerdotes que son homosexuales. De acuerdo con eso, y con la ley de las mayorías en los ambientes democráticos, debería ser sencillo que la supuesta nueva ley del Vaticano (no promulgada a mediados de Octubre de 2005, cuando escribo esto) encontrara un ambiente receptivo y fuera vista como un paso hacia delante.

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Las otras formas de lenguaje (3)

Continuamos el hilo que habíamos dejado.

3. No toda luz es “claridad”

El concepto de claridad tiene en Occidente un claro tinte cartesiano. Ahora bien, en Descartes la claridad es un requisito para la certeza, y en ese sentido emerge como una exigencia del Yo, que queda desde el principio situado al centro.

Ver las cosas “claras,” en esta perspectiva, termina sobreestimando el poder del concepto. Todo se juega en el concepto. El ideal del conocimiento es: definir nociones, establecer axiomas autoevidentes, y establecer un procedimiento que conduzca a conclusiones necesarias. En un contexto de ciencia moderna, se especifican dos cosas: diseñar hipótesis y explicar, a partir de un marco teórico consecuente, cómo podrían ser falseadas esas hipótesis (Popper). Sin embargo, nótese que lo esencial no proviene de la instrumentación a través de hipótesis, ni mucho menos de la ulterior implementación matemática o cibernética, sino de la marcha que va del concepto hacia la conclusión.

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Las otras formas de lenguaje (2)

Continuamos aquí las reflexiones iniciadas hace unos días.

2. Palabras extrañas de Jesús

Dejemos sin discusión las respuestas anteriores y abordemos más bien la pregunta desde un enfoque diferente.

Con bastante fecuencia vemos a Jesús usar parábolas. Usualmente pensamos en ellas como recursos pedagógicos para exponer de manera sencilla y fácil de recordar las verdades fundamentales de la predicación. En este sentido leemos en una Enciclopedia Católica online:

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Las otras formas de lenguaje (1)

Cuando una pregunta de cierta trascendencia se plantea, por ejemplo sobre alguna cuestión moral aguda, lo que nos resulta más natural es hacer un análisis de lo que está implicado. Espontáneamente tratamos de poner frente a nosotros qué es lo que hay, cuál es la historia que precede al estado actual de cosas y qué consecuencias se siguen de una u otra postura que se tome. Obramos bajo los ideales de la objetividad, la claridad y el rigor racional.

Tales ideales han llegado a constituir una especie de segunda naturaleza en nosotros los Occidentales. Son el credo que se supone que la ciencia practica pero, incluso cuando no estamos hablando expresamente de temas científicos, lo que solemos esperar de un discurso convincente es ese lenguaje de hechos claros y enunciados que se enlazan para producir deducciones correctas. La Iglesia Católica, en particular, trata continuamente de exponer su enseñanza moral en esos términos. Espero ser suficientemente objetivo si me atrevo a elogiar la calidad de los documentos que así han brotado de la pluma de teólogos, obispos y pontífices en los últimos dos siglos, por dar una referencia temporal. Ya se trate de la defensa de la familia, del valor del trabajo o de la importancia de una liturgia solemne y digna, la Iglesia sigue la corriente principal de nuestro tiempo en lo que atañe al modo de hablar: rigor racional, claridad y objetividad.

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Es más de lo que parece

Sé que hay algo grande allí donde la Santísima Virgen se hace presente. Sé que el mensaje no era solamente que rezáramos e hiciéramos penitencia. En el movimiento de retorno hacia Dios tenemos que descubrir que muchas cosas no están sucediendo como Dios lo ha querido. Nuestras ciudades y caminos están llenas de la presunción, la vanidad y la dureza de corazón, y de toda suerte de trampas para que nos atemos a las cosas creadas y no atendamos la voz del Creador. Fátima no es solamente un mensaje de conversión personal, sino una palabra vigorosa de transformación del mundo según el plan de Dios.

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Mi Reflexión del Final de Cuaresma

Debía ser Rechazado

Palabra misteriosa, si las hay: el Mesías “debía ser rechazado” (Mc 8,31). No cabe un Mesías “aceptado” ni es bueno que sus discípulos quieran ser aceptados de todos porque tal es el sello de los falsos profetas (Lc 6,26). Del Cristo verdadero, en cambio, leemos: “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11).

Y así como no es posible que el Mesías rechace a quien se le acerca, pues él mismo dice: “al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera” (Jn 6,37), así también es imposible que el Mesías no sea rechazado, pues también él dijo: “Es necesario que el Hijo del Hombre padezca mucho y sea rechazado por esta generación” (Lc 17,24-25).

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No todo se irá en la forma (5 de 7)

¿Forma versus Fondo?

Hay un segundo punto en el análisis que hacemos del razonamiento de Lohfink: la drástica separación entre forma y fondo.

Lohfink ve el “fondo,” es decir, lo revelado, solamente en aquello a que apunta el autor sagrado, esto es, aquello que responde a su intención. A esa intención apunta la forma literaria, que es recurso usado por el mismo autor para conducirnos a su conclusión.

Según esto, lo que no haga relación al “fondo,” a la esencia del relato según la intención del autor, no tiene característica de contenido revelado sino de texto redaccional en función de la forma.

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No todo se irá en la forma (4 de 7)

¿Sólo un “recurso literario”?

El razonamiento de Lohfink es que si María aparece preguntando: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” (Lc 1,34), tal pregunta en primer lugar no es de María sino de Lucas, que es quien escribe el relato; y en segundo lugar, no es una pregunta que esté al servicio de informarnos sobre las decisiones privadas de María, o de ella y José, sino que está al servicio de un esquema preexistente que Lucas encuentra ya hecho y que sigue fielmente como un instrumento para contarnos lo que sí es esencial a sus ojos, a saber, quién es Jesucristo.

En el “esquema de vocación” tiene que haber una objeción, que viene de parte del ser humano; como el ser humano aquí es María, es ella la que pone esa objeción, es decir: es Lucas quien pone en labios de María tal objeción para que el esquema se cumpla, para que el guión sea obedecido.

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No todo se irá en la forma (3 de 7)

Dos Esquemas en el Relato de la Anunciación

Cuando Lohfink aplica la teoría de las formas literarias al relato de san Lucas, descubre dos “formas”: un esquema de anunciación y uno de vocación. Estos dos esquemas se traslapan hasta cierto punto pero no se contradicen sino que el primero queda incluido en el segundo, y así juntos sirven para llegar a un relato que es construido con un propósito. Según Lohfink, el hecho de que se trate de formas identificables y que estas tengan un formato preestablecido, o sea, una secuencia estereotipada de intervenciones y fases, las desconecta de los contenidos propios de la vida de las personas implicadas, en este caso, de María.

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No todo se irá en la forma (2 de 7)

La Tesis de G. Lohfink en el pasaje de la Anunciación

Comentemos algunas ideas sobre el razonamiento que hace Gerhard Lohfink en su obra Ahora Entiendo la Biblia (Madrid, Ed. Paulinas, 1990) en la parte que corresponde al pasaje de la Anunciación. La obra tiene por subtítulo, “Crítica de las Formas.” La idea de “forma,” pues, es central para él.

Lohfink trata de demostrar que el relato de la Anunciación no nos dice nada sobre eventos reales de la vida de María; no que los niegue sino que tampoco los afirma. Este relato, según él, es un recurso literario que tiene sus raíces y fuentes en el Antiguo Testamento y que sirve para exponer algo que no es otra cosa sino la fe postpascual de la comunidad cristiana.

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No todo se irá en la forma (1 de 7)

Introducción: La Noción de “Forma”

Desde el punto de vista del estudio de la Sagrada Escritura, ¿qué es una “forma”? Es un modo de escribir, un recurso literario, más o menos fijado o estereotipado por la costumbre, que se ha transmitido oralmente y luego por escrito, como una pieza de texto que tiene sentido completo y que presta un servicio en el conjunto más amplio de la confesión de la fe y de la predicación.

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