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Ingresó al Seminario de Vich, España, y allí recibió la Ordenación Sacerdotal. Luego, fue nombrado como Vicepárroco, y pronto empezó el pueblo a conocer cuál era la cualidad principal que Dios le había dado.
Era un predicador impresionante, de una eficacia arrolladora. De todas partes lo llamaban a predicar misiones populares, dando hasta diez sermones en un día. Viajaba siempre a pie y sin dinero.
Durante 15 años realizó esta labor incansablemente por el norte de España y difícilmente otro predicador del siglo pasado logró obtener triunfos tan grandes como los del Padre Claret.
Al darse cuenta de la poderosa influencia de una buena lectura, se propuso emplear todo el dinero que conseguía en difundir buenos libros. Mandaba imprimir hojas religiosas y las regalaba por centenares de miles.
Ayudó a fundar la librería religiosa de Barcelona. Él mismo redactó más de 200 libros y folletos sencillos para el pueblo, que tuvieron centenares de ediciones.
La Reina de España designó al Padre Claret como Arzobispo de La Habana en Cuba. Pese a la negativa del Santo en aceptar el cargo, amigos religiosos muy cercanos a él, lo convencieron de que asumiera el Arzobispado, alegando que primero y ante todo está siempre la voluntad del Señor.
A partir de 1849 y por siete años, San Antonio Claret se convirtió en el más ardoroso Apóstol de Cuba, pendiente de cualquier problema de los feligreses de su Arquidiócesis.
En 1857 fue llamado a España como Capellán de la Reina Isabel. En 1849, al darse cuenta de que para mantener viva la fe del pueblo se necesitan sacerdotes entusiastas, que vayan por campos y ciudades predicando y propagando buenas lecturas, se reunió con cinco compañeros y fundó la Comunidad de Misioneros del Corazón de María, que hoy se llaman Claretianos.
Actualmente, son 3000 en 385 Casas en el mundo. Creó también las Hermanas Claretianas, que suman 650 en 69 Casas. Estas Comunidades han hecho inmenso bien con su apostolado en muchos países.
Asistió al Concilio Vaticano en Roma en 1870. En el Concilio pronunció un gran discurso, que fue muy aplaudido, bien comentado y elogiado.
En Francia lo recibieron los monjes cistercienses del Monasterio de Fuente Fría, y allí, después de haber escrito por orden del Superior de la Comunidad su autobiografía, enfermó.
Expiró el 24 de octubre de 1879. Tenía apenas 63 años. Después de su muerte, se le han atribuido numerosos milagros.
Bogotá, Colombia - No olvides que solo Dios estará siempre contigo; que cada día puedas responder al gran amor que te tiene. Feliz cumpleaños amor mío.
Bogotá, Colombia (1942) - Este día se lo dedico al Señor, que me dio la vida donde siempre he sentido su presencia y su proteccion. Ahora tengo la palabra diaria ataves de la casa de la fe que dirige mi querido fray Nelson Medina.
Miami, E.U. (1981) - Eres y seguiras siendo por siempre mi hija mi primogenita, mi amor siempre ha estado en mis actos y en mi corazón, el amor hay que manifestarlo, hay que abonarlo hay que regarlo y no simplemente llevarlo en el corazón, te amo por siempre. Felíz Cumpleños.
Bogotá, Colombia (1977) - Dios te llene de bendiciones hoy y siempre, la Virgen te guarde y te selle en su vientre materno, y te cubra con su santo manto cada día!!!
Barranco-Lima, Perú (2008) - Que el Señor te colme de muchas bendiciones. Hoy cumples tu primer añito, te queremos mucho, tus abuelitos: Artemio y Teresa.
Bogotá, Colombia - Infinitas gracias a Dios todopoderoso y su divino amor y misericordia regalados a mi mamita y en ella a toda su familia, el señor bendiga siempre su vida entera y la siga colmando de los grandes beneficios divinos en este peregrinar hasta que se encuentre entre los dichosos en la patria celestial, Amén.
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Gracias Hna M.Leticia
Antes no teníais un Mesías, erais extranjeros a la ciudadanía de Israel y ajenos alas instituciones portadoras de la promesa. En el mundo no teníais ni esperanza ni Dios. Ahora, en cambio, estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos.
Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.
Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo
Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
Cristo es nuestra paz; él hizo de los judíos y de los no judíos un solo pueblo (Efesios 2, 12-22)
Salmo
Voy a escuchar lo que dice el Señor: / "Dios anuncia la paz / a su pueblo y a sus amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos. R.
-«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.»
Dichosos aquéllos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela (Lucas 12, 35-38)
El camino por el cual Cristo ha traído la paz pasa por el conocimiento profundo de mi miseria, el arrepentimiento y por la dulce aceptación de su amor redentor en la cruz. 5 min. 18 seg.
Cuidado con el cansancio, el aburrimiento y la tristeza espiritual porque pueden hacer que tu esperanza se vaya al mínimo llevándote a que te pierdas la visita del amor y la gracia de Dios. 6 min. 43 seg.
Sólo la Cruz de Cristo derribó el muro de odio es decir de arrogancia dureza y desprecio que separaba a unos pueblos de otros y unas personas de otras. Solo en su Cruz nace la fraternidad. 15 min. 24 seg.
Los judíos tenían la riqueza de la revelación pero la pobreza de su arrogancia y egoísmo; los no judíos tenían la riqueza de su hambre de Dios pero la pobreza de una vida a menudo viciosa. De unos y otros, Cristo ha creado un hombre nuevo, que reúne la riqueza de los judíos y de los no judíos. 11 min. 1 seg.
Para derribar los muros de polarización y de división absurda Jesús nos ayuda a ver nuestros propios pecados y a la vez nos lleva a la experiencia de su amor inmerecido que nos hace nuevos. 7 min. 10 seg.
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1.1 En nuestro tiempo, los embates del terrorismo y de otras formas de violencia acrecientan un anhelo que es muy caro al corazón humano, el anhelo de la paz. La paz se ha convertido en moneda de todos los bolsillos y palabra que todos repiten. Pero la primera lectura de hoy nos recuerda que la paz verdadera tiene un precio.
1.2 En el mundo antiguo, allá en el siglo I, los judíos y los no judíos (esto es, los llamados "gentiles") se despreciaban mutuamente, llegando en algunas ocasiones a la segregación o el odio. Las razones suenan extrañas a nuestros oídos: los judíos veían con desaprobación y repugnancia las costumbres libertinas de los paganos, y estos veían con extrañeza y suspicacia las costumbres particulares del pueblo de Abraham y de Moisés. Por eso Pablo habló de un "muro" que separaba a "los dos pueblos." Ahora, sin embargo, el mismo apóstol dice que el muro ha sido derribado y que el que lo ha logrado, el que ha vencido al odio y traído la paz, se llama Jesucristo. Pero ello tuvo un precio.
1.3 El precio de la paz fue el sacrificio de Cristo. Pablo lo describe gráficamente diciendo que Cristo derribó el muro "con su carne." Derribar un muro con la propia carne es destrozar la propia carne, y eso es exactamente lo que ha hecho Nuestro Señor. El lugar de la paz no es la mesa de negociación entre intereses humanos sino la mesa del altar y del sacrificio. No se alcanza la paz mirándonos unos a otros sino mirando juntos hacia la Cruz que denuncia todas nuestras miserias y también las sana.
2. Vivir Vigilantes
2.1 En el evangelio de hoy, por otra parte, Cristo llama a sus discípulos a la vigilancia, como criados que esperan que vuelva su señor. Es un tema que vemos aparecer con alguna frecuencia en los Evangelios, más aún cuando el final de la vida misma del Señor se aproximaba. En esta ocasión el llamado a vigilar va acompañado de promesas de bendición y felicidad: "Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela." Sabemos bien que un destino muy distinto aguarda a los que no estén en vela, pero por hoy es más importante gozarnos de los bienes que están reservados para los que vigilen.
2.2 Cristo describe estos bienes de un modo sencillo pero que sin embargo queda algo velado a nosotros; dice: "el señor se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo." Es interesante comparar esta afable promesa con la manera como Cristo ve que nosotros solemos obrar: "¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: Ven enseguida y siéntate a comer? ¿No le dirá más bien: Prepárame algo para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y beberás tú? ¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó?" (Lc 17,7-9)
2.3 Lo que se anuncia a los que estén en vela es que serán servidos por su señor: algo que, según la comparación que aquí proponemos, no sucede nunca en esta tierra. Esperar el retorno del Señor es entonces esperar el momento en que ya no seremos siervos, sino amigos (Jn 15,15); es también esperar la hora en que "reinaremos con él" (2 Tim, 2,12) y ese día sin término en que se cumpla lo que por ahora es anuncio: "Ellos verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos." (Ap 22,4-5).