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Llamado Magno por la grandeza de sus obras y su santidad, es el Pontífice más importante de su siglo.
Tuvo que luchar fuertemente contra dos clases de enemigos: los externos, que querían invadir y destruir a Roma, y los internos, que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías.
Nació en Toscana, Italia. Recibió una esmerada educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional, que era el latín.
Llegó a ser Secretario del Papa San Celestino y de Sixto III. Fue enviado por este último como embajador a Francia, para tratar de evitar una guerra civil que estallaría por la pelea entre dos generales.
Desde el principio de su Pontificado dio muestra de poseer grandes cualidades para ese oficio. Predicaba al pueblo en todas las fiestas y de él se conservan 96 sermones, que son verdaderas joyas de doctrina.
A los que estaban lejos los instruía por medio de cartas. Se conservan 144 cartas escritas por San León Magno.
Cali, Colombia - Gracias te doy Señor Dios Omnipotente por el esposo que me diste por compañero y con el que he compartido todos estos años de unión matrimonial. Dios te bendiga querido esposo, te amo. Son muchos años recorridos, pero lo grande que el Señor nos ha dado es el regalo de nuestras amadas hijas y que siempre hemos estado unidos aún en las situaciones mas difíciles. Gracias por ser mi esposo.
La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, / mi alma está sedienta de ti; / mi carne tiene ansia de ti, / como tierra reseca, agotada, sin agua. R.
¡Cómo te contemplaba en el santuario / viendo tu fuerza y tu gloria! / Tu gracia vale más que la vida, / te alabarán mis labios. R.
Toda mi vida te bendeciré / y alzaré las manos invocándote. / Me saciaré como de enjundia y de manteca, / y mis labios te alabarán jubilosos. R.
En el lecho me acuerdo de ti / y velando medito en ti, / porque fuiste mi auxilio, / y a la sombra de tus alas canto con júbilo. R.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío. (Salmo 62)
2a.
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como los hombres sin esperanza. Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él. Esto es lo que os decimos como palabra del Señor: Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora."
¿Vives en una espera sin sentido ó te preparas para entrar al banquete del cielo? Cristo quiere que participes de su alegría con perseverancia porque no sabes el día ni la hora. 5 min. 37 seg.
Razones por las que Jesucristo no nos dejó saber la fecha de su venida.incluyendo el hecho de que también la ignorancia es providencia y tiene su modo de sabiduría. 30 min. 43 seg.
Solo el que está profundamente decepcionado de las capacidades del ser humano se da cuenta para qué vino Cristo, y por qué era necesario que padeciera. 5 min. 43 seg.
La diferencia más evidente entre las vírgenes prudentes y las necias es que sólo las primeras tomaron en consideración que la espera podía ser larga. Ser "prudente" incluye, entonces, saber dosificarse sin dejar de entregarse. 22 min. 6 seg.
Nuestra esperanza no es solo aguardar sino conservar viva la fe, la oración, la confianza en Dios, el servicio. Nuestra esperanza tiene como objeto directo la eternidad, esperanza que traspasa el umbral de la muerte. 4 min. 51 seg.
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1.1 La invitación de Jesús es clara: "Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora" (Mt 25,13). En esta parábola en particular Cristo admite que hay una especie de sueño que nos envuelve a todos, porque la diferencia entre unas y otras doncellas no está en que unas durmieron y otras no. Lo que las diferencia no es en este caso el sueño sino cómo se dispusieron para la hora del banquete, es decir: cómo prepararon su despertar.
1.2 Algunas simplemente no prepararon su despertar. El cansancio, el hastío o la oscuridad de la noche les ganaron y ellas pasivamente entregaron al sueño sin pensar qué podría suceder después. Otras en cambio, aunque sintieran que la noche les podía vencer, hicieron acopio de aceite, de modo que al despertar pudieran contar con algo para vencer a la noche. Es un asunto de conciencia: unas fueron conscientes de que podían dormirse, y tomaron medidas al respecto; otras sencillamente se dejaron ganar del sueño.
1.3 Para nosotros, ¿qué es preparar el despertar? Depende de qué sueño estemos hablando. Uno puede pensar en el sueño de la muerte, cosa que suena muy concorde con el tono escatológico de estos capítulos finales del evangelio de Mateo. Quienes se dejan llevar por este sueño son quienes extinguen su mirada sobre este mundo como si nada realmente fuera a suceder después. Quienes, por el contrario, son previsivos, guardan aceite, que es una manera de guardar luz. Aunque su cuerpo sea vencido por el sueño, hay un poco de luz que no duerme con ellos. ¿Qué luz estamos guardando? ¿Qué puede alumbrar en nosotros cuando ya nos hayamos dormido, esto es, cuando ya la muerte nos haya sometido a su poder?
2. Buscar la sabiduría
2.1 La primera lectura nos habla también de la luz: "radiante e incorruptible es la sabiduría" (Sab 6,12). La sabiduría es incorruptible; es un género de luz que corresponde bien al aceite de que nos habló el evangelio, porque aunque el sueño de la muerte nos atrape, la sabiduría no está sujeta al imperio de la muerte y puede estar con nosotros cuando se escuche la voz: "...¡llega el esposo!" (Mt 25,6).
2.2 Vale la pena recordar que esta sabiduría es mucho más que conocimiento. No se trata de erudición o de capacidad intelectual, aunque tampoco riñe con ellas. Esta sabiduría sale al encuentro de quienes la buscan " y colabora con ellos en todos sus proyectos" (Sab 6,16). Consiste más, entonces, en una ciencia para la vida, un saber vivir. Por consiguiente el mensaje sería: saber vivir el camino de esta vida prepara la vida que vendrá después de este camino.
3. Entrar al banquete
3.1 Por otro lado, no podemos perder de vista qué rostro tienen la hora y el encuentro finales en esta parábola del Señor. Todas aquellas doncellas estaban invitadas a un banquete de bodas. Todas estaban aguardando al Esposo. Este cuadro proviene de las costumbres judías de aquella época pero conserva su validez y una fuerza alegórica inmensa en todos los tiempos. Esperar al Esposo es esperar un gozo que no tiene semejante en esta tierra. Las bodas son el día de la alegría, según expresión del Cantar de los Cantares (3,11).
3.2 Nosotros, pues, no esperemos en el vacío o en la incertidumbre. Somos llamados a compartir el día del gozo del Esposo, el día de la alegría de Cristo. En la intimidad de un banquete, que se anticipa en esta cena eucarística, Cristo nos dará a saborear el gozo de su corazón ante la belleza de su Esposa, la Iglesia.