Dos notas de la verdadera bondad

No basta ser bueno: has de parecerlo. ¿Qué dirías de un rosal que no produjera más que espinas?

¡Qué alma más estrecha la de los que guardan celosamente su “lista de agravios”! La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los “constantes y necesarios” servicios que presta, tampoco anota los desplantes que padece.

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Aprender a dar de lo reicbido

Has tenido la gran suerte de encontrar maestros de verdad, amigos auténticos, que te han enseñado sin reservas todo cuanto has querido saber; no has necesitado de artimañas para “robarles” su ciencia, porque te han indicado el camino más fácil, aunque a ellos les haya costado duro trabajo y sufrimientos descubrirlo… Ahora, te toca a ti hacer otro tanto, con éste, con aquél, ¡con todos!

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Sentido de la genuina amistad

Cuando te cueste prestar un favor, un servicio a una persona, piensa que es un hijo de Dios, recuerda que el Señor nos mandó amarnos los unos a los otros. -Más aún: ahonda cotidianamente en este precepto evangélico; no te quedes en la superficie. Saca las consecuencias -bien fácil resulta-, y acomoda tu conducta de cada instante a esos requerimientos.

Has comprendido el sentido de la amistad, cuando llegaste a sentirte como el pastor de un rebaño pequeñito, al que habías tenido abandonado, y que ahora procuras reunir nuevamente, ocupándote de servir a cada uno.

No puedes ser un elemento pasivo tan sólo. Tienes que convertirte en verdadero amigo de tus amigos: “ayudarles”. Primero, con el ejemplo de tu conducta. Y luego, con tu consejo y con el ascendiente que da la cercanía.

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Tres remedios para la soberbia

Procura que tu buena intención vaya siempre acompañada de la humildad. Porque, con frecuencia, a las buenas intenciones se unen la dureza en el juicio, una casi incapacidad de ceder, y un cierto orgullo personal, nacional o de grupo.

Si has caído, levántate con más esperanza… Sólo el amor propio no entiende que el error, cuando se rectifica, ayuda a conocerse y a humillarse.

“No servimos para nada”. -Afirmación pesimista y falsa. -Si se quiere, con la gracia de Dios -requisito previo y fundamental-, se puede llegar a servir, como buen instrumento, en muchas empresas.

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En guerra contra la vanidad

¿Por qué imaginas que todo lo que te dicen va con segunda intención?… Con tu susceptibilidad, estás limitando de continuo la acción de la gracia, que te llega por medio de la palabra, no lo dudes, de quienes luchan por ajustar sus obras al ideal de Cristo.

Mientras sigas persuadido de que los demás han de vivir siempre pendientes de ti, mientras no te decidas a servir -a ocultarte y desaparecer-, el trato con tus hermanos, con tus colegas, con tus amigos, será fuente continua de disgustos, de malhumor…: de soberbia.

Detesta la jactancia. -Repudia la vanidad. -Combate el orgullo, cada día, en todo instante.

¿Crees que los demás no han tenido nunca veinte años? ¿Crees que no han estado nunca copados por la familia, como menores de edad? ¿Crees que se han ahorrado los problemas -mínimos o no tan mínimos- con los que tropiezas?… No. Ellos han pasado por las mismas circunstancias que tú atraviesas ahora, y se han hecho maduros -con la ayuda de la gracia-, pisoteando su yo con perseverancia generosa, cediendo en lo que se podía ceder, y manteniéndose leales, sin arrogancia y sin herir -con serena humildad-, cuando no se podía ceder.

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La mayor victoria es la victoria sobre el amor propio

Arrancar de cuajo el amor propio y meter el amor a Jesucristo: aquí radica el secreto de la eficacia y de la felicidad.

Aunque afirmas que le sigues, de una manera o de otra pretendes siempre obrar “tú”, según “tus” planes, y con “tus” solas fuerzas. -Pero el Señor ha dicho: «sine Me nihil!» -sin Mí, nada puedes hacer.

Tus comuniones eran muy frías: prestabas poca atención al Señor: con cualquier bagatela te distraías… -Pero, desde que piensas -en ese íntimo coloquio tuyo con Dios- que están presentes los Angeles, tu actitud ha cambiado.

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Madurar en la devoción al Ángel de la Guarda

¿No se saluda y se trata con cordialidad a todas las personas queridas? -Pues, tú y yo vamos a saludar -muchas veces al día- a Jesús, a María y a José, y a nuestro Angel Custodio.

El Angel Custodio nos acompaña siempre como testigo de mayor excepción. El será quien, en tu juicio particular, recordará las delicadezas que hayas tenido con Nuestro Señor, a lo largo de tu vida. Más: cuando te sientas perdido por las terribles acusaciones del enemigo, tu Angel presentará aquellas corazonadas íntimas -quizá olvidadas por ti mismo-, aquellas muestras de amor que hayas dedicado a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Por eso, no olvides nunca a tu Custodio, y ese Príncipe del Cielo no te abandonará ahora, ni en el momento decisivo.

Tus comuniones eran muy frías: prestabas poca atención al Señor: con cualquier bagatela te distraías… -Pero, desde que piensas -en ese íntimo coloquio tuyo con Dios- que están presentes los Angeles, tu actitud ha cambiado.

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Vaciarte de ti; llenarte de ÉL

Estás lleno de ti, de ti, de ti… -Y no serás eficaz hasta que no te llenes de El, de El, de El, actuando «in nomine Domini» -en nombre y con la fuerza de Dios.

¿Cómo pretendes seguir a Cristo, si giras solamente alrededor de ti mismo?

Una impaciente y desordenada preocupación por subir profesionalmente, puede disfrazar el amor propio so capa “de servir a las almas”. Con falsía -no quito una letra-, nos forjamos la justificación de que no debemos desaprovechar ciertas coyunturas, ciertas circunstancias favorables… Vuelve tus ojos a Jesús: El es “el Camino”. También durante sus años escondidos surgieron coyunturas y circunstancias “muy favorables”, para anticipar su vida pública. A los doce años, por ejemplo, cuando los doctores de la ley se admiraron de sus preguntas y de sus respuestas… Pero Jesucristo cumple la Voluntad de su Padre, y espera: ¡obedece! -Sin perder esa santa ambición tuya de llevar el mundo entero a Dios, cuando se insinúen esas iniciativas -ansias quizá de deserción-, recuerda que también a ti te toca obedecer y ocuparte de esa tarea oscura, poco brillante, mientras el Señor no te pida otra cosa: El tiene sus tiempos y sus sendas.

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La santificación de lo humano y lo cotidiano

Cada día te notas más metido en Dios…, me dices. -Entonces, cada día estarás más cerca de tus hermanos.

Si hasta ahora, antes de encontrarle, querías correr en tu vida con los ojos abiertos, para enterarte de todo; desde este momento…, ¡a correr con la mirada limpia!, para ver con El lo que verdaderamente te interesa.

Cuando hay vida interior, con la espontaneidad con que la sangre acude a la herida, así se recurre a Dios ante cualquier contrariedad.

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Cuida el jardín espiritual de tu corazón

El Señor sembró en tu alma buena simiente. Y se valió -para esa siembra de vida eterna- del medio poderoso de la oración: porque tú no puedes negar que, muchas veces, estando frente al Sagrario, cara a cara, El te ha hecho oír -en el fondo de tu alma- que te quería para Sí, que habías de dejarlo todo… Si ahora lo niegas, eres un traidor miserable; y, si lo has olvidado, eres un ingrato. Se ha valido también -no lo dudes, como no lo has dudado hasta ahora- de los consejos o insinuaciones sobrenaturales de tu Director, que te ha repetido insistentemente palabras que no debes pasar por alto; y se valió al comienzo, además -siempre para depositar la buena semilla en tu alma-, de aquel amigo noble, sincero, que te dijo verdades fuertes, llenas de amor de Dios. -Pero, con ingenua sorpresa, has descubierto que el enemigo ha sembrado cizaña en tu alma. Y que la continúa sembrando, mientras tú duermes cómodamente y aflojas en tu vida interior. -Esta, y no otra, es la razón de que encuentres en tu alma plantas pegajosas, mundanas, que en ocasiones parece que van a ahogar el grano de trigo bueno que recibiste… -¡Arráncalas de una vez! Te basta la gracia de Dios. No temas que dejen un hueco, una herida… El Señor pondrá ahí nueva semilla suya: amor de Dios, caridad fraterna, ansias de apostolado… Y, pasado el tiempo, no permanecerá ni el mínimo rastro de la cizaña: si ahora, que estás a tiempo, la extirpas de raíz; y mejor, si no duermes y vigilas de noche tu campo.

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Dos enseñanzas sobre la gracia

La gracia actúa, de ordinario, como la naturaleza: por grados. -No podemos propiamente adelantarnos a la acción de la gracia: pero, en lo que de nosotros depende, hemos de preparar el terreno y cooperar, cuando Dios nos la concede. Es menester lograr que las almas apunten muy alto: empujarlas hacia el ideal de Cristo; llevarlas hasta las últimas consecuencias, sin atenuantes ni paliativos de ningún género, sin olvidar que la santidad no es primordialmente obra de brazos. La gracia, normalmente, sigue sus horas, y no gusta de violencias. Fomenta tus santas impaciencias…, pero no me pierdas la paciencia.

Corresponder a la gracia divina -preguntas-, ¿es de justicia…?, ¿de generosidad…? -¡De Amor!

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Trato de amistad y amor con Dios

Un rato de meditación diaria -unión de amistad con Dios- es cosa propia de personas que saben aprovechar rectamente su vida; de cristianos conscientes, que obran en consecuencia.

Los enamorados no saben decirse adiós: se acompañan siempre. -Tú y yo, ¿amamos así al Señor?

¿No has visto cómo, para agradar y bien parecer, se arreglan los que se aman?… -Pues así has de arreglar y componer tu alma

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Consejos de vida interior

¿Cómo vas a vivir la presencia de Dios, si no haces más que mirar a todas partes?… -Estás como borracho de futilidades.

Meditar es considerar, contemplar que Dios es tu Padre, y tú, su hijo, necesitado de ayuda; y después darle gracias por lo que ya te ha concedido y por todo lo que te dará.

El único medio para conocer a Jesús: ¡tratarlo! En El, encontrarás siempre un Padre, un Amigo, un Consejero y un Colaborador para todas las actividades nobles de tu vida cotidiana… -Y, con el trato, se engendrará el Amor.

Si eres tenaz para asistir a diario a unas clases, sólo porque allí adquieres unos conocimientos… muy limitados, ¿cómo no tienes constancia para frecuentar al Maestro, siempre deseoso de enseñarte la ciencia de la vida interior, de sabor y contenido eternos?

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