LA GRACIA 2024/10/30 Distinguir entre la buena y la mala confianza

La verdadera confianza esta señalada por la sabiduría, por la obediencia, por la perseverancia, por la búsqueda de la verdad y el bien, por la voluntad persistente de buscar lo mejor así caigamos.

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LA GRACIA 2023/01/14 No separar la confianza de la perseverancia

Nuestra confianza no es autosuperación; nace de ver a Jesucristo, el desenlace de su vida, su triunfo más allá de la muerte; de la confianza en Él viene nuestra perseverancia.

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Un amor que se renueva

Manifiéstale de nuevo que quieres eficazmente ser suyo: oh, Jesús, ayúdame, hazme tuyo de veras: que arda y me consuma, a fuerza de pequeñas cosas inadvertidas para todos.

El bautismo nos hace «fideles» -fieles, palabra que, como aquella otra, «sancti» -santos, empleaban los primeros seguidores de Jesús para designarse entre sí, y que aún hoy se usa: se habla de los “fieles” de la Iglesia. -¡Piénsalo!

Dios no se deja ganar en generosidad, y -¡tenlo por bien cierto!- concede la fidelidad a quien se le rinde.
a hasta de las más pequeñas cosas de sus criaturas?

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Fundados sobre roca

¡Agradece a Jesús la seguridad que te da! Porque no es tozudez: es luz de Dios, que te hace encontrarte firme, como sobre roca, cuando otros, a quienes toca hacer un triste papel -siendo tan buenos-, parecen hundirse en la arena…, faltos del fundamento de la fe. Pide al Señor que las exigencias de la virtud de la fe se cumplan en tu vida y en la de todos.

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LA GRACIA 2021/11/22 Cómo defender nuestra fe

Al estar rodeados de incredulidad y amenazados por el poder del mundo debemos mantenernos unidos a Dios por la oración, perseverar sin doblegarnos, permanecer fieles a Él y ser excelentes en nuestro actuar.

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Otra vez: perseverancia

En la vida interior, como en el amor humano, es preciso ser perseverante. Sí, has de meditar muchas veces los mismos argumentos, insistiendo hasta descubrir un nuevo Mediterráneo. -¿Y cómo no habré visto antes esto así de claro?, te preguntarás sorprendido. -Sencillamente, porque a veces somos como las piedras, que dejan resbalar el agua, sin absorber ni una gota. -Por eso, es necesario volver a discurrir sobre lo mismo, ¡que no es lo mismo!, para empaparnos de las bendiciones de Dios.

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Perseverancia, perseverancia y más perseverancia

Tú -como todos los hijos de Dios- necesitas también de la oración personal: de esa intimidad, de ese trato directo con Nuestro Señor -diálogo de dos, cara a cara-, sin esconderte en el anonimato.

La primera condición de la oración es la perseverancia; la segunda, la humildad. -Sé santamente tozudo, con confianza. ¡Insiste!…, pero insiste siempre con más confianza.

Persevera en la oración, como aconseja el Maestro. Este punto de partida será el origen de tu paz, de tu alegría, de tu serenidad y, por tanto, de tu eficacia sobrenatural y humana.

Tu vida ha de ser oración constante, diálogo continuo con el Señor: ante lo agradable y lo desagradable, ante lo fácil y lo difícil, ante lo ordinario y lo extraordinario… En todas las ocasiones, ha de venir a tu cabeza, enseguida, la charla con tu Padre Dios, buscándole en el centro de tu alma.

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Si la tibieza llega a tu alma…

En ocasiones, alguno me ha dicho: Padre, si yo me encuentro cansado y frío; si, cuando rezo o cumplo otra norma de piedad, me parece que estoy haciendo una comedia… A ese amigo, y a ti -si te encuentras en la misma situación-, os contesto: ¿una comedia? -¡Gran cosa, hijo mío! ¡Haz la comedia! ¡El Señor es tu espectador!: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo; la Trinidad Beatísima nos estará contemplando, en aquellos momentos en los que “hacemos la comedia”. -Actuar así delante de Dios, por amor, por agradarle, cuando se vive a contrapelo, ¡qué bonito! ¡Ser juglar de Dios! ¡Qué estupenda es esa recitación llevada a cabo por Amor, con sacrificio, sin ninguna satisfacción personal, por dar gusto a nuestro Señor! -Esto sí que es vivir de Amor.

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Otra vez a luchar

Me parece muy oportuno que con frecuencia manifiestes al Señor un deseo ardiente, grande, de ser santo, aunque te veas lleno de miserias… -Hazlo, ¡precisamente por esto!

Si vuelves a abandonarte en las manos de Dios, recibirás, del Espíritu Santo, luces en el entendimiento y vigor en la voluntad.

Escucha de labios de Jesús aquella parábola que relata San Juan en su Evangelio: »Ego sum vitis, vos palmites» -Yo soy la vid; vosotros, los sarmientos. Ya tienes en la imaginación, en el entendimiento, la parábola entera. Y ves que un sarmiento separado de la cepa, de la vid, no sirve para nada, no se llenará de fruto, correrá la suerte de un palo seco, que pisarán los hombres o las bestias, o que se echará al fuego… -Tú eres el sarmiento: deduce todas las consecuencias.

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De nuevo, combate espiritual

Estás lleno de preocupación porque no amas como debes. Te fastidia todo. Y el enemigo hace lo que puede para que tu mal genio salga a relucir. -Comprendo que estés muy humillado, y precisamente por esto has de reaccionar con eficacia y sin demora.

No es verdadera santidad -será, en el mejor de los casos, su caricatura- aquélla que obliga a pensar que “para aguantar a un santo, se necesitan dos santos”.

Di despacio, con ánimo sincero: «nunc coepi!» -¡ahora comienzo! No te desanimes si, desgraciadamente, no ves en ti la mudanza, efecto de la diestra del Señor…: desde la bajeza tuya, puedes gritar: ¡ayúdame, Jesús mío, porque quiero cumplir tu Voluntad…, tu amabilísima Voluntad!

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Agradecer y avanzar

¡Oh, Jesús! Si, siendo ¡como he sido! -pobre de mí-, has hecho lo que has hecho…; si yo correspondiera, ¿qué harías? Esta verdad te ha de llevar a una generosidad sin tregua. Llora, y duélete con pena y con amor, porque el Señor y su Madre bendita merecen otro comportamiento de tu parte.

Aunque a veces se meta en tu alma la desgana, y te parezca que lo dices sólo con la boca, renueva tus actos de fe, de esperanza, de amor. ¡No te duermas!, porque, si no, en medio de lo bueno, vendrá lo malo y te arrastrará.

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Es que hay que insistir

Te falta fe…, y te falta amor. Si no, acudirías inmediatamente y con más frecuencia a Jesús, pidiéndole por esto y por lo otro. -No esperes más, invócale, y oirás que Cristo te habla: “¿qué quieres que te haga?”, como atendió a aquel cieguecito que, desde la vera del camino, no se cansó de insistir.

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Volver a empezar

Padre, me has comentado: yo tengo muchas equivocaciones, muchos errores. -Ya lo sé, te he respondido. Pero Dios Nuestro Señor, que también lo sabe y cuenta con eso, sólo te pide la humildad de reconocerlo, y la lucha para rectificar, para servirle cada día mejor, con más vida interior, con una oración continua, con la piedad y con el empleo de los medios adecuados para santificar tu trabajo.

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Dos resoluciones para hoy

Te pide Jesús oración… Lo ves claro. -Sin embargo, ¡qué falta de correspondencia! Te cuesta mucho todo: eres como el niño que tiene pereza de aprender a andar. Pero en tu caso, no es sólo pereza. Es también miedo, falta de generosidad.

Repite con frecuencia: Jesús, si alguna vez se insinúa en mi alma la duda entre lo que Tú me pides o seguir otras ambiciones nobles, te digo desde ahora que prefiero tu camino, cueste lo que cueste. ¡No me dejes!

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¿Y si llega el cansancio?

Quiero prevenirte ante una dificultad que quizá puede presentarse: la tentación del cansancio, del desaliento. -¿No está fresco aún el recuerdo de una vida -la tuya- sin rumbo, sin meta, sin salero, que la luz de Dios y tu entrega han encauzado y llenado de alegría? -No cambies tontamente esto por aquello.

Si notas que no puedes, por el motivo que sea, dile, abandonándote en El: ¡Señor, confío en Ti, me abandono en Ti, pero ayuda mi debilidad! Y lleno de confianza, repítele: mírame, Jesús, soy un trapo sucio; la experiencia de mi vida es tan triste, no merezco ser hijo tuyo. Díselo…; y díselo muchas veces. -No tardarás en oír su voz: «ne timeas!» -¡no temas!; o también: «surge et ambula!» -¡levántate y anda!

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Combatir y avanzar en el camino de la fe

Cuando en tu lucha diaria, compuesta ordinariamente de muchos pocos, hay deseos y realidades de agradar a Dios de continuo, te lo aseguro: ¡nada se pierde!

Piensa, porque es así: ¡qué bueno es el Señor, que me ha buscado, que me ha hecho conocer este camino santo para ser eficaz, para amar a las criaturas todas y darles la paz y la alegría! -Este pensamiento ha de concretarse luego en propósitos.

Sabes que no te faltará la gracia de Dios, porque te ha escogido desde la eternidad. Y, si te ha tratado así, te concederá todos los auxilios, para que le seas fiel, como hijo suyo. -Camina, pues, con seguridad.

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