¿Esperar la gracia o salir a su encuentro?

Padre, Si yo digo que la misericordia de Dios es eterna y llega a los confines de la tierra, ¿por qué estaría sujeta a que el ser humano vaya en búsqueda de esa misericordia? Si pienso en la parábola del hijo pródigo, el padre ofreció su misericordia con el solo hecho de ver al hijo a la distancia. Sin embargo, en el relato de las 99 ovejas, el texto dice que el pastor dejó las 99 y fue en búsqueda de la que se había perdido. Ninguna acción de requirió de parte de la oveja perdida para obtener esa misericordia… Yo estoy convencida de que Dios es todo misericordioso, pero que hay que ir a él con corazón contrito. (Parábola del hijo pródigo)
Sin embargo, hay quienes piensan que Dios lo perdona todo, así el ser humano no lo busque… (parábola del buen pastor). =Cómo se reconcilian esas dos ideas? Cómo se lo puedo explicar a alguien que me haga esa pregunta? Gracias por leerme! — M.B.

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Curiosamente yo me hacía esa misma pregunta estos días 🙂

Y lo que concluyo es que no hay un único patrón en el modo de actuar de Dios.

Sin embargo, algo debe destacarse: que el hijo pródigo EMPIECE a arrepentirse es un REGALO que no ha empezado en él o desde él sino que le llega como una visita de la misericordia divina.

En efecto, él hubiera podido hundirse en el cinismo o en la desesperación; de modo que poder “escoger” el arrepentimiento es un don de Dios, un don que le ha “llegado”.

Eso no significa que uno pueda decir: “Voy a esperar pecando a que me llegue el arrepentimiento,” porque la obstinación en el pecado no es “esperar la gracia” sino “luchar activamente contra la gracia” — una gracia que, con seguridad, Dios ya está concediendo.

Gracia santificante e Inhabitación Divina

La Gracia Santificante es un don de valor inapreciable pero es distinta a la Divina Inhabitación trinitaria; ¿podría de manera sencilla hablarme de las diferencias y por qué Se dice que la Divina Inhabitación vale más que la Gracia Santificante? — E.P.

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La palabra “gracia” aplicada a nuestro camino en la fe, significa la obra que Dios, por propia iniciativa, y en razón de los méritos de Cristo, hace en nosotros, transformándonos real y verdaderamente, de modo que pasemos de ser sus enemigos a ser sus amigos y aún más, sus hijos muy amados.

En un sentido general, debemos decir que la gracia santificante hace toda la obra que va desde el perdón hasta la más alta santidad, pasando por la renovación interior, la comprensión de la palabra divina, la fecundidad espiritual en las obras buenas, el ejercicio de los dones del Espíritu Santo, y la estrecha unión con la voluntad divina: todo esto es lo que significa que la gracia es “santificante.” En ese sentido, la gracia llamada santificante es, en sentido amplio, la garantía del obrar del Señor, que así nos conduce hasta la total unión con Él.

Pero la expresión “gracia santificante” se suele utilizar en un sentido más limitado para denotar particularmente el reencuentro con la amistad divina y la recuperación del camino que nos conduce por su voluntad. Es sobre todo lo que sucede en el sacramento de la confesión, que, como se dice, nos comunica la gracia cuando no perdona y renueva. Este sentido más reducido de la gracia santificante se concentra entonces en el perdón y en la obra de la justificación que restaura la amistad con Dios.

Hay entonces dos sentidos comunes de la expresión “gracia santificante”: el sentido GENERAL alude a todo el camino de conversión y santidad, hasta la gloria del Cielo; el sentido PARTICULAR se concentra en la obra del perdón y la recuperación de la amistad con Dios.

Por otro lado, la Inhabitación Divina se refiere a la acción continua del Espíritu Santo en nosotros haciendo que todo nuestro ser, interior y exterior, sea cada vez más acorde con el plan de Dios para nosotros. Es como si Dios nos estuviera esculpiendo y modelando interiormente.

Si uno compara el sentido GENERAL de gracia santificante con la Inhabitación Divina, uno ve que estamos hablando de lo mismo: Dios obrando en nosotros y con nosotros en ruta hacia la plena santidad.

Si uno en cambio compara el sentido PARTICULAR de gracia santificante con la Inhabitación Divina, uno ve que la Inhabitación se refiere a una obra más extensa y profunda, y en ese sentido algunos dirán que es mayor el contenido de la Inhabitación Divina.

LA GRACIA del Lunes 4 de Junio de 2018

Los cristianos no vamos por el mundo arrastrando una existencia, esperando la muerte; vamos con una experiencia de vida perdurable y con la certeza de que somos hijos de Dios.

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LA GRACIA del Domingo 17 de Diciembre de 2017

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO, CICLO B

Para la misión la Iglesia necesita personas que sean voz que anuncien la Palabra, prediquen el arrepentimiento y luego anuncien la gracia de la conversión y la vida nueva.

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LA GRACIA del Viernes 15 de Septiembre de 2017

MEMORIA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Unámonos en el misterio del dolor de Nuestra Señora, dejemos que ella nos acompañe en nuestros combates y dolores, participando en la gracia que ella conoce mejor que nadie.

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¿Puede tener el don de entendimiento una persona ajena a la gracia santificante?

Como ya hemos expuesto en 1-2 q.68 a.1, 2 et 3, los dones del Espíritu Santo perfeccionan el alma haciéndola dócil a la moción del mismo Espíritu. Por eso se puede decir que la luz intelectual es don del entendimiento, en cuanto que el entendimiento del hombre queda bien dispuesto por la moción del Espíritu Santo. Ahora bien, esa docilidad se aprecia en que el hombre capta bien la verdad respecto del fin. Por eso, si el entendimiento humano no es movido por el Espíritu Santo para conseguir una recta aprehensión del fin, es señal de que no ha recibido aún el don de entendimiento, aunque bajo la luz del Espíritu tenga conocimiento de otras cosas que son preámbulos para la fe. Tiene, en cambio, recta estimación del último fin solamente quien no yerra sobre el mismo, sino que se adhiere a él como a sumo bien, y eso es exclusivo de quien tiene la gracia santificante, del mismo modo que en las cosas morales tiene una recta apreciación del fin quien tiene el hábito virtuoso. Por eso solamente tiene el don de entendimiento quien tiene la gracia santificante. (S. Th., II-II, q.8, a.5, resp.)


[Estos fragmentos han sido tomados de la Suma Teológica de Santo Tomás, en la segunda sección de la segunda parte. Pueden leerse en orden los fragmentos publicados haciendo clic aquí.]

El amor de Dios manifiesto en Jesucristo

Cuatro pensamientos: (1) Dios nos amó primero; (2) Su amor se manifiesta plenamente en Jesucristo; (3) Quien llega a Cristo, en Él encuentra alivio, fuerza y alegría; (4) Quien así es amado, no puede “defenderse de amar,” según expresión de Santa Catalina de Siena.

Dos enseñanzas sobre la gracia

La gracia actúa, de ordinario, como la naturaleza: por grados. -No podemos propiamente adelantarnos a la acción de la gracia: pero, en lo que de nosotros depende, hemos de preparar el terreno y cooperar, cuando Dios nos la concede. Es menester lograr que las almas apunten muy alto: empujarlas hacia el ideal de Cristo; llevarlas hasta las últimas consecuencias, sin atenuantes ni paliativos de ningún género, sin olvidar que la santidad no es primordialmente obra de brazos. La gracia, normalmente, sigue sus horas, y no gusta de violencias. Fomenta tus santas impaciencias…, pero no me pierdas la paciencia.

Corresponder a la gracia divina -preguntas-, ¿es de justicia…?, ¿de generosidad…? -¡De Amor!

Más pensamientos de San Josemaría.

Si la gracia no es merecida, ¿no implica eso que la Llena de Gracia cometió pecado?

Fray Nelson en una ocacion un familiar q se a separado de la iglesia catolica me dijo q a la Sma.Virgen (ella solo dijo Maria) se le habia concedido la GRACIA de tener a Nuestro Señor Jesus porq asi Dios lo quizo pero q la palabra GRACIA significa REGALO NO MERECIDO sabiendo q esta palabra es continua en la Iglesia le pido de favor me ayude porq uno entiende q uno no meresca algo de Dios por pecador pero para Nuestra Madre y aun asi se q los hermanis separados siempre diran algo en contra de la manera en q vemos a la Santisima Virgen en la Iglesia Catolica. Un fuerte abrazo de L.L. Gracias.

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Uno puede no merecer algo por dos razones. Si uno se portó mal y le dan un regalo, claramente uno no merece ese regalo. Pero si uno no se ha ganado algo, y tampoco ha hecho nada malo, recibir el regalo es recibir algo que uno no merece.

Ejemplo de lo primero: un rey llega al trono, y sin que lo merezcan, concede el perdón y la libertad a algunos presos que no habían terminado de pagar sus condenas. El rey hace eso por generosidad y como un gesto de bondad. Ellos no merecían eso.

Ejemplo de lo segundo: el rey llega al trono y decide regalarle una mansión a uno de los guardianes del palacio. Este hombre no había cometido ningún crimen pero su sueldo tampoco daba para pagar semejante mansión. ¡Nunca lo habría imaginado! Ese guardía no merecía esa mansión pero tampoco había cometido falta alguna.

O sea que lo de no merecer no implica que haya habido maldad o formal alguna de pecado.

La Virgen María recibió amor, dones y gracias que superan todo lo que ella, en cuanto creatura de Dios, hubera podido haberse “ganado” o sea, hubiera podido merecer. Dios la amó de un modo sublime y altísimo, y en razón de ese amor, la asoció de una manera única a la misión de su Divino Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

LA GRACIA del Lunes 24 de Abril de 2017

El cambio profundo de corazón, el nacer de nuevo no se realiza por nuestras fuerzas y méritos, sólo recibimos la vida nueva como don y gracia de Nuestro Dios.

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¿Por qué no nos da Dios a todos la gracia que le dio a la Virgen María?

Fray Nelson Leí en un libro sobre la confesión que la santidad podía entenderse, en un aspecto, como la victoria sobre el pecado venial, por supuesto con la Gracia de Dios, entendiendo que la perfección nunca puede ser conformarse con no pecar mortalmente. A la vez leí, en el mismo libro, que la Iglesia afirma, en Trento: “Nadie está exento de pecar o de perder la gracia, ni de evitar todos los pecados, aún los veniales, salvo especial privilegio de Dios, como la bienaventurada Virgen María.” Mi pregunta es: ¿Por qué Dios no nos da a todos la Gracia de evitar los pecados veniales como lo hizo con la Virgen María? — G.G.

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Es fácil caer en simplificaciones cuando se habla de la gracia. Por ejemplo, sabemos que abstenerse de todo pecado implica una obra singularísima de la gracia pero estoy seguro que muchos interpretan eso como que la persona no sentía ninguna atracción hacia el pecado, es decir, que no podía ser propiamente tentada. Es fácil también suponer que la constante victoria sobre el pecado implicaba una especie de inmunidad ante el dolor que nace del pecado, sea propio o ajeno: algo así como si la persona estuviera un poco, según el dicho, “más allá del bien y del mal.”

La realidad es muy distinta. En primer lugar, la ausencia de pecado no significa ausencia de tentación, y por lo tanto no significa ausencia de esfuerzo para vencer la tentación. Es un esfuerzo que coopera con una gracia magnífica pero es esfuerzo, y esfuerzo descomunal. Lo sabemos ante todo por el mismo nuestro Señor Jesucristo, que tuvo que sudar gotas de sangre venciendo las duras tentaciones de Getsemaní. La Carta a los Hebreos 5,8 dice que él “aprendió sufriendo a obedecer.” No parece tampoco que haya sido sencillo ni dulce el camino de María, a la que le fue anunciado que una espada atravesaría su corazón (Lucas 2,35) como se cumplió no una sino varias veces, y que llegó a realizarse de modo extremo en los dolores indescriptibles de la Pasión de su Hijo.

De modo que lo de evitar pecados veniales suena algo así como un auxilio para portarse bien en todo y estar contento a todas horas. Así serían las ocsas en un universo donde no hubiera la rebeldía de Satanás, y su envidia que hizo entrar la muerte en el mundo (Sabiduría 2,24). Vencer al pecado implica SIEMPRE vencer al demonio, que ha hecho y hará todo lo que esté en su poder angélico para apartarnos con amenazas, dolores, tentaciones o falsas promesas, del camino del Señor. Por supuesto que la gracia da la victoria pero esa gracia no reemplaza la voluntad sino que simplemente la capacita desde dentro, y eso implica que haya una RESPUESTA de parte del hombre. Si la respuesta humana no se necesitara entonces no seríamos seres libres sino robots.

De modo que la gracia, en el fondo, sí que está disponible, porque como bien enseña Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, ni el demonio ni creatura alguna puede forzar al hombre a cometer el más mínimo pecado. ¡La gracia existe y está! Lo que falla es nuestro sí a la gracia; los que fallamos somos nosotros, que no respondemos como María pero que de ella, y del auxilio de su oración, podemos obtener una respuesta cada vez más próxima al querer de Dios. Es lo que han hecho los santos.