Meditación de San León Magno, Sobre la Encarnación

La majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invul­nerable se une a la naturaleza pasible; de este modo, como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, pudo ser a la vez mortal e inmortal, por la conjunción en él de esta doble condición.

El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza huma­na, conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana. Y, al decir nuestra esencia humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurarla.

Esta naturaleza nuestra quedó viciada cuando el hombre ­se dejó engañar por el maligno, pero ningún vestigio de este vicio original hallamos en la naturaleza asumida por el Salvador. Él, en efecto, aunque hizo suya nuestra misma debilidad, no por esto se hizo partícipe de nues­tros pecados.

Tomó la condición de esclavo, pero libre de la sordidez del pecado, ennobleciendo nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo –por el cual, él, que era invisible, se hizo visible, y él, que es el Creador y Señor de todas las cosas, quiso ser uno más entre los mortales– fue una dignación de su misericor­dia, no una falta de poder. Por tanto, el mismo que, perman­eciendo en su condición divina, hizo al hombre es el mismo que se hace él mismo hombre, tomando la condición ­de esclavo.

Y, así, el Hijo de Dios hace su entrada en la bajeza de este mundo, bajando desde el trono celestial, sin dejar la gloria que tiene junto al Padre, siendo engendrado en un nuevo orden de cosas.

En un nuevo orden de cosas, porque el que era invisible por su naturaleza se hace visible en la nuestra, el que era inaccesible a nuestra mente quiso hacerse accesible el que existía antes del tiempo empezó a existir en el tiempo, el Señor de todo el universo, velando la inmensidad de su majestad, asume la condición de esclavo, el Dios impasible e inmortal se digna hacerse hombre pasible y sujeto a las leyes de la muerte.

El mismo que es Dios verdadero es también hombre verdadero, y en él, con toda verdad, se unen la pequeñez del hombre y la grandeza de Dios.

Ni Dios sufre cambio alguno con esta dignación de su piedad, ni el hombre queda destruido al ser elevado a esta dignidad. Cada una de las dos naturalezas realiza sus actos propios en comunión con la otra, a saber, la Palabra realiza lo que es propio de la Palabra, y la carne lo que es propio de la carne.

En cuanto que es la Palabra, brilla por sus milagros; en cuanto que es carne, sucumbe a las injurias. Y así cómo la Palabra retiene su gloria igual al Padre, así también su carne conserva la naturaleza propia de nuestra raza.

La misma y única persona, no nos cansaremos de repetirlo, es verdaderamente Hijo de Dios y verdaderamente hijo del hombre. Es Dios, porque en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios; es hombre, porque la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

Las armas de Dios

«Las armas de Dios» (Ef. 6, 11)

En el texto antes citado de 2 Cor. 10, 4, San Pablo proclama expresamente: «las armas de nuestro combate no son carnales», es decir, no son de orden humano o natural.

Y el fundamento de esta afirmación lo encontramos en el otro texto también citado de Ef. 6,12: la armas no pueden ser «carnales» porque la lucha «no es contra la carne y la sangre». Las armas tienen que ser adecuadas al género de enemigo y de combate. Precisamente porque la lucha es «contra los Espíritus del Mal», sólo valen «las armas de Dios»; sólo ellas hace posible «resistir a las asechanzas del Diablo» (v. 11) y «resistir en el día malo» y mantenerse firmes después de haber vencido todo (v. 13).

Con otras palabras, es necesaria la fuerza poderosa del Señor (Ef. 6,10). San Pablo lucha y se fatiga, pero con una energía que no es suya: «precisamente me afano luchando con la fuerza de Cristo que actúa poderosamente en mí» (Col. 1,29). Cristo ha vencido al diablo (Mt. 4,1-11), y sólo en Cristo y con su fuerza es posible vencer.

Por eso el apóstol renuncia deliberadamente a apoyarse en los medios naturales humanos -la «armas carnales»- y acude a las «armas de Dios», las únicas eficaces en el combate apostólico y cristiano.

Y en Ef. 6,14ss. detalla en qué consiste esta armadura que hace invulnerable y vencedor: vivir en la Verdad revelada por Dios; estar revestidos de la santidad en la adhesión a la voluntad de Dios; el celo por el Evangelio; la fe viva; la salvación asimilada y vivida; la atención y acogida de la Palabra de Dios; la oración constante… Son en realidad las armas necesarias al cristiano; mucho más al apóstol.

Puesto que la acción de Satanás utiliza como arma fundamental el engaño y la seducción (2 Tes. 2,9-12), se comprende la insistencia en las armas que hacen vivir en la luz (la verdad, la fe, la Palabra de Dios…). Otras armas miran más a la unión con Dios o con Cristo (santidad, salvación…), que es nuestra fortaleza. Notar que junto a las armas defensivas están también las ofensivas (la Palabra de Dios, el celo por la difusión del Evangelio…).


El autor de esta obra es el sacerdote español Julio Alonso Ampuero, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

ROSARIO de las Semanas 2022/03/25

    #RosarioFrayNelson para el Viernes:
    Contemplamos los Misterios de la Dolorosa Pasión

    Usamos esta versión de las oraciones.

    1. En el primer misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús, que vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron.
    2. En el segundo misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní intercediendo por nosotros los pecadores.
    3. En el tercer misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús, juzgado por el sanedrín, y luego por la autoridad romana, y así condenado a muerte.
    4. En el cuarto misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos la flagelación de Nuestro Señor Jesucristo, porque sus heridas nos han curado.
    5. En el quinto misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús coronado de espinas: Rey humilde y Príncipe de Paz.
    6. En el sexto misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús que carga con su cruz.
    7. En el séptimo misterio de la Dolorosa Pasión contemplamos a Jesús que muere en la Cruz.

    [REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

LA GRACIA 2022/03/26 Practicar la auténtica misericordia implica sacrificio

Los sacrificios no tienen sentido si no están unidos a una vida donde se practique la misericordia. La misericordia misma cuando se practica es una especie de sacrificio.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA en redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios. Tu donación hace fuerte la evangelización católica. ¡Dona ahora!]

Oración con la que el Santo Padre consagrará a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María

“El pasado 2 de marzo, miércoles de ceniza, con la invasión de Ucrania iniciada, los obispos católicos de rito latino de Ucrania pidieron al Papa que consagre Rusia y su país al Inmaculado Corazón de María «como lo pidió la Santísima Virgen en Fátima». Unos días después el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni. anunció que el Santo Padre lo haría en la jornada penitencial que se desarrollará el día 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación del Señor. El Papa Francisco ha invitado a todos los obispos, y fieles a unirse, y se han ido publicando en muchos países la adhesión de las conferencias episcopales e incluso recientemente la del Papa Emérito Benedicto XVI…”

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ROSARIO de las Semanas 2022/03/24

#RosarioFrayNelson para el Jueves:
Contemplamos los Misterios de la vida pública del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
  2. En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
  3. En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
  4. En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
  5. En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
  6. En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
  7. En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]