Resurgir

Tú has de comportarte como una brasa encendida, que pega fuego donde quiera que esté; o, por lo menos, procura elevar la temperatura espiritual de los que te rodean, llevándoles a vivir una intensa vida cristiana.

El fundamento de toda nuestra actividad como ciudadanos -como ciudadanos católicos- está en una intensa vida interior: en ser, eficaz y realmente, hombres y mujeres que hacen de su jornada un diálogo ininterrumpido con Dios.

Pensar en la Muerte de Cristo se traduce en una invitación a situarnos ante nuestro quehacer cotidiano, con absoluta sinceridad, y a tomarnos en serio la fe que profesamos. Ha de ser una ocasión de ahondar en la hondura del Amor de Dios, para poder así -con la palabra y con las obras- mostrarlo a los hombres.

Procura que en tu boca de cristiano -que eso eres y has de ser a toda hora- esté la “imperiosa” palabra sobrenatural que mueva, que incite, que sea la expresión de tu disposición vital comprometida.

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