Amor en acción

No confundas la serenidad con la pereza, con el abandono, con el retraso en las decisiones o en el estudio de los asuntos. La serenidad se complementa siempre con la diligencia, virtud necesaria para considerar y resolver, sin demora, las cuestiones pendientes.

Sobre ti recae -a pesar de tus pasiones- la responsabilidad de la santidad, de la vida cristiana de los demás, de la eficacia de los otros. Tú no eres una pieza aislada. Si te paras, ¡a cuántos puedes detener o perjudicar!

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