Persevera, voluntariamente y con amor -aunque estés seco-, en tu vida de piedad. Y no te importe si te sorprendes contando los minutos o los días que faltan para acabar esa norma de piedad o ese trabajo, con el turbio regocijo que pone, en semejante operación, el chico mal estudiante, que sueña con que se termine el curso… Persevera -insisto- con eficaz y actual voluntad, sin dejar ni un instante de querer hacer y aprovechar esos medios de piedad.
Vive la fe, alegre, pegado a Jesucristo. -Amale de verdad -¡de verdad, de verdad!-, y serás protagonista de la gran Aventura del Amor, porque estarás cada día más enamorado.
Dile despacio al Maestro: ¡Señor, sólo quiero servirte! ¡Sólo quiero cumplir mis deberes, y amarte con alma enamorada! Hazme sentir tu paso firme a mi lado. Sé Tú mi único apoyo. -Díselo despacio…, ¡y díselo de veras!