La frecuencia con que visitamos al Señor está en función de dos factores: fe y corazón; ver la verdad y amarla.
El Amor se robustece también con negación [de sí mismo] y mortificación.
Si tuvieras un corazón grande y algo más de sinceridad, no te detendrías a mortificar, ni te sentirías mortificado…, por detallitos.
Si te enfadas -en ocasiones es un deber; en otras, una flaqueza-, que dure sólo pocos minutos. Y además, siempre con caridad.