Tu vocación de cristiano te pide estar en Dios y, a la vez, ocuparte de las cosas de la tierra, empleándolas objetivamente tal como son: para devolverlas a El.
¡Parece mentira que se pueda ser tan feliz en este mundo donde muchos se empeñan en vivir tristes, porque corren tras su egoísmo, como si todo se acabara aquí abajo!
El mundo está frío, hace efecto de dormido. -Muchas veces, desde tu observatorio, lo contemplas con mirada incendiaria. ¡Que despierte, Señor! -Encauza tus impaciencias con la seguridad de que, si sabemos quemar bien nuestra vida, prenderemos fuego en todos los rincones…, y cambiará el panorama.
La fidelidad -el servicio a Dios y a las almas-, que te pido siempre, no es el entusiasmo fácil, sino el otro: el que se conquista al ver lo mucho que hay que hacer en todas partes.