El Cristo glorificado es el Dador del Espíritu. A precio de la “gloria de Cristo” recibimos el Don del Espíritu (cf. Juan 7). Y Cristo es “levantado” cuando es llevado a la Cruz, cuando sale del sepulcro y cuando entra en los Cielos con nuestra Humanidad para siempre presente en su carne. El Espíritu Santo es regalo para nosotros: no nos cuesta a nosotros pero sí le costó a Cristo. Gracias a Cristo participamos ahora de la vida divina, ya desde esta tierra y para siempre en la eternidad.