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Cuando sucedió en el monte llamado Tabor, la Transfiguración de Jesucristo ante los tres discípulos predilectos, Pedro, Juan y Santiago, dejándoles ver por un momento su gloria, allá apareció Elías entre los invitados, junto a otro peregrino de la montaña que se llamaba Moisés.
Los discípulos los veían conversando familiarmente con Cristo. Entre los tres comentaban cosas sobre los acontecimientos de la próxima Pasión.
Ya sabían cosas de él. Las habían escuchado con frecuencia en la Sinagoga de los sábados. Incluso los más viejos del lugar afirmaban, que en los últimos tiempos se hablaba de Elías más que en otras épocas.
No hacía mucho, la gente llegó a confundir a aquel Bautista que realizaba su carismática predicación en el río Jordán, con Elías.
Los mismos príncipes de los sacerdotes habían mandado a unos comisionados para que investigaran si Juan era el Mesías tan esperado. Al obtener una respuesta negativa, intuyeron que se trataba de alguna otra persona importante.
Hasta le preguntaron si era una especie de reencarnación de Elías o una aparición suya, puesto que se hablaba de que el gran Profeta tendría que venir en los tiempos últimos.
¿Qué quién fue este personaje? Los judíos de todos los lugares conocían bien sus portentosas obras, que fueron parte de su misión.
Había nacido en torno al año 900 antes de Cristo, cuando ya se había consumado la división cismática político-religiosa del Pueblo de Dios, que quedó seccionado en el Reino del Norte, con capital en Samaría, y el Reino del Sur, con capital en Jerusalén.
Después de la asamblea que tuvieron en el 931 en Siquén, el reino del norte se llamó Israel y el del sur, Judá.
Cuando Elías ejerce su profetismo por encargo de Dios, reina en Israel Ajab, quien se ha casado con la cruel Jezabel, hija de Ittobaal, el rey de Tiro y Sidón.
Este último ha traído a Samaría a sus profetas y dioses fenicios, ha levantado un templo a los baales y ha perseguido hasta el aniquilamiento a los Profetas del verdadero y único Dios, Yahvé.
Elías o Eliyahú, que quiere decir "Dios es mi confianza", es fuerte y claro con el rey Ajab. Le dirá, que por haberse apartado de Yahvé y por haber torcido sus ojos a los dioses falsos, ya lleva su reino sufriendo años la sequía que él ha mandado.
Hace años que los campos se han olvidado de las cosechas, los veneros están agostados y los animales se mueren. Los hombres tienen labios resecos y Samaría entera sufre el azote de Dios.
Profeta fuerte y claro con el pueblo prevaricador: "¿Hasta cuándo cojearéis entre dos muletas?" les dice, recriminándoles por mantenerse dubitativos y negligentes entre Yahvé y los baales.
Tiene que convencerles con un prodigio. Se reunirán los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y él solo, en lid sobrenatural para dilucidar ante el pueblo dónde está la verdad.
Con dos novillos descuartizados dispuestos sobre el monte para el sacrificio, los profetas de los baales danzarán, cantarán, gritarán, implorarán, se harán incisiones sangrientas y entrarán en trance sin éxito.
Elías invocará con sencillez al Dios de Israel y de Judá. Vendrá de inmediato un fuego del cielo, que hará en un instante cenizas a las víctimas y a las piedras, por más que antes hubieran sido empapadas en agua.
Con los intereses de Yahvéh, es fuerte y claro por encima de todo. Los cuatrocientos cincuenta profetas de los falsos dioses son pasados a cuchillo junto al torrente Cisón. Ni uno sólo escapó.
Convertido ya el pueblo al buen Dios, no hace falta que continúe el castigo. Viene el agua, como llega la persecución de la vengativa Jezabel, que obliga a huir a Elías al desierto, donde cansado y agotado el Profeta, pide ya la llegada de su fin bajo la retama.
Como el desierto tiene reminiscencias de lugar encontradizo con Dios, le viene el encargo de reponer fuerzas, porque el camino a recorrer es aún largo para Elías.
Hace falta ungir a Yehú para rey de Israel y preparar a Eliseo como sucesor en el profetismo.
Aún tuvieron tiempo para ver al hombre de Dios pasar andando el río Jordán golpeado con su manto.
¡Cuánto debió ser el poder que Dios dio a Elías cuando Eliseo se conformaba sólo con un tercio de él, para desempeñar su propia misión! Y lo tendrá, al ver el rapto de su maestro al Cielo en aquel carro de fuego.
Hermosillo, Sonora, México (1984) - Que el Espíritu Santo que ya ha habitado en tu corazón, se manifieste con más fuerza, dándote más sabiduría en las cosas de Dios y dándote más amor, sobre todos por todos tus hermanos en Cristo. Espíritu Santo, dulce huesped del alma llevalo siempe bajo tus alas y has de él un verdadero hijo de Dios. Te lo pedimos Señor y dador de vida. Lety
Cartagena de Indias, Colombia (1982) - Te deseo una eterna y dichosa felicidad, que el Señor te cubra con su santo Espíritu de amor por siempre y que la prosperidad sea tu más tierna compañia.
Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto. La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: "¡Ojalá hubiéramos muerte a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad." El Señor dijo a Moisés: "Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. El día sexto prepararán lo que hayan recogido, y será el doble de lo que recogen a diario."
Moisés dijo a Aarón: "Di a la comunidad de los israelitas: "Acercaos al Señor, que ha escuchado vuestras murmuraciones."" Mientras Aarón hablaba a la asamblea, ellos se volvieron hacia el desierto y vieron la gloria del Señor que aparecía en una nube. El Señor dijo a Moisés: "He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: "Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios."" Por la tarde, una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas se dijeron: "¿Qué es esto?" Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: "Es el pan que el Señor os da de comer."
Tentaron a Dios en sus corazones, / pidiendo una comida a su gusto; / hablaron contra Dios: "¿Podrá Dios / preparar una mesa en el desierto?" R.
Pero dio orden a las nubes, / abrió las compuertas del cielo: / hizo llover sobre ellos maná, / les dio un trigo celeste. R.
Y el hombre comió pan de ángeles, / les mandó provisiones hasta la hartura. / Hizo soplar desde el cielo el levante, / y dirigió con su fuerza el viento sur. R.
Hizo llover carne como una polvareda, / y volátiles como arena del mar; / los hizo caer en mitad del campamento, / alrededor de sus tiendas. R.
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: "Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."
La parábola del sembrador es también la historia de los enemigos de la semilla. Los muros de prejuicio, la superficialidad de nuestra espiritualidad y el exceso de ruido son expresión de estos enemigos hoy. 33 min. 2 seg.
1.1 Los israelitas no recorrieron el desierto como un camino de liberación sino como un camino de murmuración. Esto es importante tenerlo en cuenta porque nos hace entender que los problemas no se concentraban en una persona --el faraón--, ni en un lugar --Egipto--, ni en un sistema de gobierno --una cierta monarquía--.
1.2 El triste resumen es muy distinto: adonde van los humanos va la humanidad; adonde van los humanos, por consiguiente, van sus congojas, sus orgullos, sus codicias, su capacidad de mentir, el hedor de sus traiciones, el doloroso espectáculo de su ingratitud.
1.3 También es verdad lo contrapuesto: donde van los humanos va la esperanza, van la posibilidad del heroísmo y de la grandeza, de la santidad y de una generosidad capaz de conmover a sus mismos autores.
2. ¿Pan o Libertad?
2.1 La ocasión para esta murmuración de los hebreos es el alimento: en Egipto "nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos". No dicen, sin embargo: "éramos esclavos", porque esa esclavitud que es nuestra continua necesidad de alimentarnos nos puede hacer olvidar que tenemos otras esclavitudes. Pan o libertad: a veces no es fácil escoger. No seamos demasiado duros con aquellos israelitas.
2.2 De otro lado, notemos que cuando las cosas salían bien la gente cantaba sobre todo a Yahvé; cuando les salían mal, criticaban a los enviados de Yahvé. Esa es otra enseñanza: es fácil atribuir los bienes a Dios, que está "tan lejos" mientras fustigamos a sus enviados que están "tan cerca". Así resulta sencillo entrar en el estilo de la secta protestante que suele tomar como estilo de presentación ser una "fe sin iglesia". Es un engaño, pero como tantos otros engaños sirve para pescar incautos.
3. La Parábola más conocida del Evangelio
3.1 Hoy el evangelio nos ofrece la parábola quizá más conocida de todas: "salió un sembrador a sembrar...". Y hay algo interesante con esta parábola: se puede aplicar a sí misma, porque ella misma es una palabra, una semilla que ha llegado al campo de nuestra vida.
3.2 En efecto, solemos prestar atención a la semilla que quedo sembrada de manera "superficial" o a la que quedó "entre zarzas", porque la superficialidad y el atafago son realidades de las que podemos hacernos fácilmente conscientes. Yo quisiera que hoy destacáramos la triste suerte de las primeras semillas, las que cayeron al borde del camino, es decir: las que ni siquiera fueron siembra.
3.3 Creo que no pensamos suficientemente en todas las semillas que dejamos perder, en todas las palabras que ni siquiera oímos, en todos los sueños que abortamos, en todas las posibilidades que no alcanzamos a saludar.
3.4 Y nos falta pensar también, pienso, en todas aquellas ocasiones en que NO recibimos la Palabra de Dios solamente porque creemos que YA la hemos recibido... como de hecho suele suceder cuando el evangelio del día empieza diciendo: "Una vez salió un sembrador a sembrar..."