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Este santo Mártir nació en Beverley, Inglaterra, en el año 1469. A los catorce años ya era el estudiante más sobresaliente, y a los veinte fue nombrado profesor del Colegio San Miguel.
Se doctoró en la famosa Universidad de Cambridge. A los 22 años, dispensado de la falta de edad, lo ordenaron sacerdote. Poco después, recibió el nombramiento de vicecanciller o vicerrector de la gran universidad.
En 1504 fue elegido nuestro Santo, Obispo de Rochester, cuando sólo tenía 35 años. Y él, como hacía con los cargos que le confiaban, se dedicó a este oficio con todas las fuerzas de su recia personalidad.
Con un entusiasmo no muy frecuente en la época, ofreció su tiempo para visitar todas y cada una de las parroquias, observar si estaban cumpliendo con su deber y animar a los no muy entusiastas.
A los sacerdotes les insistía en la grave responsabilidad de cumplir muy exactamente las labores sacerdotales. Iba personalmente a asistir a los más pobres.
Dedicaba, además, muchas horas al estudio y a escribir libros. Se hicieron famosos sus discursos fúnebres a la muerte del rey Enrique VII y en el funeral de la reina Margarita.
Aunque era Obispo y por otro lado canciller de la universidad, llevaba una vida tan austera como la de un monje. No dormía más de seis horas. Hacía fuertes penitencias.
Cuando Lutero empezó a difundir los errores de los protestantes, el Obispo Fischer fue elegido para atacar tan fatales fallas, y escribió cuatro libros con el fin de combatir las equivocaciones de los luteranos.
En un Sínodo de Inglaterra, el Obispo Fischer protestó fuertemente contra la mundanalidad de algunos eclesiásticos y la vanidad de aquellos que buscaban altos puestos y no la verdadera santidad.
Cuando el rey Enrique VIII dispuso divorciarse de su legítima esposa y casarse con la concubina Ana Bolena, el Obispo Juan Fischer fue el primero en oponerse.
Y aunque muchos altos personajes, por conservar la amistad del rey, declararon que ese divorcio sí se podía hacer, Juan, aún con peligro de perder sus cargos y ser condenado a muerte, declaró públicamente, que el matrimonio católico es indisoluble.
El terrible rey Enrique VIII se declaró jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra en reemplazo del Sumo Pontífice. Todos los que deseaban conservar sus altos puestos en el gobierno y en la Iglesia, lo apoyaron.
Pero, Juan Fischer declaró que esto era absolutamente equivocado, y en pleno Parlamento exclamó: "Querer reemplazar al Papa de Roma por el rey de Inglaterra como jefe de nuestra religión, es como gritarle un muera a la Iglesia Católica".
Las amenazas de los enemigos empezaron a llegar sobre él. Dos veces lo llevaron a la cárcel. Otra vez trataron de envenenarlo.
Le inventaron toda clase de calumnias, y como no lograron intimidarlo, lo encerraron en la Torre de Londres. Tenía entonces 66 años.
Estando en prisión, recibió del Sumo Pontífice el nombramiento de Cardenal. El impío rey exclamó: "Le enviaron el sombrero de Cardenal, pero no podrá ponérselo, porque yo le mandaré cortar la cabeza". Y así fue.
El 17 de junio de 1535 le leyeron la sentencia de muerte. El rey Enrique VIII ordenaba matarlo por no aceptar el divorcio y por no aceptar que el rey reemplazara al Papa en el gobierno de la Iglesia Católica.
Al llegar al sitio donde le iban a cortar la cabeza, el venerable anciano se dirigió a la multitud y les dijo a todos que moría por defender a la Santa Iglesia Católica fundada por Jesucristo. Recitando el "Tedeum" en acción de gracias, falleció.
María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total, y atravesado por una espada, nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.
La fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo.
Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad. La Iglesia nos enseña que el modo más seguro de llegar a Jesús, es por medio de su Madre.
De ahí que nos consagramos al Corazón de Jesús a través del Corazón de María. Esto se hace evidente en la liturgia, al celebrar ambas fiestas de manera consecutiva, viernes y sábado, respectivamente, en la semana siguiente al domingo del Corpus Christi.
Santa María, Mediadora de todas las gracias, nos invita a confiar en su amor maternal, a dirigir nuestras plegarias pidiéndole a su Inmaculado Corazón que nos ayude a conformarnos con su Hijo Jesús.
Venerar su Inmaculado Corazón significa, no sólo reverenciar el corazón físico, sino también su persona como fuente y fundamento de todas las virtudes. Veneramos expresamente su Corazón como símbolo de amor a Dios y a los demás.
El Corazón de Nuestra Madre nos muestra claramente la respuesta a los impulsos de sus dinamismos fundamentales, percibidos por su profunda pureza, en el auténtico sentido.
Al escoger los caminos concretos entre la variedad de las posibilidades, que como a cada persona se le ofrece, María, preservada de toda mancha por la gracia, responde ejemplar y rectamente a la dirección de tales dinamismos, precisamente según la orientación en ellos impresa por el plan de Dios.
Ella, quien atesoraba y meditaba todos los signos de Dios en su Corazón, nos llama a esforzarnos por conocer nuestro propio corazón, es decir, la realidad profunda de nuestro ser, aquel misterioso núcleo donde encontramos la huella divina que exige el encuentro pleno con Dios Amor.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina (1986) - Feliz aniversario hijito, y quiero decirte que al año de este mismo día fuiste bautizado para gracia y alegría de Dios. Gracias Dios por tan grande regalo que me diste. Tu Mamá Kuky
Bogotá, Colombia (2009) - Ordenacion de Obispo. En su sabiduría, Dios moldeó un nuevo Pastor, Él se sentó como fundidor y purificó la plata, la refinó sosteniéndola en medio del fuego donde las llamas arden con más fuerza, para así sacar las impurezas y generar el temple final de la obra, su propio reflejo y lo llamó con el acento del llamado al profeta Samuel, no por un privilegio, sino por convocación aunado a la vocación celosa de servir, de entregarse, de disponibilidad, de muy buen administrador de su rebaño.
Como su amigo me siento felíz de su Ordenación, Jorge Ruíz Martinez
Después de la muerte de Nabot, el Señor dirigió la palabra a Elías, el tesbita: "Anda, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que vive en Samaria. Mira, está en la viña de Nabot, adonde ha bajado para tomar posesión. Dile: Así dice el Señor: ¿Has asesinado, y encima robas?, Por eso, así dice el Señor: "En el mismo sitio donde los perros han lamido la sangre de Nabot, a ti también los perros te lamerán la sangre."
Ajab dijo a Elías: "¿Conque me has sorprendido, enemigo mío?"
Y Elías repuso: "¡Te he sorprendido! Por haberte vendido, haciendo lo que el Señor reprueba, aquí estoy para castigarte; te dejaré sin descendencia, te exterminaré todo israelita varón, esclavo o libre. Haré con tu casa como con la de Jeroboán, hijo de Nabal, y la de Basá, hijo de Ajías, porque me has irritado y has hecho pecar a Israel. También ha hablado el Señor contra Jezabel: "Los perros la devorarán en el campo de Yezrael. "A los de Ajab que mueran en poblado los devorarán los perros, y a los que mueran en descampado los devorarán las aves del cielo."
Y es que no hubo otro que se vendiera como Ajab para hacer lo que el Señor reprueba, empujado por su mujer Jezabel. Procedió de manera abominable, siguiendo a los ídolos, igual que hacían los amorreos, a quienes el Señor había expulsado ante los israelitas.
En cuanto Ajab oyó aquellas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba taciturno.
El Señor dirigió la palabra a Elías, el tesbita: "¿Has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva; castigaré a su familia en tiempo de su hijo."
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestro hermano, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto"
El amor verdadero y transformante nos lo trae Cristo y Él nos pide que no lo detengamos, sino que pase a través de nosotros para que toque y construya el bien en otras personas. 5 min. 17 seg.
Los cristianos somos imagen de Dios y nos vamos volviendo semejanza del Señor en la medida que obramos como Él obra, amando a nuestros enemigos; amando como Él nos ama a pesar de que pequemos. 4 min. 33 seg.
Para vivir el Evangelio se necesita la gracia de Dios, no es un esfuerzo de nuestra voluntad; se necesita ser hijos del Padre celestial para poder amar a nuestros enemigos. 4 min. 53 seg.
Amar no es un sentimiento, tampoco es tolerar la injusticia. Amar como Jesús nos lleva a revisar nuestro interior, a ver que debemos cambiar. 7 min. 36 seg.
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1.1 Hay ocasiones en que queremos un Dios que no vea nuestras faltas, como cuando Adán trataba de esconderse de Dios en el paraíso. Otras veces queremos que no deje de ver las faltas, porque son la de otras personas. Ayer escuchábamos del horrendo crimen de Ajab, que se apoderó vil y cobardemente de la viña del inocente Nabot, y ante esa injusticia queremos un Dios que vea y que intervenga. Pero, ¿quién nos entiende? ¿No es verdad que sentimos algo de disgusto cuando Dios luego resulta tan capaz de ver que ve también el arrepentimiento de Ajab y promete no castigarlo por lo menos en vida?
1.2 La enseñanza, pues, de la primera lectura es sencilla, aunque a veces desconcierte nuestras expectativas: Dios ve, Dios conoce. Ve la culpa y ve el arrepentimiento. Sabe de nuestras fallas pero también de lo fácil que es que fallemos; conoce nuestras culpas y nuestra fragilidad. Ve las intenciones torcidas que tratamos de esconderle pero también ese fondo de bondad que persiste en nosotros incluso cuando ya ni creemos que pueda existir.
1.3 Elías fue la voz de Dios para Ajab. Su ministerio fue verdaderamente el de un profeta. Si recordamos la historia de Elías, sabemos cuánto odio y cuánta injusticia acumuló el rey Ajab cuando Elías, fundamentalmente porque Elías le denunciaba su idolatría y haber torcido la fe del pueblo. Y sin embargo, Elías va más allá de su miedo en plantarse frente a Ajab para denunciarle su crimen; y luego el mismo Elías va más allá de sus propios malos recuerdos y es capaz de tener palabras de indulgencia y comprensión con quien lo ha maltratado tanto. Así son los profetas. Los verdaderos profetas.
2. Un Evangelio Difícil
2.1 A veces se presenta el Evangelio del amor en agudo contraste con el Dios de la justicia, que sería el del Antiguo Testamento. Es una simplificación demasiado grande. A ella se suele añadir esta idea: la ley de Moisés, resumida finalmente en los Mandamientos, termina acusándonos porque exige demasiado en su meticulosidad; por el contrario, la ley nueva, la del Evangelio, no pide "detalles" sino sólo "actitudes generales." En un cierto momento esta línea de pensamiento, que ha servido de base a bastante de la teología moral reciente, llega a la conclusión de que es casi imposible que alguien se condene, porque, en primer lugar, Dios es amorosísimo, y en segundo lugar, es difícil que alguien falle en tener algo de bueno. Al fin y al cabo, "en el fondo" todos somos buenos.
2.2 Esta postura tiene algo muy valioso, que es subrayar, la primacía del amor. Se equivoca, sin embargo, en la vaguedad con que presenta el hecho de amar, y también se equivoca al pensar o hacernos pensar que el amor es siempre una experiencia deliciosa, como si amar fuera siempre un poco estar enamorado.
2.3 El evangelio de hoy nos baja de esa nube. He aquí a Cristo pidiendo que amemos a los enemigos. Para quien haya tenido un enemigo de verdad, de esos que se gozan si tú caes y se entristecen si las cosas te salen bien, las palabras de Cristo son casi un imposible. ¿Habrá alguien para quien sea deleitable amar a quien muestra semejantes actitudes, no generales, sino muy particulares? Y por cierto, ¿no es eso más exigente que toda la ley de Moisés junta?
2.4 Y sin embargo, Cristo lo mandó y, que se sepa, nunca se desdijo. De lo cual aprendemos que amar es otra cosa, es algo que envuelve experiencias muy dulces pero que no se reduce a la dulzura. Pasa por el misterio de la Cruz y trasciende las fronteras de nuestros límites naturales, si queremos usar esa expresión. Quiero decir: hay un momento en que amar no es espontáneo, no es "natural." Tampoco es "antinatural;" sencillamente es "sobrenatural": es algo que supera nuestra naturaleza, elevándola como sólo Dios sabe y puede hacerlo a través del don de su Espíritu.