LA GRACIA del Viernes 1 de Junio de 2018

MEMORIA DE SAN JUSTINO, MÁRTIR

Pidamos la intercesión de San Justino para que seamos mejores discípulos de Jesucristo, respondiendo a la persecución actual con mansedumbre, modestia y pureza de intención.

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Las conclusiones del Concilio III de Lima, y las dificultades de su implementación

Impugnaciones y aprobaciones

El señor arzobispo, después de tantas amarguras, pudo finalmente, con gran descanso, clausurar el Concilio. Sin embargo, no habían de faltar posteriormente graves resistencias a sus cánones y acuerdos. «Algunos hombres -escribe Santo Toribio al Papa- han interpuesto frívolas apelaciones», de tal modo que «todos nuestros planes se han trastornado» (1-1-1586).

Los Procuradores de las distintas Diócesis formalizaron un recurso de apelación ante la Santa Sede. A juicio de ellos, las sanciones eran excesivamente fuertes, concretamente las referentes al clero. Censuras y excomuniones se fulminaban con relativa facilidad. El padre Acosta justificaba esta severidad con una razón profundamente misionera y pastoral: «Los abusos en que se ha puesto rigor son muy comunes por acá y en muy notable exceso», por ejemplo, la mercatura de algunos clérigos. «Mas la principal consideración de esto es que en estas Indias los dichos excesos de contrataciones y juegos de clérigos son casi total impedimento para doctrinar a los indios, como lo afirman todos los hombres desapasionados y expertos desta tierra» (+Bartra 31). Quizá una Iglesia más asentada tolerase sin grave peligro tales abusos, pero no era ése el caso de las Indias.

Sometido el Concilio a la aprobación de Roma, hasta allí llegaron quejas, resistencias y apelaciones. Pero también llegaron cartas como la de Santo Toribio al General de los jesuitas, rogándole que apoyara ante el Papa los acuerdos del Concilio: «Y ya que parezca moderar las censuras y excomuniones en algunos otros capítulos, a lo menos lo que toca a contrataciones y negociaciones, que son en esta tierra la principal destrucción del estado eclesiástico, que no se mude ni quite lo que el concilio con tanta experiencia y consideración proveyó».

El padre Acosta, una vez más, hizo un servicio decisivo en favor del III Concilio, esta vez viajando a España y a Roma para explicarlo y defenderlo. La Santa Sede moderó ciertas sanciones y cambió alguna disposición, pero dió una aprobación entusiasta al conjunto de la obra. La carta del Cardenal Carafa, lo mismo que la del Cardenal Montalto, al arzobispo Mogrovejo -«Su Santidad os alaba en gran manera»-, ambas de 1588, expresan esta aprobación y le felicitan efusivamente, viendo en la disciplina eclesial limeña una perfecta aplicación del Concilio de Trento al mundo cristiano de las Indias meridionales.

«Esta Iglesia y nueva cristiandad de estas Indias»

El Concilio III de Lima, en sus cinco acciones, logró un texto relativamente breve, muy claro y concreto en sus exhortaciones y apremios canónicos, y sumamente determinado y estimulante en sus decisiones. No se pierde en literaturas ni en largas disquisiciones; va siempre al grano, y apenas da lugar a interpretaciones equívocas.

Se ve siempre en él la mano del Santo arzobispo, la determinada determinación de su dedicación misionera y pastoral, su apasionado amor a Cristo, a la Iglesia, a los indios. El talante pastoral de Santo Toribio y de su gran Concilio pueden concretarse en varios puntos:

-La incipiente situación cristiana de los indios era sumamente delicada. Los Padres conciliares, antiguos misioneros muchos de ellos, son muy conscientes de ello. Hablan de «estas nuevas y tiernas plantas de la Iglesia», que son «gente nueva en la fe», «tan pequeñuelos en la ley de Dios», y legislan siempre atentos a proteger estas vidas cristianas recién nacidas. Esto no place a algunos avisados intelectuales de hoy, que sin conocer en modo alguno la realidad de aquellos indios -de los que distan cuatro siglos y muchos miles de kilómetros-, partiendo sólo de sus ideologías, osan condenar el paternalismo erróneo de los Padres conciliares limeños. Pero si se tomaran un poco menos en serio a sí mismos, verían el lado cómico del atrevimiento de su ignorancia.

-Era absolutamente preciso quitar los graves escándalos, sobre todo en el clero, que pudieran poner en peligro la evangelización de los indios. El III de Lima es siempre vibrante en esta determinada determinación, así cuando dispone que «ninguna apelación suspenda la ejecución en lo que tocare a reformación de costumbres». El apasionado celo reformador de Trento está presente en el Concilio de Lima. Basta de escándalos, especialmente de escándalos habituales, asentados como cosa normal y tolerable, y más si es el clero quien incurre en ellos.

-Era muy urgente aplicar Trento a las Indias. Pensemos, por ejemplo, en la cuestión gravísima de la elección y formación de los sacerdotes. Las normas del Concilio de Trento (1545-1563) sobre la fundación de Seminarios eran tomadas por algunas naciones europeas con mucha calma, y apenas se habían comenzado a aplicar tres cuartos de siglo más tarde.

En Francia, por ejemplo, debido a las resistencias galicanas, los decretos de Trento no fueron aceptados por la Asamblea General del Clero sino en 1615. Años más tarde, todavía las disposiciones conciliares en materia de Seminarios continuaban siendo en Francia letra muerta, y la ignorancia de buena parte de los sacerdotes era pavorosa. Algunos había, cuenta San Vicente de Paúl (1580-1660), que «no sabían las palabras de la absolución», y se contentaban con mascullar un galimatías. Por esos años, gracias a personas como Dom Beaucousin, Canfield, Duval, madame Acarie, Bérulle, Marillac, Bourdoise, y sobre todo San Vicente de Paúl, y en seguida San Juan Eudes (1601-1680), es cuando comienza a progresar la formación de los sacerdotes según la idea de Trento.

Éstas y otras miserias, que apenas eran soportables en países de arraigado cristianismo, no podían darse en las Indias de ningún modo, no debían permitirse, pues estaba en juego la evangelización del Nuevo Mundo. Los abusos y demoras indefinidas que el Viejo Mundo se permitía, allí hubieran sido suicidas. No debían tolerarse, y no se toleraron ni en Lima, ni en México. Era necesario abrir las Indias cristianas al influjo vivificante del Espíritu divino comunicado en Trento.

-El Concilio III de Lima es consciente de su propia transcendencia histórica. Al menos el arzobispo y sus más próximos colaboradores lo fueron. Con frecuencia se habla en sus textos de la «nueva Cristiandad de estas Indias», «esta nueva heredad y viña del Señor», «esta nueva Iglesia de las Indias», «esta nueva Iglesia de Cristo»… En estas expresiones se refleja ciertamente una clara conciencia de que allí se quiere construir con la gracia de Dios un Nuevo Mundo cristiano. Y no se equivocaban los Padres conciliares. A ellos, presididos por Santo Toribio de Mogrovejo, y lo mismo a los Obispos que dos años más tarde, en 1585, realizaron en la Nueva España el III Concilio mexicano, se debe en buena parte que hoy la mitad de la Iglesia Católica sea de lengua y corazón hispanos.

-El influjo de la Corona española fue grande y benéfico en la celebración de los Concilios que en Hispanoamérica, después de Trento, se celebraron por orden de Felipe II, en virtud de Real Patronato de Indias recibido de los Papas. En este sentido, «por cierto, podemos preguntarnos si la evangelización de América hubiera podido emprenderse con más éxito conducida directamente por los Papas del Renacimiento, que bajo la tutela de la Corona de Castilla. Lo que no se puede negar son los resultados de la conjunción de los intereses religiosos y políticos de una nación y una dinastía campeona de la Contrareforma, que perduran con robusta vitalidad hace casi medio milenio, aun disuelta aquella atadura circunstancial» (Bartra 29-30).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

ROSARIO de las Semanas 20180530

#RosarioFrayNelson para el Miércoles:
Contemplamos los Misterios de la Infancia de Jesús

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la infancia contemplamos la Anunciación a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios.
  2. En el segundo misterio de la infancia contemplamos la visita de la Virgen Madre a su pariente Isabel.
  3. En el tercer misterio de la infancia contemplamos el sufrimiento que pasó San José, y la fe amorosa que tuvo.
  4. En el cuarto misterio de la infancia contemplamos el Nacimiento del Hijo de Dios en el humilde portal de Belén.
  5. En el quinto misterio de la infancia contemplamos la Epifanía: Jesús es luz para las naciones, y así es adorado por unos magos venidos de Oriente.
  6. En el sexto misterio de la infancia contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén.
  7. En el séptimo misterio de la infancia contemplamos a Jesús Niño en el templo, ocupado de las cosas de su Padre del Cielo.

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Ángeles y Demonios

Al referirnos desde el punto de vista de nuestra fe a las realidades últimas, o al hablar de las realidades primeras, las propias de la creación, un tema que se trata poco es el de los seres puramente espirituales. Son seres que existen y que no tienen una constitución material, y por lo tanto, no se relacionan con el tiempo como nosotros lo hacemos. Expondremos una síntesis en cuatro partes. Continuar leyendo “Ángeles y Demonios”

LA GRACIA del Jueves 31 de Mayo de 2018

FIESTA DE LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

La Santísima Virgen María nos muestra que no es suficiente hacer el bien, sino que hay que hacer el bien, bien.

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ROSARIO de las Semanas 20180529

#RosarioFrayNelson para el Martes:
Contemplamos los Misterios de la Antigua Alianza

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la Antigua Alianza contemplamos la paciencia de Dios, que no detuvo su amor ante el pecado de los hombres.
  2. En el segundo misterio de la Antigua Alianza contemplamos el camino de fe de Abraham.
  3. En el tercer misterio de la Antigua Alianza contemplamos el éxodo de la tierra de Egipto.
  4. En el cuarto misterio de la Antigua Alianza contemplamos el don de la Ley hecho a Moisés y a su pueblo junto al Monte Sinaí.
  5. En el quinto misterio de la Antigua Alianza contemplamos la gran promesa de Dios al rey David: que el cetro real no se apartaría de su descendencia.
  6. En el sexto misterio de la Antigua Alianza contemplamos la valiente vocación de los profetas, por quienes el Espíritu Santo nos habló de muchas maneras.
  7. En el séptimo misterio de la Antigua Alianza contemplamos a el pequeño resto de Israel, que permaneció fiel y fue semilla de la Nueva y Eterna Alianza.

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El Papa Francisco y la lucha pro-vida

Una pregunta me agobia, fray Nelson, ¿de verdad el Papa Francisco es pro-vida? En más de una ocasión, uno esperaría verlo presente, alzando la voz, y su presencia es demasiado discreta o se echa de menos. ¿Qué puede decirnos al respecto? Gracias. –I.J.

* * *

Por supuesto, no puedo hablar a nombre del Papa. Sin embargo, pienso que como cabeza visible de nuestra Iglesia, y persona por la que millones oramos todos los días, se merece que busquemos la interpretación más plausible y sin forzar los hechos, benévola.

Hay que observar que el Papa Francisco ha buscado, siempre que es posible, un camino de encuentro, diálogo y énfasis en puntos comunes, en contraste con una actitud de pura confrontación, que, según creo que es su opinión, lleva a menudo sólo a que se endurezcan en sus posturas aquellos a los que quisiéramos atraer hacia nuestras convicciones. Si esta apreciación mía es correcta, ello explicaría muchas de su “ausencias.”

Otro hecho que parece demostrado es que el Papa parece preferir un método que podríamos llamar de “negociación” es decir, que el interlocutor se sienta acogido y comprendido en sus reclamos y preferencias para que también esté dispuesto a escuchar las nuestras. Es un modo de obrar que entraña riesgos, como cualquier otro modo de obrar, pero que puede rendir frutos positivos. Lo que él considera es que a través de un discernimiento hay que buscar lo que puede ser mejor a largo plazo, sin obsesionarnos por los logros inmediatos, y sin mucho menos caer en triunfalismos infantiles.

Dicho todo eso, nadie puede dudar de la postura del Papa en cuanto a la dignidad de la vida humana. Sólo mencionaré una de muchas intervenciones suyas, esta vez, ante un grupo de médicos (noticia publica por Actuall el 28 de mayo de 2018):

“Que sea vuestro compromiso en los respectivos países y a nivel internacional, cuidar este aspecto, interviniendo en ambientes especializados, pero también en las discusiones que se refieren a las legislaciones sobre temas éticos sensibles, como por ejemplo la interrupción del embarazo, el final de la vida y la medicina genética“, ha subrayado el Pontífice.”