Estudio básico sobre la voluntad humana, 1 de 2

* Los criterios de moralidad indican el bien que resulta correcto y deseable; pero el estudio moral quedaría incompleto sin una reflexión sobre quién y en qué condiciones ha de realizarlo. De ahí la importancia del estudio de la voluntad humana.

* Lo primero es distinguir entre los dinamismos propios del conocer y del desear: mientras que el conocer tiende a llevar el objeto conocido hacia el sujeto cognoscente, el desear mueve al sujeto que desea hacia el objeto deseado. Este carácter de “motor” indica que la vida humana se modela y cambia más por lo que deseamos que por lo que simplemente sabemos.

* Ahora bien, la voluntad no es cualquier querer: es el apetito o querer que deriva del conocimiento propio de la inteligencia. Por ello es necesario tener una noción clara de qué es lo específico de la inteligencia humana porque el término se usa coloquial o usualmente de muchos modos.

inteligencia

* Desde un punto de vista coloquial, la inteligencia es simplemente capacidad de resolver problemas. En ese sentido no solo los animales sino también los computadores y las plantas son “inteligentes.” Debe observarse que los “problemas” así resueltos son los que provienen del ámbito de los estímulos, es decir: hambre, sed, necesidad de descanso o búsqueda de placer, por dar los ejemplos más conocidos. Incluso hay una “curiosidad” asociada a esta forma de conocer “con formalidad estimúlica,” como diría Xavir Zubiri: es la curiosidad que busca un novedoso o más intenso estímulo sensorial.

* La inteligencia, en sentido formal, se caracteriza por preguntar. Una pregunta es más que la solución de un problema; es la búsqueda de una verdad; es un “leer adentro” (intus-legere) que quiere aprehender aquello que las cosas son “en sí” y no sólo “para mí.” Por inteligentes estamos abiertos al ser y a la verdad. Por esta apropiación de la realidad, precisamente, la inteligencia permite una forma de señorío sobre las cosas mismas y también sobre la propia vida. La voluntad humana es, ante todo, ejercicio de ese señorío.

* La voluntad es un querer inteligente; un querer modelado por aquella forma de conocimiento que no se detiene en lo estimúlico, lo puramente sensorial, lo útil o acostumbrado. Mientras que las abejas, por ejemplo, pueden tener sistemas muy “inteligentes” (coloquialmente hablando) de comunicarse, vemos que en miles de años sus panales son construidos de la misma manera y con las mismas especificaciones. Durante un tiempo mucho menor la inteligencia humana ha mejorado su vivienda y la ha diversificado a partir de la comprensión inteligente de muchos factores, incluyendo sus propias necesidades o deseos.

voluntad

* Una vez establecida la naturaleza de la voluntad humana, nos damos cuenta de su primer impacto en nuestra existencia. Sólo aquellos seres dotados de voluntad, como es el caso de nosotros, los humanos, podemos realmente decidir. El ámbito de la libertad empieza en el ámbito del conocimiento del “en sí” de las cosas y de nosotros mismos pues es este conocimiento el que abre opciones, posibles modos de ser.

* Y quien ha sido capaz de decidir queda responsable de lo decidido. “Responsable” quiere decir: quien está capacitado (y obligado) a responder; en este caso: responder por lo decidido, La voluntad nos hace responsables.

* A su vez, la responsabilidad hace que nuestras acciones tengan mérito o culpa. Una acción voluntariamente errada, insuficiente o perversa conlleva de suyo una culpa; una acción correcta, proporcionada y bondadosa conlleva de suyo mérito. El honor es el reconocimiento social propio del mérito; el desprecio o la crítica son el reconocimiento social de la culpa. Estos reconocimientos no son puramente subjetivos ni inter-subjetivos: tienen una base objetiva en la responsabilidad precedente. Si no es posible esperar o exigir algo de quien debe responder tampoco hay razón para castigo ni para honor.

* Para ejercer la responsabilidad es necesaria la existencia de unos derechos. Sin un margen de derechos no existe responsabilidad. Por eso todo poder totalitario, a la vez que restringe los derechos, crea la ilusión de una bondad que consiste simplemente en conformarse con el estándar impuesto por el régimen.

* Pero es propio del totalitarismo, no importa de qué ideología venga, el restringir los deberes. Un deber es una responsabilidad futura frente a un bien posible. por eso, el conocimiento de los propios deberes abre al ser humano hacia sus responsabilidades de cara al futuro. Cuanto menos se mire el futuro menos conciencia queda de que el futuro no está escrito sino por escribir. por eso conviene a los regímenes totalitarios mantener a la gente distraída, perpetuamente entretenida, drogada, adicta. Eso parece explicar el escandaloso empuje que vemos en nuestro tiempo en la dirección de la legislación del consumo de droga, de la pornografía y del juego.

Criterios de moralidad según el Nuevo Testamento

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* El trípode básico de evaluación de los actos humanos se fija en el objeto, la intención y las circunstancias. Este trípode es una primera respuesta a la pregunta sobre la moralidad, es decir, la pregunta sobre cómo determinar qué es lo bueno y qué es lo malo, en lo concreto de la vida humana. Sin embargo, tal respuesta es una aproximación insuficiente porque no es difícil encontrar ejemplos en los que un “objeto” bueno, es decir, un acto que visto en sí mismo es bueno, resulta viciado por una intención vana o mala. El mismo ejercicio puede hacerse con una intención buena y un objeto malo, que es de hecho lo que sucede con el famoso refrán, inaceptable para la moral católica: “el fin justifica los medios.”

* ¿De dónde entonces obtener nuevas luces que nos guíen hacia la respuesta sobre qué es lo moralmente correcto? Una posibilidad, fundada en la revelación, es mirar los textos de Nuevo Testamento. Pueden distinguirse tres tipos de criterios, estrechamente relacionados.

CRITERIOS BÁSICOS

1. Primacía de lo interior. Frente a las apariencias, las presiones, los intereses ocultos y las manipulaciones, el mensaje de Jesús nos llama al “corazón” y al “secreto” donde el hombre ha de encarar su verdad delante de Dios.

2. Primacía del ser sobre el hacer. La antigua denuncia profética, “este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Isaías 29,13, retomado en Mateo 15,7-9) muestra que uno puede refugiarse en fórmulas ortodoxas o en ritualismos impecables y sin embargo estar cargado de mentira y de dureza interior. Toda moral cristiana requiere un “nacer de nuevo” (Juan 3) pues sólo el que es nueva creatura llega a cumplir de verdad el querer de Dios.

3. Necesidad de la gracia. Hay un límite en cuanto a lo que el ser humano puede conseguir de sí mismo. El motivarse a sí mismo o reprogramarse neuronalmente uno mismo puede alcanzar algunos resultados pero la bondad real del ser humano requiere algo más profundo, algo que conecta con el hecho fundamental de que nadie se dio la existencia a sí mismo. Cristo sugiere más de una vez esta dependencia radical del auxilio divino pero quizás la fotrmulación más clara la tenemos en Mateo 19,26: “Para los hombres esto [la salvación] es imposible; mas para Dios todo es posible.” Ciertamente este es un dato que se omite con demasiada frecuencia al predicar la moral cristiana.

ÉNFASIS

1. Ante todo, amar. La vida cristiana se define desde el amor. Y el amor se define desde el sabernos amados por Dios, el amarle entonces a Él, y el amar, desde Él y por Él a nuestro prójimo. Cuando le preguntan a Cristo cuál es el mandamiento más importante, la respuesta es inmediata y clara, según lo que leemos:

Al oír los fariseos que Jesús había dejado callados a los saduceos, se agruparon; y uno de ellos, intérprete de la ley, para ponerle a prueba le preguntó: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y El le dijo: AMARAS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZON, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU MENTE. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: AMARAS A TU PROJIMO COMO A TI MISMO. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.

2. Relación con Dios. Una moral completamente intramundana, horizontal y cercana al consenso, aceptable por todos desde la sola racionalidad, es un proyecto intelectual que puede parecer atractivo pero que en en el fondo esconde una trampa. Es también una forma de pensar que subyace cuando se plantea el tema de qué pasa cuando un ateo es “bueno,” caso en el que se define “bueno” desde una perspectiva que omite la dimensión trascendente del hombre. La verdad es que una persona que diera alimento pero no diera libertad estaría siendo injusta; del mismo modo, el que da lo propio de este mundo pero niega implícita o explícitamente la necesidad y la realidad de trascendencia del ser humano lo está limitando y le está negando algo de infinito valor. por eso, una moral basada en el Nuevo Testamento sabe que si se va a buscar la justicia, el primer acto de justicia es saber que nos debemos con todo nuestro ser a Dios Creador y Redentor.

3. Valor de los preceptos. La acción viva del Espíritu Santo es, sin duda, la Ley Nueva, en y para el creyente. Pero esto no le sitúa en una especie de subjetivismo o de intimismo ajeno a todo control exterior o influencia normativa de la sociedad. La primera respuesta para todo cristiano que quiera tomar en serio su fe es la que Jesucristo dio al joven rico: “Cumple los mandamientos” (Marcos 10,17-22).

ORIENTACIÓN FUNDAMENTAL

1. Hay premio y hay castigo. El creyente que quiera examinar su camino y enderezarlo de cara a Dios no puede olvidar que sus actos tienen consecuencias. En el largo plazo esas consecuencias producen bienes reales o daños reales, es decir: premio o castigo. No es completa una enseñanza de la moral cristiana que no hable con claridad sobre el cielo y sobre el infierno.

2. Actuar en libertad. La revelación plena de la verdad sobre el hombre y sobre Dios es la fuente la libertad plena de que goza el cristiano. No es ni puede ser libertinaje, que en realidad consiste en la acogida pasiva de nuevas esclavitudes en forma de ventajas o placeres. Sí, en cambio, consiste en un obrar desde la convicción y la alegría interior propias del bien recibido con la Pascua y con el Don del Espíritu. No es un obrar contra la Ley pero tampoco es ser esclavos de la Ley por la Ley.

3. Referencia a la Bienaventuranza y al Cielo. No se oponen la construcción de la ciudad terrena y la construcción del Reino de Dios, enseña con sabiduría la Constitución Gaudium et Spes (véase especialmente el número 39). No se oponen pero tampoco son lo mismo, y por ello, según enseña el padrenuestro, el Cielo ha de ser criterio para imaginar la tierra, y no lo contrario.

Moral y Economía

330 La doctrina social de la Iglesia insiste en la connotación moral de la economía. Pío XI, en un texto de la encíclica Quadragesimo anno, recuerda la relación entre la economía y la moral: « Aun cuando la economía y la disciplina moral, cada cual en su ámbito, tienen principios propios, a pesar de ello es erróneo que el orden económico y el moral estén tan distanciados y ajenos entre sí, que bajo ningún aspecto dependa aquél de éste. Las leyes llamadas económicas, fundadas sobre la naturaleza de las cosas y en la índole del cuerpo y del alma humanos, establecen, desde luego, con toda certeza qué fines no y cuáles sí, y con qué medios, puede alcanzar la actividad humana dentro del orden económico; pero la razón también, apoyándose igualmente en la naturaleza de las cosas y del hombre, individual y socialmente considerado, demuestra claramente que a ese orden económico en su totalidad le ha sido prescrito un fin por Dios Creador. Una y la misma es, efectivamente, la ley moral que nos manda buscar, así como directamente en la totalidad de nuestras acciones nuestro fin supremo y último, así también en cada uno de los órdenes particulares esos fines que entendemos que la naturaleza o, mejor dicho, el autor de la naturaleza, Dios, ha fijado a cada orden de cosas factibles, y someterlos subordinadamente a aquél ».691

331 La relación entre moral y economía es necesaria e intrínseca: actividad económica y comportamiento moral se compenetran íntimamente. La necesaria distinción entre moral y economía no comporta una separación entre los dos ámbitos, sino al contrario, una reciprocidad importante. Así como en el ámbito moral se deben tener en cuenta las razones y las exigencias de la economía, la actuación en el campo económico debe estar abierta a las instancias morales: « También en la vida económico-social deben respetarse y promoverse la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda la sociedad. Porque el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social ».692 Dar el justo y debido peso a las razones propias de la economía no significa rechazar como irracional toda consideración de orden metaeconómico, precisamente porque el fin de la economía no está en la economía misma, sino en su destinación humana y social.693 A la economía, en efecto, tanto en el ámbito científico, como en el nivel práctico, no se le confía el fin de la realización del hombre y de la buena convivencia humana, sino una tarea parcial: la producción, la distribución y el consumo de bienes materiales y de servicios.

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Fundamentación teológico-moral de la libertad y la conciencia

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* La condición cultural en que nos encontramos obliga a iniciar la reflexión teológico-moral en la libertad. Sin una clarificación inicial sobre la libertad lo que digamos, por racional que sea, por bien intencionado que sea, y por bien fundamentado que se encuentre en la revelación, se enfrentará a una objeción pueril pero inexpugnable por parte de aquellos que consideran su propia capacidad de decidir como el tesoro que debe ser custodiado a toda costa. Quienes hacen de su libertad una especie de absoluto de inmediato responderán a las exigencias de lo razonable con expresiones notoriamente irresponsables como “viva y deje vivir” o “no pretenda imponer su religión a toda la sociedad.” Por ello es necesario iniciar con una reflexión sobre la libertad como tal, y ese es el marco más externo de nuestro discurso.

* Lo que no puede negar quien quiere ejercer su libertad es que sus actos tendrán consecuencias. Somos libres, en cierto modo y dentro de ciertos límites; libres somos para elegir una u otra opción pero no podemos escapar de las consecuencias de lo que elegimos u optamos. El encuentro con las consecuencias de nuestras opciones está indicando un límite externo, inevitable, obstinado, al que pueden darse varios nombres, por ejemplo: principio de realidad. Las consecuencias de lo que hacemos son nuestro primer encuentro con algo que llamamos “objetividad.” Es un engaño la libertad puramente subjetiva porque ningún ejercicio de la libertad carece de consecuencias externas que recaen sobre quien ha optado, y luego, de muchos modos, sobre los demás seres humanos y la naturaleza.

* Si hay consecuencias que seguirán a los actos, se impone el uso de la inteligencia antes de actuar. Sin esa inteligencia no se podría considerarnos verdaderamente libres pues más bien habría que tenernos por esclavos de nuestros ímpetus o caprichos, que luego nos dejan encadenados a las consecuencias de lo optado. Es evidente entonces que toda genuina libertad requiere un grado de previsión, análisis, inteligencia, racionalidad (no racionalismo, que es la hipertrofia de la razón, tomada como absoluto).

* Es evidente que la inteligencia busca entre las diversas opciones, algún género de bien. Posiblemente un bien real; o tal vez un bien aparente, parcial, transitorio o engañoso. Pero no puede negarse que busca algún tipo de bien. Esta relación intrínseca entre el ejercicio de la voluntad y el conocimiento del bien es el sello mismo de nuestra libertad, en el que se ve que ser libre no puede consistir simplemente en hacer lo que venga en gana. Obrar en contra del bien reconocido o del bien desconocido pero posible no es libertad.

* Identificar el bien propio requiere entonces reconocer qué es lo propio de cada ser, y del ser humano mismo. Esto es lo que captura el concepto de “naturaleza.” Somos libres solamente en el reconocimiento del bien propio de cada ser en cada circunstancia,y ello se traduce: somos libres dentro de la ley natural, entendida esta “ley” no como algo definido o promulgado exteriormente por una instancia de la sociedad (como decir: por la Iglesia) sino como el reconocimiento del ser propio de cada cosa. Los que atacan el concepto de ley natural como si fuera algo así como “otro nombre para el pensamiento de la Iglesia” se engañan tristemente. Esas mismas personas, ¿cómo responden a una pregunta como esta: por qué es más grave matar a un ser humano que a un mosquito? Cualquier análisis semejante obliga a afirmar bienes propios de los humanos que no se dan en los mosquitos, y eso es hacer un análisis de distintas “naturalezas”: la del humano y la del mosquito.

* Dentro de la concreción de la ley natural, entendida así como ámbito natural de la libertad humana, cabe preguntarse por la moralidad, es decir: ¿qué hace que un acto sea bueno o malo? La tradición clásica nos lleva al análisis de Santo Tomás, para quien los factores fundamentales son: qué se quiso hacer (objeto), con qué propósito (intención) y en qué condiciones y con qué consecuencias (circunstancias).

Nociones de ley

[Breve conferencia para el grupo de estudiantes de Moral Fundamental. Abril de 2015.]

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Seguimos la propuesta de Santo Tomás de Aquino:

* Ley eterna: Expresión que denota la voluntad misma de Dios, eterna como Él. Esta “ley” la percibimos, en primer lugar, en el acto mismo de nuestra propia existencia. No es entonces algo externo que quiera imponerse sino una realidad que uno descubre como primer hecho fundante de la propia vida. También se accede al conocimiento de esta ley cuando uno descubre en uno mismo un querer que es propio pero que uno no ha escogido, a saber, el buscar un bien y preferirlo sobre lo que se estima malo o menos deseable.

* Ley natural: Es la expresión de la ley eterna en la creación. Lo mismo que la ley eterna, tampoco la ley natural puede ser completamente expresada pero eso no significa que sea incognoscible o irrelevante. Sucede en esto como con el conocimiento de toda verdad. Sabemos que de la verdad conocemos solo en parte, y sabemos que nuestro conocimiento ha de perfeccionarse y corregirse, pero eso no implica que no podamos conocer algunas cosas ciertas, ni que carezcamos de razones para apoyarnos en lo verdadero que conocemos. La ley natural es nuestro primer criterio de discernimiento sobre cuál es el bien propio de cada ser, incluyendo por supuesto, en primer lugar, al ser humano.

* Ley antigua: Corresponde a la legislación mosaica, como ha sido consignada en la Biblia. En buena parte es una iluminación de la conciencia. Más que una imposición exterior puramente normativa, es una imposición de la verdad sobre el intelecto, que termina por reconocer que lo que se le pide es bueno. Sin embargo, esta ley no da por sí misma la fuerza para alcanzar lo bueno ni tampoco engendra de modo ordinario el deleite o alegría de practicar el bien, sobre todo si se trata de un bien arduo. Debe añadirse que no todo en la Ley Antigua tenía igual valor. Como muestra la misma Escritura, había elementos temporales en la Ley de Moisés, particularmente en lo ritual o en las disposiciones que Santo Tomás llama “judiciales,” es decir, lo que atañe a la manera de castigar el pecado. Y sin embargo, sí hay un núcleo firme y permanente, al que alude el mismo Cristo cuando recomienda como primer camino a la perfección: “cumple los mandamientos.”

* Ley Nueva: Es el nombre que Tomás de Aquino da al régimen de la Nueva Alianza, fruto del acto redentor de Cristo y consumado por la donación del Espíritu Santo.. El Espíritu mismo es “ley” en la medida en que ilumina de modo intenso y clarificador la inteligencia permitiéndole una adhesión más plena al bien; pero sobre todo es ley por aquello que dijo Dios por boca del profeta Ezequiel: “os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo.” El “corazón nuevo,” dotado de la presencia del Espíritu, aprende a gozarse en el bien, incluso el bien arduo, y por ello resulta invencible. Es lo que vemos particularmente en los santos, y sobre todo en los mártires.

* Ley positiva: Es aquella que es “puesta” (posita) por voluntad humana, ya se trate de un rey, un parlamento o un referendo. No es vinculante por ella misma sino que tiene fuerza de obligatoriedad en la medida en que expresa y es fiel a las leyes mencionadas previamente. En ciertas circunstancias, no obliga en absoluto, por ejemplo cuando prescribe algo totalmente contrario a la ley natural, como sucede cuando la legislación particular de un país pretende obligar a un médico a que violente su conciencia y mate a un feto humano.

El dilema de la racionalidad de la teología moral

Este es un ejercicio propuesto en clase, un dilema que se plantea de esta forma: Si la teología moral es irracional, entonces no tiene lugar en nuestra sociedad que pide razones y no simplemente ejercicios de autoridad; si en cambio la teología moral es lógica y racional, entonces debe ser admisible por todos, creyentes o no, y entonces la fe no es necesaria ni agrega nada al discurso teológico. ¿Cómo se responde a ese dilema?

* * *

Lo que sigue es la respuesta, ligeramente editada, del estudiante Jaime Barrera Cuesta.

Actualmente la humanidad se encuentra inmersa en un sinnúmero de paradigmas antropológicos. Al parecer, la moral está fundamentada en dichos paradigmas y, consecuentemente alguien podría decir que no existe una moral, sino que dependiendo del número de modelos antropológicos se derivan diferentes consecuencias en la forma de comprender la moral. A este respecto, Schopenhauer afirmó que “en todos los tiempos se ha predicado mucha y buena moral; pero la fundamentación de la misma ha sido siempre difícil.”

Esto implicaría que la moral difícilmente encontrará un fundamento objetivo y válido para cada hombre, sino que la dimensión moral del hombre estaría supeditada al contexto donde se desarrolla lo humano, comprendiéndose finalmente de diferentes maneras. Siendo así, el aspecto subjetivo de la moral traería como consecuencia que al no existir una base sólida que fundamente la moral, ésta quedaría al parecer de cada sujeto.

Ante esto, lo primero que se puede decir es que, si bien la moral tiene una dimensión subjetiva, ya que implica la libertad y la conciencia de cada persona, al mismo tiempo, lo antropológico implica una exigencia de verdad. Benedicto XVI denunció en su momento que “si al hombre se le excluye de la verdad, entonces lo único que puede dominar sobre él es lo accidental, lo arbitrario. Por eso no es fundamentalismo, sino un deber de la humanidad el proteger al hombre contra la dictadura de lo accidental que ha llegado a hacerse absoluto, y devolver al hombre su propia dignidad que consiste precisamente en que ninguna instancia humana pueda dominarlo, porque él se encuentra abierto hacia la verdad misma” (Homilía del 18 de abril del 2005, en la Eucaristía por la Elección de Sumo Pontífice).

Por ello el ser humano, de alguna u otra forma, en diferentes culturas, con diferentes costumbres, lleva implícitas preguntas con respecto al obrar humano, que den como respuesta argumentos válidos y verdaderos, que justifiquen una inclinación a una vida moral propuesta.

De preguntas como: ¿Qué es el bien y qué es el mal moral?, ¿por qué una acción es buena o mala?, se desprende que, necesariamente debe existir una dimensión racional y objetiva de la moral, de la cual se deriven principios, valores, normas y juicios morales, que se muestran como caminos de humanización, que convergen en todas las culturas, que sean validos y verdaderos para todo hombre y que le liberen y dignifiquen.

Llegados a este punto, donde vemos que a partir de la ley natural y la reflexión racional se puede y debe fundamentar la dimensión objetiva de la moral, se hace pertinente preguntar: Si la moral es racional, ¿para qué religión?; ¿es necesaria una doctrina que transmita normas morales a partir de una religión como la católica?

Ante tales preguntas, lo primero que hay que responder, es que la fe de la Iglesia no se reduce únicamente el cumplimiento de un conjunto de normas morales, sino que principalmente parte del encuentro con la persona de Jesucristo (Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 1). Consecuentemente, el fundamento de la moral cristiana es Jesucristo en su vida, palabras y obras. En el obrar del discípulo de Jesús de Nazaret siempre se encuentran presentes sus palabras cuando dice “si me amas cumple mis mandatos” (Jn 14, 15). Es decir, que la moral cristiana no es otra cosa sino una respuesta de amor desde la fe en Cristo, que le implica plenamente en todas sus dimensiones; respuesta que así se revela como verdadero y válido camino de libertad, plenitud, dignificación y humanización para todo hombre, en cualquier cultura.

Lo segundo que se puede decir, es que desde ningún punto de vista la doctrina moral cristiana riñe o se opone, a lo que a la luz de la ley natural y la razón humana se ha demostrado como camino verdadero y válido que se manifiesta en una norma moral desde diferentes culturas. El mismo Dios, fuente de verdad y racionalidad, es también fuente de bondad y plenitud.

Pero hay un tercer punto. Lo que sí queda revelado desde la fe judeo-cristiana, es la imposibilidad de la humanidad de vivir aquello que en lo teórico-racional se muestra como camino de humanización. En el hombre se deja ver una herida profunda, que se manifiesta como inclinación hacia el mal obrar; esa herida profunda no es otra cosa que el pecado y la absurda pretensión del hombre de determinar por sí mismo qué es lo bueno y qué es lo malo. “Solo Dios es bueno” exclama Jesús para decir que el fundamento y origen de todo bien es Dios.

Para concluir: el apóstol San Pablo describió el drama humano al mostrar cómo la ley o norma moral del Antiguo Testamento es buena porque le muestra lo realmente bueno al hombre, pero, por otro lado, le muestra también que no es capaz de cumplirla. Hoy día, se puede decir que ocurre lo mismo, ya que al parecer el hombre a partir de la razón descubre qué es lo bueno y lo expresa en cierto modo en documentos como la “Declaración de los Derechos Humanos”, que deben “garantizar” la “libertad” y la “dignidad” de las personas; los hechos, sin embargo, muestran a menudo todo lo contrario.

Por esta razón, hoy como ayer, es necesario poner la mirada en Cristo, quien no solo manifiesta con su vida, hechos y palabras lo que es bueno, sino que a partir del misterio pascual, en cuanto acto más grande de Amor de Dios hacia la humanidad, le salva de la esclavitud del pecado, y con el Don de su Espíritu Santo capacita al hombre y le da un nuevo corazón capaz de cumplir con sus actos, aquello que realmente le conduce hacia su plena realización y humanización en pleno acuerdo con el plan de Dios.

Teología Moral familiar y sexual, 07: Castidad y virtudes humanas

[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]

Tema 7: Castidad y virtudes humanas

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Introducción

* Se llaman virtudes “humanas” aquellas que prácticamente en todas partes son reconocidas como cualidades deseables o dignas de encomio. esto puede identificarse con relativa facilidad cuando se ve que los vicios opuestos engendran burla, recelo o desprecio en todas partes. Por ejemplo, en ningún lugar se tiene por grande o notable a una persona que nunca pensó las consecuencias de sus actos y vivía contradiciéndose de una forma tonta y sin motivo. Otro ejemplo: aquellos que, como el tristemente célebre rey Faruk de Egipto, se dedican a complacerse en placeres despiertan conmiseración, repugnancia o desprecio.

* Entre las virtudes humanas se llaman “cardinales” aquellas que sirven de “quicio” o eje a muchas otras. La tradición clásica reconoce cuatro grandes virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Prudencia y castidad

* La prudencia, recta ratio agibilium, (pensar correcto sobre lo que hay que hacer) es considerada la reina de las virtudes humanas. No es difícil darse cuenta del daño que la imprudencia puede traer a una vida casta.

* La prudencia nos lleva a conocernos, y por tanto a tener conciencia de nuestras áreas débiles y tentaciones más fuertes. También, en sentido positivo, nos ayuda a identificar los dones y talentos que tenemos, y los caminos por los que podemos expresar afecto y caridad.

* Es indispensable la prudencia para tener bien presentes las consecuencias o el precio de nuestros actos. Muchas historias de amargura relacionadas con faltas contra la castidad tienen que ver por un momento de pasión en que no se atendieron las posibles consecuencias.

Fortaleza y castidad

* En varios sentidos necesitamos de la fortaleza, en relación con la castidad. Pero con respecto al ordenamiento de nuestros deseos la lucha puede ser paradójica pues, como han anotado tantos autores, en las tentaciones contra la pureza suele vencer el que huye, no en sentido cobarde, sino en sentido de establecer una clara distancia.

* Además del sentido obvio de poner distancia cuando un mismo es tentado, está también el hecho de distanciarse de ambientes, consignas y consensos de pecado que abundan en nuestro tiempo. Por ejemplo, un padre o una madre de familia necesitarán gran fortaleza para no dejarse chantajear por hijos promiscuos u homosexuales que harán mucha presión para que se acepte como normal su forma de vida.

* En otra dirección, se requiere también fortaleza para denunciar o unirse visiblemente a los que denuncian los muchos crímenes y negocios turbios que se alimentan de la impureza, como es el caso de la prostitución o la pornografía.

Justicia y castidad

* Muchos imaginan la justicia como un empeño que tiene conexión casi única con lo económica o lo laboral. Pero es una terrible injusticia usar a un ser humano, como sucede en los negocios de trata de personas. Siempre que una mujer o un hombre es tratada como un objeto (un medio de placer o uso) y no como un fin, se está faltando a la justicia. De modo que, en sentido positivo, en nombre de la justicia hay que lograr que cada vida cuente en su plena dignidad y valor.

* El amor por la justicia debe volvernos sensibles también a los engaños que se dan a nivel del lenguaje, por ejemplo cuando en sentido expreso y explícito se tiene una relación que es de “amigos con derechos.” Aunque eso digan las palabras, los cuerpos están dándose plena e íntimamente. Sin embargo, al llegar una ruptura, el lenguaje íntimo e implícito no se tendrá en cuenta sino sólo excusas dolorosas como “Yo nunca te dije que esto iba a ser eterno…”

Templanza y castidad

* Esta es la virtud cardinal propia de la salvaguarda de la castidad en todos los estados de vida. hay que destacar la importancia que tiene ver la castidad, en cuanto ejercicio de sano dominio propio, con el conjunto de las experiencias y búsquedas de placer y bienestar de una persona. El excesivo confort, la afición a placeres culinarios exóticos, la obsesión por el lujo indudablemente están conectados con una mayor fuerza de las tentaciones de tipo sexual.

* Y por último, destacar el papel de los “espacios libres de deseo” a los que ya hemos aludido antes. Quien conoce la libertad interior de no ser esclavo del deseo aprecia y cultiva mejor la castidad.

Sobre los daños que causa la pornografía

“Como todos sabemos, el mundo de hoy en día se enfrenta a un infinidad de tentaciones que buscan esclavizar al hombre a través del pecado, como respuesta a esas esclavitudes han surgido muchas organizaciones que se dedican a ayudar a las personas hundidas en la adicción al tabaco, alcohol y otras drogas. Hace algunos días compartimos un interesante artículo sobre la Teología del Cuerpo, ese gran regalo que nos dejó el ahora san Juan Pablo II. Siguiendo esa misma línea, Católicos con Acción quiere compartir contigo una iniciativa poco usual, pero de enorme trascendencia e importancia. Hablamos de FIGHT THE NEW DRUG, que en español sería “LUCHA CONTRA LA NUEVA DROGA”. Esta organización está conformada por un grupo de jóvenes estudiantes universitarios que en el año 2008 se encontraron con la reciente investigación científica que explica cómo la pornografía daña el cerebro, las relaciones y afecta a la sociedad. Su misión es precisamente concientizar – principalmente- a los jóvenes sobre los efectos nocivos apoyados de la ciencia, hallazgos, datos y testimonios…”

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¿Tienen méritos las buenas obras de alguien que está en pecado mortal?

¿Tienen méritos las buenas obras de alguien que está en pecado mortal? – Preguntado en Píldoras de Fe. hay una respuesta fundamentada, del P. Miguel Fuentes, IVE, aquí.

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Lo mismo que sucede con tantas otras palabras, también con el término “mérito” puede suceder que no captamos su sentido dentro de una respuesta redactada con cierto nivel de profundidad o altura. La misma palabra “gracia” por ejemplo se puede entender mal de muchas maneras, y alguien podría pensar erróneamente que cuando decimos que se pierde la gracia santificante estamos diciendo que esa persona ya no es amada de Dios o que Dios ya no la mira con benevolencia. Ese tipo de malos entendidos suceden.

Estoy seguro que muchas personas entienden la palabra “mérito” como “lo que sirve de algo” y por eso piensan que cuando se llega a la conclusión de que las obras hechas en pecado mortal no tienen mérito sobrenatural lo que se debería deducir de ahí es que da lo mismo obrar bien que obrar mal. Es casi inevitable que la gente sienta que la frase “no tienen mérito” equivale a “no importa lo que hagan.”

¿Qué quiere decir “mérito sobrenatural”? Muchas personas sencillamente no prestan atención al adjetivo “sobrenatural” y se quedan entonces sólo con una noción genérica de “mérito” que, como ya se explicó, significa popularmente si algo vale o no la pena. Pero la palabra “sobrenatural” es fundamental en esa expresión. La Iglesia usa el término “sobrenatural” para referirse a aquellas cosas que de suyo están más allá del alcance de nuestras propias capacidades, es decir, más allá de nuestra “naturaleza.”

Hay muchas, realmente muchas cosas buenas que están dentro del alcance de nuestra naturaleza: no sólo el bien que hacemos a las personas que amamos y nos aman sino también el bien que hacemos por filantropía, es decir, por una especie de solidaridad con nuestra propia especie. Que una madre se esfuerce por dar la mejor alimentación, cuidado y educación a unos hijos es algo muy grande y muy bello pero no necesariamente algo que tiene valor más allá de la naturaleza humana porque es propio de nuestra naturaleza que los padres sientan enorme ternura y generosidad en todo lo que concierne a sus hijos. Lo que un muchacho hace por ayudar económicamente a su novia, lo que un amigo hace por sus amigos, lo que alguien logra con esmero por una recompensa o buen pago, lo que surge de nuestra simpatía por una causa noble… todo eso es bello y grande a su manera pero está completamente dentro de nuestra naturaleza. Hay en todo ello mérito pero no es mérito que podamos llamar “sobrenatural” sino “mérito natural” o puramente “humano.”

Lo “sobrenatural” en cambio se observa básicamente en la motivación última, la razón por la que uno obra. Si perdono a mi enemigo por un cálculo político que estoy haciendo no es lo mismo que si lo perdono porque conozco el poder del perdón de Dios y deseo irradiar ese mismo amor a quien sé que podría traicionarme de nuevo.

Uno ve que lo sobrenatural no es un barniz que se le pone a algunas cosas o acciones como si fuera una medalla. Lo sobrenatural es fruto de la acción de Dios mismo renovando nuestro ser desde su más profunda intimidad. Esa acción llega a nosotros con la donación y efusión del Espíritu Santo, que proclama a Cristo como Señor de todo lo que somos, decimos y hacemos. Desde la raíz de nuestro ser somos renovados por esa acción que se llama “gracia santificante.”

Por eso no puede haber vida sobrenatural si no hay proclamación coherente, en vida, obras y palabras, del reinado de Cristo en toda nuestra vida. O Cristo es Señor o no es Señor de nuestra existencia. O le hemos entregado sin condiciones el timón de nuestra vida, o no. Por supuesto, que aun habiendo entregado ese timón puede haber faltas pero una cosa son esas faltas que no nos separan fundamental ni esencialmente del plan de Dios (caso de los pecados veniales) y otra cosa es lo que sucede cuando ponemos por delante nuestras condiciones como cuando se dice: “Que Dios no me pida que deje tal o cual pecado porque no veo mi vida sin eso que estoy haciendo o viviendo.” Por supuesto, quien habla así está mostrando que aquello que pone como condición pesa más que la opción radical por Cristo como Señor de la vida. No es el fin del mundo pero por favor no digamos que tenemos a Cristo como Señor si tenemos condiciones de pecado que anteponemos a Cristo.

Algunas personas creen que estas reflexiones valen solo para ciertos pecados. Por ejemplo, si una persona cada semana roba otro poco más del presupuesto destinado para ayudar a las personas sin techo, y los domingos levanta sus manos en alabanza al Señor y le dice que va a sonreír a todos los ancianos del pueblo, la mayoría de nosotros sentiría que eso es puro teatro estéril y que todas sus sonrisas son una hipocresía. Pero si esa misma persona vive en adulterio o con una segunda pareja ya nos parece que ese otro tipo de pecado tiene una especie de “estatuto especial” que hace que debamos “respetar” (en el sentido de dejar que cada quien lleve su vida privada como le parezca) y que cualquier opinión sería “juzgar” y que por consiguiente el bien que se haga en este otro caso sí tiene valor y mérito.

La Biblia es distinta. La Biblia no tiene pecados con estatuto especial. No importa si las cosas son privadas o públicas. Ni si están conectadas con nuestra afectividad, nuestro dinero o nuestro temperamento. Si antepones algo a Cristo no puedes decir que Cristo es tu Señor. Y si no cabe decir que Cristo es tu Señor no cabe afirmar que esté viva la obra de la gracia en tu corazón. y por eso no cabe hablar de vida sobrenatural ni de mérito sobrenatural; y destaco aquí el adjetivo: SOBRENATURAL.

Es bueno aclarar una vez más que las obras buenas sin mérito sobrenatural no es que se pierdan sencillamente. Como enseñan varios santos, y entre ellos Santa Catalina de Siena, este tipo de obras disponen para la gracia, sobre todo: la gracia de la conversión (para no caer en el cinismo) y la gracia de confiar en que hay perdón (para no caer en la desesperación). Así que todos, incluso quienes se pueden saber objetivamente separados de la plena comunión con Dios y la Iglesia, somos llamados a buscar y realizar el bien lo mejor que podamos: a unos servirá para crecer en la gracia divina; a otros, para disponerse cada vez mejor para recibirla.

Teología Moral familiar y sexual, 04: Moduladores éticos, políticos y trascendentes

[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]

Moduladores éticos

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* Aunque se ha difundido ampliamente la idea de que el deseo sexual es un impulso “ciego” que no tiene “modulación” o “regulación” más allá de lo corpóreo (fisiológico), la realidad es que el conocimiento tiene un impacto real en el impulso propio del sexo.

(1) Se nota en la salud. Si una persona sabe que la persona deseada tiene una gravísima enfermedad contagiosa, o es su pariente inmediata, en la inmensa mayoría de los casos esto cambia el deseo.

(2) Está el impacto de la verdad. ¿Siente el mismo deseo por su amado una mujer que acaba de enterarse de que es un traidor y mentiroso?

(3) La compasión tiene un efecto interesante con respecto al deseo: la conciencia de la necesidad existencial o la fragilidad extrema de alguien lo hace menos deseable, quizás porque el deseo implica la idea de posesión y de disfrute. Esto hace que cuanto más capaz de solidaridad y compasión tenga una persona menor sea su tendencia desear a los demás.

Moduladores políticos

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* Nuestra sexualidad no escapa a los condicionamientos culturales, tribales, de partido o de religión. Es una dimensión profundamente personal pero eso no la sustrae al hecho de que vivimos todo lo humano desde nuestra condición de seres sociales.

* A menudo los moduladores de tipo político pretenden exacerbar o acelerar ciertos aspectos de la vida sexual de las personas. usualmente es favorable a los regímenes que cada persona se preocupe sólo de complacer al vector “satisfacción.”

* Otra característica de estos moduladores es que se entretejen de un modo complejo con otras áreas del comportamiento, de modo que por ejemplo, una estrategia de control político fortalece unos estereotipos sexuales que a su vez refuerzan el poder de la clase dominante.

(1) Dominación. La exaltación del machismo, por ejemplo, presenta un modelo de sexualidad que se justifica desde la imposición de su gusto y deseo sobre la mujer.

Otro caso, muy frecuente en nuestro tiempo: el propósito de dominar a través de crear adicciones que fortalecen las ganancias de ciertos grupos económicos y a la vez mantienen a la gente “dopada” e incapaz de asomarse al horizonte más amplio en el que podría pensarse en un cambio de gobierno o de sistema.

(2) Insurrección. Es la respuesta procaz, vulgar a menudo, que pretende lograr la dominación subvirtiendo el orden presente. Un ejemplo actual, lamentable, es Femen.

(3) Control de la población. En más de una ocasión algunos gobiernos imponen condiciones de límite demográfico o de agenda gay para brindar ayuda humanitaria. este tipo de extorsión sucede ahora mismo en torno a los daños causados por Boko Haram en Nigeria.

Moduladores trascendentes

moduladores_trascendentes

* Otra idea que hay que superar es que la intensidad de la satisfacción sexual es más potente que cualquier otro impulso humano como si fuera una especie de absoluto o de estándar de satisfacción global del ser humano. La realidad es que por diversas circunstancias internas y externas tanto hombres como mujeres descubren los límites de lo que la sexualidad puede ofrecer y entonces necesitan otros “vectores” o impulsos a los cuales orientar su energía vital, su afecto, su propósito.

Teología Moral familiar y sexual, 03: Moduladores fisiológicos

[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]

Moduladores fisiológicos

* Si los vectores nos hablan de impulsos, los moduladores son factores que inhiben o potencian esos vectores.

* Nos interesa estudiar los distintos moduladores por varias razones:

(1) Nos ayudan a comprender la complejidad de la afectividad y de la sexualidad humanas, y por tanto a ser cautos en las opiniones y juicios sobre estas áreas vitales.

(2) Nos permiten asomarnos a la belleza que hay en la respuesta sexual humana, del mismo modo que la contemplación de una hermosa construcción despierta admiración. Los creyentes reconocemos en el origen de todo esa riqueza de experiencias y posibilidades de comunicación el designio creador de Dios.

(3) Nos muestran, sobre base sólida, cómo la sexualidad humana está dirigida a fines de complementariedad y procreación. El lenguaje fisiológico de hormonas, aromas, sinapsis cerebrales habla de un “diálogo” fisiológico que conecta profundamente el mutuo atractivo y la ruta hacia la procreación.

* Los moduladores fisiológicos son de varias clases:

(1) Hormonales: Aquí entra el papel de la testosterona, tanto en hombres como en mujeres; su relación con el deseo sexual y sus repercusiones en otras actividades humanas, incluyendo la necesidad de satisfacción en objetivos cumplidos.

Está también el conjunto complejo de cambios bioquímicos que acompaña y dirige el ciclo menstrual de la mujer, con las repercusiones anímicas y también en cuanto al deseo como tal.

Están las endorfinas, y demás sustancias que afectan la actividad cerebral en cuanto a motivación, satisfacción y bienestar.

Está la labor de la hipófisis, en cuanto directora, en varios sentidos, de la interacción de las hormonas en hombres y mujeres.

Y están, además de otros factores, las feromonas, con su probable acción en una especie de atracción inconsciente entre hombres y mujeres.

(2) Neurológicos: Desde tempranas fases de su desarrollo fetal, los varones reciben cantidades considerables de testosterona, un factor que, junto a otros, modela el desarrollo cerebral. El resultado es que los varones tienen una conexión más firme entre los lóbulos occipital y frontal, y las mujeres tienen, en general, un cerebro mucho más conectado (“hiperconectado”) que vincula vigorosamente las tareas de ambos hemisferios.

De esta base biológica parecen desprenderse varias consecuencias: los varones trabajan más “en serie” (un objetivo, una cosa después de otra), y las mujeres más “en paralelo” (varias cosas a la vez, con un objetivo más genérico en integral a la vista).

Otra consecuencia es que el uso del lenguaje en las mujeres abarca un “ancho de banda” mayor, que las hace perceptivas de gestos, tonos, actitudes, coherencia global, cambios de comportamiento, que son menos visibles para los varones. La memoria de ellas suele tener una intensidad emocional mucho mayor, con lo que esto implica de bueno y de malo.

Otro aspecto neurológico a considerar, en ellos y en ellas, es la complejidad de la relación con el propio sentido del tacto, y con las experiencias de placer o de dolor. Estos datos son importantes cuando hay que evaluar moralmente y comprender psicológicamente las llamadas parafilias.

(3) Otros factores de “función”: Hay que tomar en cuenta que la sexualidad no es compartimiento aislado dentro del conjunto de la vida humana. La contextura, la salud, las experiencias pasadas, las expectativas presentes, y otros muchos factores influyen en y son influidos por el deseo, la satisfacción, el cariño y la enorme complejidad de la vida sexual y afectiva humana.

Teología Moral familiar y sexual, 02: Dimensiones

[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]

Presentación del syllabus de la materia

  1. Dimensiones de la sexualidad humana
    1.1 Vectores: satisfacción, donación, procreación y diferenciación
    1.2 Moduladores: fisiológico, ético, político, trascendente
  2. La familia humana
    2.1 Síntesis de psicología evolutiva
    2.2 Virtudes domésticas (propias de la “domus”)
    2.3 Roles familiares
    2.4 Familia como plenitud y donación
  3. Ubicación de la castidad
    3.1 En las virtudes humanas: prudencia, justicia, fortaleza y templanza
    3.2 En las virtudes teologales: fe, esperanza, caridad
  4. Castidad y estados de vida
    4.1 Infancia y juventud
    4.2 Noviazgo
    4.3 Matrimonio
    4.4 Separación temporal
    4.5 Divorcio
    4.6 Viudez
    4.7 Celibato consagrado
  5. Cuestiones contemporáneas
    5.1 Sexo como entretenimiento: prostitución, pornografía, autoerotismo, relaciones furtivas
    5.2 Juego de roles: BDSM, “50 sombras,” parafilias…
    5.3 Instrumentalización: uso desde el poder económico; uso desde el poder político; uso desde la protesta
    5.4 Misticismo intramundano: idealización, sexo tántrico
  6. Ideología de género
    6.1 Concepto de “género”
    6.2 Complejidad del horizonte homosexual
    6.3 Absolutización del yo
    6.4 Incoherencias internas
    6.5 Agenda a mediano y largo plazo
  7. Perspectiva desde la revelación bíblica
    7.1 Intimidad, conocimiento y corazón
    7.2 Señorío de Dios
    7.3 Plenitud humana, familiar y social
    7.4 La urgencia del Reino

Vectores de la sexualidad humana

  • Tomamos de la matemática la noción de “vector” que habla de una intensidad y de una dirección porque vemos que las distintas dimensiones de la sexualidad humana tienen estas características. Los vectores nos hablan de “pulsiones,” impulsos que buscan un resultado, sensación o meta.

(1) Satisfacción: alude al placer y recompensa que son propios de la vida afectiva y de la intimidad sexual.

(2) Procreación: deseo de prolongarse, de dar y cuidar la vida, de guiar a otros y alegrarse en verlos crecer.

(3) Donación: deseo de donarse, de superar el yo, de acoger al otro, de construir una unidad superior.

(4) Diferenciación: impulso hacia la construcción del propio ser desde la complementariedad y no simplemente la repetición.

Teología Moral familiar y sexual, 01: Presupuestos

[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]

Tema 01: Presupuestos

2015-02-05 09.42.36

* El título de esta materia en nuestra facultad de teología ya indica una primera toma de postura. Al hablar de moral “familiar y sexual” resaltamos un vínculo que lamentablemente no es obvio en nuestro tiempo. Es importante destacar desde el principio que el ámbito de los afectos y virtudes propias de la familia es el contexto apropiado para ver la sexualidad desde una perspectiva plenamente humana.

* Como en toda área de la teología, un punto central es la pregunta epistemológica, es decir: ¿sobre qué base se construye y reconoce conocimiento nuevo en esta área de la teología? Otro modo de hacer la pregunta es: ¿Qué condiciones debe cumplir una afirmación para ser admitida como válida?

* La omisión de la cuestión epistemológica hace que con frecuencia las discusiones en temas de moral sexual o familiar queden empantanadas u oscurecidas por otras consideraciones de tipo cultural o completamente subjetivo. por eso hay que distinguir entre una mala epistemología y una buena.

* La mala epistemología se apoya en algún género de estructura sofística. Por ejemplo, que lo que piensa la mayoría es lo correcto; o que lo más reciente es, sólo por ello, mejor; o que el fin justifica los medios.

* Una buena epistemología, en lo que trata de moral, asume la capacidad analítica, sintética y crítica de la racionalidad humana, y a la vez, la integridad del dato revelado. Tal es el pensamiento de la Iglesia en esta materia, y en la moral en su conjunto.

* Es necesario tener en cuenta que la moral familiar y sexual es una moral “especial” y que por tanto asume, sin sentirse obligada a demostrarlos, aquellos fundamentos que son parte de la moral general.

* Ello en particular implica que en esta moral especial se experimenta también la fuerza del “Gran Dilema”: Si la moral es racional entonces no es necesaria la fe (ni la Iglesia); y si es irracional, entonces no obliga. Queda como ejercicio dar una respuesta al dilema.

25 cosas que los novios no están disfrutando por pensar solo en tener relaciones

“Para el mundo en el que vivimos pareciera ser que la mayor muestra de amor entre dos personas enamoradas es tener relaciones sexuales. Dejando de lado la hermosura y la riqueza del amor entre hombre y mujer; se nos va olvidando que la castidad nos ofrece un camino invaluable de verdadero amor como recorrido y preparación para el matrimonio, punto de llegada (y partida) para vivir en plenitud la vocación entre mujer y varón llamados a ello…”

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