Sin excusas

¡No me seas comodón! No esperes el año nuevo para tomar resoluciones: todos los días son buenos para las decisiones buenas. «Hodie, nunc!» -¡Hoy, ahora! Suelen ser unos pobres derrotistas los que esperan el año nuevo para comenzar…, porque, además, luego… ¡no comienzan!

De acuerdo, has obrado mal por debilidad. -Pero no entiendo cómo no reaccionas con clara conciencia: no puedes hacer cosas malas, y decir -o pensar- que son santas, o que carecen de importancia.

Recuérdalo siempre: las potencias espirituales se nutren de lo que les proporcionan los sentidos. -¡Custódialos bien!

Pierdes la paz -¡y bien lo sabes!-, cuando consientes en puntos que entrañan devolverte en tu camino. -¡Decídete a ser coherente y responsable!

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El misterio de la Cruz, en San Pío y en nosotros

En nuestra época el Padre Pío es altamente conocido y amado en amplios círculos del mundo católico. Su vida extraordinaria en medio de la más profunda sencillez, la abundancia de milagros que rodearon su vida y el increíble impacto que tuvo en tantas personas producen fascinación e inspiran devoción en muchas personas, y por supuesto, esos frutos espirituales son de agradecer a Dios.

Sin embargo, podría pasarnos con este grande y humilde santo lo mismo que a veces ha sucedido con Francisco de Asís: una mirada superficial se queda con el Francisco puramente ecológico, poeta, buen mozo y buena persona, pero lo grandioso y valiente de sus opciones se nos pierde de vista.

Con el Padre Pío podría pasar lo mismo: sus frases célebres, que tanto se difunden por Internet, incluso confundiendo lo que sí dijo con lo que nunca dijo, al final nos presentan un perfil que, sin ser falso, deja por fuera al gran amor y el gran camino de su vida: la Cruz.

La raíz de la santidad de Pío de Pietrelcina es el amor, por supuesto, pero aor que lleva el sello más profundo que ningún amor puede tener, es decir, la perfecta identificación y fusión con el amado. Y si el Amado es Cristo, tal identificación lleva al camino de la Cruz porque la Cruz es el “amor más grande” de Jesucristo, allí donde Él dio toda su vida.

Si le quitamos el misterio de la Cruz a Cristo, solo nos queda un predicador “buenista,” cuyas propuestas son semejantes pero incluso menores a las de cualquier motivador actual porque los motivadores actuales hacen sus propuestas en términos de ganancias, mientras que Cristo tiene otra clase de “propuestas” como por ejemplo: amar a los enemigos y rezar por los que nos persiguen; o perdonar “setenta veces siete.”

Así como al quitar la Cruz al crucificado nos queda una figura descolorida, y en el fondo, inútil, así también, si apartamos el misterio de la Cruz de las vidas de los santos lo que quedan son anécdotas y frases motivacionales que no van a tener en nosotros el fruto que los mismos santos hubieran deseado. Lo que ellos más anhelan es que nuestra vida reciba y abrace el misterio del amor más grande: el misterio de la Cruz. Fue ese el anhelo de San Pío, el de San Francsico y el de todos los santos.

Fervorosa oración a la Virgen

Dirígete a la Virgen, y pídele que te haga el regalo -prueba de su cariño por ti- de la contrición, de la compunción por tus pecados, y por los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, con dolor de Amor. Y, con esa disposición, atrévete a añadir: Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano…, y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos. Continúa sin miedo: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús. Madre mía del Cielo: haz que yo vuelva al fervor, al entregamiento, a la abnegación: en una palabra, al Amor.

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Para no aburrirse en Misa

“A veces la gente se queja de que se aburre en Misa, de que lo que se hace y se dice en ella todos los domingos es siempre lo mismo, de que asistir no les sirve de nada y sería mejor dedicarse a otra cosa. Es comprensible, porque nuestros ojos están tan envejecidos por el pecado que a veces necesitamos telescopios para ver las maravillas que tenemos delante de nuestras narices. Siempre me ha parecido especialmente apropiado que uno de los milagros de Jesús fuera devolver la vista a los ciegos: quizá no haya nada que necesitemos más que eso…”

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Inteligencia espiritual

Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos pierden claridad, necesitamos ir a la luz. Y Jesucristo nos ha dicho que El es la Luz del mundo y que ha venido a curar a los enfermos. -Por eso, que tus enfermedades, tus caídas -si el Señor las permite-, no te aparten de Cristo: ¡que te acerquen a El!

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Dos pensamientos sobre la santidad

Tú quieres pisar sobre las huellas de Cristo, vestirte de su vestidura, identificarte con Jesús: pues que tu fe sea operativa y sacrificada, con obras de servicio, echando fuera lo que estorba.

La santidad tiene la flexibilidad de los músculos sueltos. El que quiere ser santo sabe desenvolverse de tal manera que, mientras hace una cosa que le mortifica, omite -si no es ofensa a Dios- otra que también le cuesta y da gracias al Señor por esta comodidad. Si los cristianos actuáramos de otro modo, correríamos el riesgo de volvernos tiesos, sin vida, como una muñeca de trapo. La santidad no tiene la rigidez del cartón: sabe sonreír, ceder, esperar. Es vida: vida sobrenatural.

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Una perspectiva original sobre el examen de conciencia cotidiano

Un buen modo de hacer examen de conciencia: -¿Recibí como expiación, en este día, las contradicciones venidas de la mano de Dios?; ¿las que me proporcionaron, con su carácter, mis compañeros?; ¿las de mi propia miseria? -¿Supe ofrecer al Señor, como expiación, el mismo dolor, que siento, de haberle ofendido ¡tantas veces!?; ¿le ofrecí la vergüenza de mis interiores sonrojos y humillaciones, al considerar lo poco que adelanto en el camino de las virtudes?

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Semillas de auténtica fraternidad

Tú no puedes tratar con falta de misericordia a nadie: y, si te parece que una persona no es digna de esa misericordia, has de pensar que tú tampoco mereces nada. -No mereces haber sido creado, ni ser cristiano, ni ser hijo de Dios, ni pertenecer a tu familia…

No descuides la práctica de la corrección fraterna, muestra clara de la virtud sobrenatural de la caridad. Cuesta; más cómodo es inhibirse; ¡más cómodo!, pero no es sobrenatural. -Y de estas omisiones darás cuenta a Dios.

La corrección fraterna, cuando debas hacerla, ha de estar llena de delicadeza -¡de caridad!- en la forma y en el fondo, pues en aquel momento eres instrumento de Dios.

Si sabes querer a los demás y difundes ese cariño -caridad de Cristo, fina, delicada- entre todos, os apoyaréis unos a otros: y el que vaya a caer se sentirá sostenido -y urgido- con esa fortaleza fraterna, para ser fiel a Dios.

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La vía de la sencillez

¡Vive la vida cristiana con naturalidad! Insisto: da a conocer a Cristo en tu conducta, como reproduce la imagen un espejo normal, que no deforma, que no hace caricatura. -Si eres normal, como ese espejo, reflejarás la vida de Cristo, y la mostrarás a los demás.

Si eres fatuo, si te preocupas sólo de tu personal comodidad, si centras la existencia de los demás y aun la del mundo en ti mismo, no tienes derecho a llamarte cristiano, ni a considerarte discípulo de Cristo: porque El marcó el límite de la exigencia en ofrecer por cada uno «et animam suam», el alma misma, la vida entera.

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Somos de Cristo y de María!

Haz tu amor a la Virgen más vivo, más sobrenatural. -No vayas a Santa María sólo a pedir. ¡Ve también a dar!: a darle afecto; a darle amor para su Hijo divino; a manifestarle ese cariño con obras de servicio al tratar a los demás, que son también hijos suyos.

Al contemplar la escena de la Encarnación, refuerza en tu alma la decisión de “la humildad práctica”. Mira que El se abajó, tomando nuestra pobre naturaleza. -Por eso, en cada jornada, has de reaccionar ¡inmediatamente!, con la gracia de Dios, aceptando -queriendo- las humillaciones que el Señor te depare.

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Nuestra actitud ante obispos y el Papa

Humildad y obediencia son condiciones indispensables para recibir la buena doctrina.

Ama, venera, reza, mortifícate -cada día con más cariño- por el Romano Pontífice, piedra basilar de la Iglesia, que prolonga entre todos los hombres, a lo largo de los siglos y hasta el fin de los tiempos, aquella labor de santificación y gobierno que Jesús confió a Pedro.

Que la consideración diaria del duro peso que grava sobre el Papa y sobre los obispos, te urja a venerarles, a quererles con verdadero afecto, a ayudarles con tu oración.

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Tres pensamientos sobre “vivir en la verdad”

Nunca tengas miedo a decir la verdad, sin olvidar que algunas veces es mejor callar, por caridad con el prójimo. Pero no te calles jamás por desidia, por comodidad o por cobardía.

El mundo vive de la mentira; y hace veinte siglos que vino la Verdad a los hombres. -¡Hay que decir la verdad!, y a eso hemos de ir los hijos de Dios. Cuando los hombres se acostumbren a proclamarla y a oírla, habrá más comprensión en esta tierra nuestra.

Sería una falsa caridad, diabólica, mentirosa caridad, ceder en cuestiones de fe. «Fortes in fide» -fuertes en la fe, firmes, como exige San Pedro. -No es fanatismo, sino sencillamente vivir la fe: no entraña desamor para nadie. Cedemos en todo lo accidental, pero en la fe no cabe ceder: no podemos dar el aceite de nuestras lámparas, porque luego viene el Esposo y las encuentra apagadas.

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Criterio básico para una dirección espiritual provechosa

Ama y busca la ayuda de quien lleva tu alma. En la dirección espiritual, pon al descubierto tu corazón, del todo -¡podrido, si estuviese podrido!-, con sinceridad, con ganas de curarte; si no, esa podredumbre no desaparecerá nunca. Si acudes a una persona que sólo puede limpiar superficialmente la herida…, eres un cobarde, porque en el fondo vas a ocultar la verdad, en daño de ti mismo.

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Criterios básicos de Dirección Espiritual

Recibe los consejos que te den en la dirección espiritual, como si viniesen del mismo Jesucristo. Me has pedido una sugerencia para vencer en tus batallas diarias, y te he contestado: al abrir tu alma, cuenta en primer lugar lo que no querrías que se supiera. Así el diablo resulta siempre vencido. -¡Abre tu alma con claridad y sencillez, de par en par, para que entre -hasta el último rincón- el sol del Amor de Dios! Si el demonio mudo -del que nos habla el Evangelio- se mete en el alma, lo echa todo a perder. En cambio, si se le arroja inmediatamente, todo sale bien, se camina feliz, todo marcha. -Propósito firme: “sinceridad salvaje” en la dirección espiritual, con delicada educación…, y que esa sinceridad sea inmediata.