Amor de confianza con Cristo

¿Has visto con qué cariño, con qué confianza trataban sus amigos a Cristo? Con toda naturalidad le echan en cara las hermanas de Lázaro su ausencia: ¡te hemos avisado! ¡Si Tú hubieras estado aquí!… -Confíale despacio: enséñame a tratarte con aquel amor de amistad de Marta, de María y de Lázaro; como te trataban también los primeros Doce, aunque al principio te seguían quizá por motivos no muy sobrenaturales.

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Amor de corazones jóvenes

Somos enamorados del Amor. Por eso, el Señor no nos quiere secos, tiesos, como una cosa sin vida: ¡nos quiere impregnados de su cariño! – Mira si entiendes esta aparente contradicción. -Al cumplir los treinta años, escribió aquel hombre en su diario: “ya no soy joven”. -Y, superados los cuarenta, volvió a anotar: “permaneceré joven hasta que llegue a octogenario: si muero antes, creeré que me he malogrado”. -Andaba siempre, a pesar de los años, con la juventud madura del Amor.

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¡Tibios, no!

Hay corazones duros, pero nobles, que -al acercarse al calor del Corazón de Jesucristo- se derriten como el bronce en lágrimas de amor, de desagravio. ¡Se encienden! En cambio, los tibios tienen el corazón de barro, de carne miserable… y se resquebrajan. Son polvo. Dan pena. Di conmigo: ¡Jesús nuestro, lejos de nosotros la tibieza! ¡Tibios, no!

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Poner orden en la casa interior

Un corazón que ama desordenadamente las cosas de la tierra está como sujeto por una cadena, o por un “hilillo sutil”, que le impide volar a Dios.

“Vigilad y orad, para que no caigáis en la tentación…”: ¡es impresionante la experiencia de cómo puede abandonarse un quehacer divino, por un engaño pasajero!

El apóstol tibio, ése es el gran enemigo de las almas.

Prueba evidente de tibieza es la falta de “tozudez” sobrenatural, de fortaleza para perseverar en el trabajo, para no parar hasta poner la “última piedra”.

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Atención al sesgo de auto-confirmación

ATENCIÓN AL SESGO DE AUTO-CONFIRMACIÓN

El sesgo de pensamiento más generalizado parece ser el de “auto-confirmación.” Consiste en la tendencia a leer, escuchar o dar atención y respeto sólo a lo que confirma lo que YA pensábamos. Detectarlo EN UNO MISMO es difícil… ¡pero no imposible! De ello queremos hablar.

Varias controversias actuales tienen que ver con este sesgo. Ejemplos: vacunados vs. no-vacunados; Izquierda vs. Derecha; experiencia de los mayores vs. entusiasmo y creatividad de los jóvenes; Misa Tradicional vs. Novus Ordo. ¡Hay demasiada polarización en demasiados lugares!

Lo primero es descubrir la FUNCIÓN psicológica y emocional que cumple el sesgo de auto-confirmación: Nos hace sentir que estamos del lado “correcto,” que estamos haciendo las cosas bien y que, de hecho, somos de los “buenos.” Esta sensación es agradable pero engañosa.

Lo segundo es tomar conciencia de que vivimos en tiempos de grandes confusiones, relativismo en los valores, tolerancia de todo tipo de desviaciones y falta de Norte en muchos de nuestros líderes civiles o religiosos. Este ambiente alimenta la necesidad de encontrar SEGURIDAD.

Lo tercero es algo que afecta especialmente a las personas que tienen fuerte afiliación a un partido político o a un grupo religioso (pasa también en la Iglesia Católica). La auto-confirmación ayuda a afianzar el sentido de pertenencia y de capacidad de impacto.

Además, no hay que descartar la fuerza que lo sobrenatural, en forma de mensajes o apariciones, tiene en muchas personas, incluso si tales hechos no han sido reconocidos por la Iglesia, o si la Iglesia no los interpreta de la manera que lo hacen ciertos grupos.

Esto se nota en el caso de aquellas personas que sienten que si hacen tales o cuales acciones están desobedeciendo a Dios, o a la Virgen, y que por consiguiente quedan como “manchados” o “marcados” como enemigos de Dios, y listos para condenarse.

Después de entender la FUNCIÓN, o sea, por qué uno PODRÍA estar afectado de un sesgo de auto-confirmación, hay que estar vigilantes en cuanto a los SÍNTOMAS. El primero de ellos es la tendencia a clasificar siempre a las personas: “de los nuestros” vs. “contra nosotros.”

Segundo síntoma: Uno empieza a GENERALIZAR a los “adversarios.” A uno le parece que todos son irresponsables, o enceguecidos, o vendidos al sistema. Se pierde la capacidad de matizar, valorar lo que “los otros” hacen o los conocimientos o las fuentes que tienen.

Tercer síntoma: Uno pasa a disculpar sistemáticamente los errores o incoherencias del lado “de los buenos.” Las acusaciones son implacables contra “los otros” pero las justificaciones sobran cuando se trata de uno mismo o de los del grupo de uno.

Cuarto síntoma: uso de EVIDENCIA ANECDÓTICA como regla de verdad. El estilo es: “Yo conocí una persona que hizo lo que proponen (los adversarios) y le cayeron las desgracias, y murió…” Se pierde la capacidad de situar datos particulares en el conjunto de una estadística seria.

Por supuesto, también se utiliza la evidencia anecdótica como fuente de confirmación de lo de uno, con este lenguaje: “Fulano de Tal hizo lo que proponemos y ya no está afectado; nosotros sí conservamos la verdadera fe; cada vez más gente está con nosotros…”

Quinto síntoma: Descalificación radical de todas las fuentes que no coincidan con el propio punto de vista: Se piensa y se obra bajo la idea de que TODO está contaminado, TODOS están mintiendo, NINGÚN medio de comunicación informa bien; el gobierno SIEMPRE engaña…

Sexto síntoma: Inscribirse en numerosos grupos de WhatsApp, o en general, en redes sociales que le vayan repitiendo a uno y re-confirmando, lo que uno ya “sabe” que es la verdad. Se presenta aquí un fenómeno de refuerzo mutuo que es extremadamente fuerte.

Séptimo síntoma: Uno empieza a soñar con el tiempo de la victoria definitiva. Las controversias actuales se ven únicamente como una etapa que uno quiere imaginar que pasará pronto, de modo que “no debe estar lejos el triunfo de mis ideas y de mi grupo…”

¿Es posible SUPERAR EL SESGO de auto-confirmación? ¡Sí es posible! Y no, no consiste en caer en relativismo o falta de sentido crítico. Lo primero para el “tratamiento” es por supuesto evaluar cuáles de los siete síntomas uno tiene, y con qué intensidad.

En segundo lugar, es necesario PREGUNTARSE varias veces, en distintos momentos, y con la máxima honestidad posible: “¿En qué tiene razón el que no piensa como yo?” Y también: “¿Qué están haciendo bien los que no pertenecen a nuestro grupo o manera de pensar?”

La clave está por supuesto en reconocer cualidades en “los otros” y admitir, sin justificaciones fáciles, los defectos o errores en “nosotros.” Jesús hacía esto cuando presentaba como modelo de fe a un centurión romano, o modelo de caridad a un samaritano.

En tercer lugar, hay que ampliar las FUENTES DE INFORMACIÓN. De hecho, hoy es prácticamente imposible encontrar un medio informativo que sea completamente imparcial. Una y otra vez, cotejando a menudo distintas fuentes, uno debe hacer el esfuerzo de informarse mejor.

En cuarto lugar, capacitarse un poco más en asuntos de CIENCIA y de ESTADÍSTICA BÁSICA. A mí me asombra, por ejemplo, que hay personas que dicen: “vacunados y no-vacunados al final se mueren.” Por favor, revisar estadísticas, cotejar, gastar algo de tiempo en ello.

En quinto lugar, los que somos creyentes NO DEJEMOS DE ORAR, de pedir luz al Espíritu Santo; rogar a Dios que nos arranque del corazón toda tendencia de arrogancia, fariseísmo, desprecio al prójimo; y sobre todo: que nos abra siempre a la verdad. ¡Amén!

Si la tibieza llega a tu alma…

En ocasiones, alguno me ha dicho: Padre, si yo me encuentro cansado y frío; si, cuando rezo o cumplo otra norma de piedad, me parece que estoy haciendo una comedia… A ese amigo, y a ti -si te encuentras en la misma situación-, os contesto: ¿una comedia? -¡Gran cosa, hijo mío! ¡Haz la comedia! ¡El Señor es tu espectador!: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo; la Trinidad Beatísima nos estará contemplando, en aquellos momentos en los que “hacemos la comedia”. -Actuar así delante de Dios, por amor, por agradarle, cuando se vive a contrapelo, ¡qué bonito! ¡Ser juglar de Dios! ¡Qué estupenda es esa recitación llevada a cabo por Amor, con sacrificio, sin ninguna satisfacción personal, por dar gusto a nuestro Señor! -Esto sí que es vivir de Amor.

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¿Tú, qué habrías hecho?

Dios Omnipotente, Todopoderoso, Sapientísimo, tenía que escoger a su Madre. ¿Tú, qué habrías hecho, si hubieras tenido que escogerla? Pienso que tú y yo habríamos escogido la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Dios. Por tanto, después de la Santísima Trinidad, está María. -Los teólogos establecen un razonamiento lógico de ese cúmulo de gracias, de ese no poder estar sujeta a satanás: convenía, Dios lo podía hacer, luego lo hizo. Es la gran prueba. La prueba más clara de que Dios rodeó a su Madre de todos los privilegios, desde el primer instante. Y así es: ¡hermosa, y pura, y limpia en alma y cuerpo!

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Mira tu conducta con detenimiento

Mira tu conducta con detenimiento. Verás que estás lleno de errores, que te hacen daño a ti y quizá también a los que te rodean. -Recuerda, hijo, que no son menos importantes los microbios que las fieras. Y tú cultivas esos errores, esas equivocaciones -como se cultivan los microbios en el laboratorio-, con tu falta de humildad, con tu falta de oración, con tu falta de cumplimiento del deber, con tu falta de propio conocimiento… Y, después, esos focos infectan el ambiente. -Necesitas un buen examen de conciencia diario, que te lleve a propósitos concretos de mejora, porque sientas verdadero dolor de tus faltas, de tus omisiones y pecados.

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Vida de renacidos por la gracia

Realmente, a cada uno de nosotros, como a Lázaro, fue un “veni foras” -sal fuera, lo que nos puso en movimiento. -¡Qué pena dan quienes aún están muertos, y no conocen el poder de la misericordia de Dios! -Renueva tu alegría santa porque, frente al hombre que se desintegra sin Cristo, se alza el hombre que ha resucitado con El.

Los afectos de la tierra, incluso cuando no son concupiscencia sucia y seca, envuelven de ordinario algún egoísmo. Por eso, sin despreciar esos afectos -que pueden ser muy santos-, rectifica siempre la intención.

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Ser Iglesia: donde uno está

Piensa en la Iglesia Santa, y considera que, si un miembro se resiente, todo el cuerpo se resiente. -Tu cuerpo necesita de cada uno de los miembros, pero cada uno de los miembros necesita del cuerpo entero. -¡Ay, si mi mano dejara de cumplir su deber…, o si dejara de latir el corazón!

Lo has visto con claridad: mientras tanta gente no le conoce, Dios se ha fijado en ti. Quiere que seas fundamento, sillar, en el que se apoye la vida de la Iglesia. Medita esta realidad, y sacarás muchas consecuencias prácticas para tu conducta ordinaria: el fundamento, el sillar -quizá sin brillar, oculto- ha de ser sólido, sin fragilidades; tiene que servir de base para el sostenimiento del edificio…; si no, se queda aislado.

Como te sientes fundamento escogido por Dios para corredimir -no te olvides de que eres… miseria y miseria-, tu humildad te ha de llevar a colocarte debajo de los pies -al servicio- de todos. -Así están los cimientos de los edificios. Pero el fundamento ha de tener fortaleza, que es virtud indispensable en quien ha de sostener o empujar a otros. -Jesús -díselo con fuerza-, que nunca, por falsa humildad, deje de practicar la virtud cardinal de la fortaleza. Dame, Dios mío, que discierna el oro de la escoria.

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Amor en acción

No confundas la serenidad con la pereza, con el abandono, con el retraso en las decisiones o en el estudio de los asuntos. La serenidad se complementa siempre con la diligencia, virtud necesaria para considerar y resolver, sin demora, las cuestiones pendientes.

Sobre ti recae -a pesar de tus pasiones- la responsabilidad de la santidad, de la vida cristiana de los demás, de la eficacia de los otros. Tú no eres una pieza aislada. Si te paras, ¡a cuántos puedes detener o perjudicar!

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Realismo en la batalla espiritual

El campo del Señor es fértil y buena su semilla. Por eso, cuando en este mundo nuestro aparece la cizaña, no lo dudes: ha habido falta de correspondencia de los hombres, de los cristianos especialmente, que se han dormido y han dejado el terreno abierto al enemigo. -No te lamentes, que es estéril; y examina, en cambio, tu conducta.

Los enemigos de Dios y de su Iglesia, manejados por el odio imperecedero de satanás, se mueven y se organizan sin tregua. Con una constancia “ejemplar”, preparan sus cuadros, mantienen escuelas, directivos y agitadores y, con una acción disimulada -pero eficaz-, propagan sus ideas, y llevan -a los hogares y a los lugares de trabajo- su semilla destructora de toda ideología religiosa. -¿Qué no habremos de hacer los cristianos por servir al Dios nuestro, siempre con la verdad?

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Ser luz del mundo

No somos buenos hermanos de nuestros hermanos los hombres, si no estamos dispuestos a mantener una recta conducta, aunque quienes nos rodeen interpreten mal nuestra actuación, y reaccionen de un modo desagradable.

La labor de nuestra santificación personal repercute en la santidad de tantas almas y en la de la Iglesia de Dios.

¡Persuádete!, si quieres -como Dios te oye, te ama, te promete la gloria-, tú, protegido por la mano omnipotente de tu Padre del Cielo, puedes ser una persona llena de fortaleza, dispuesta a dar testimonio en todas partes de su amable doctrina verdadera.

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Hablar, saber hablar

La crítica, cuando tengas que hacerla, debe ser positiva, con espíritu de colaboración, constructiva, y nunca a escondidas del interesado. -Si no, es una traición, una murmuración, una difamación, quizá una calumnia… y, siempre, una falta de hombría de bien.

Cuando veas que la gloria de Dios y el bien de la Iglesia exigen que hables, no te calles. -Piénsalo: ¿quién no sería valiente de cara a Dios, con la eternidad por delante? No hay nada que perder y, en cambio, sí mucho que ganar. Entonces, ¿por qué no te atreves?

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El rostro de la genuina caridad

Ama y practica la caridad, sin límites y sin discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del Maestro. -Sin embargo, esa caridad no puede llevarte -dejaría de ser virtud- a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificarla hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios.

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