Aprendiendo a vivir la fe en el día a día

Cortesía siempre, con todos. Pero, especialmente, con los que se presentan como adversarios -tú no tengas enemigos-, cuando trates de sacarles de su error.

El pedante interpreta como ignorancia la sencillez y humildad del docto.

No seas de ésos que, cuando reciben una orden, enseguida piensan en cómo modificarla… -Se diría que tienen ¡demasiada “personalidad”!, y desunen o desbaratan.

La experiencia, el saber tanto del mundo, el leer entre líneas, la perspicacia excesiva, el espíritu crítico… Todo eso que, en tus relaciones y negocios, te ha llevado demasiado lejos, hasta el punto de volverte un poco cínico; todo ese “excesivo realismo” -que es falta de espíritu sobrenatural- ha invadido incluso tu vida interior. -Por no ser sencillo, te has vuelto a veces frío y cruel.

Es admirable ese tu buen humor… Pero tomarlo todo, todo… a broma, ¡concédemelo!, significa pasarse de rosca. -La realidad es bien otra: como te falta voluntad para tomar lo tuyo en serio, te autojustificas, chanceándote de los demás, que son mejores que tú.

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Pasos después de la conversión

Tus parientes, tus colegas, tus amistades, van notando el cambio, y se dan cuenta de que lo tuyo no es una transición momentánea, de que ya no eres el mismo. -No te preocupes, ¡sigue adelante!: se cumple el «vivit vero in me Christus» -ahora es Cristo quien vive en ti.

Estima a quienes sepan decirte que no. Y, además, pídeles que te razonen su negativa, para aprender…, o para corregir.

Triste situación la de una persona con magníficas virtudes humanas, y con carencia absoluta de visión sobrenatural: porque aquellas virtudes fácilmente las aplicará sólo a sus fines particulares. -Medítalo.

Para ti, que deseas formarte una mentalidad católica, universal, transcribo algunas características: -amplitud de horizontes, y una profundización enérgica, en lo permanentemente vivo de la ortodoxia católica; -afán recto y sano -nunca frivolidad- de renovar las doctrinas típicas del pensamiento tradicional, en la filosofía y en la interpretación de la historia…; -una cuidadosa atención a las orientaciones de la ciencia y del pensamiento contemporáneos; -y una actitud positiva y abierta, ante la transformación actual de las estructuras sociales y de las formas de vida.

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Servir sin complejos

Sería lamentable que alguno concluyera, al ver desenvolverse a los católicos en la vida social, que se mueven con encogimiento y capitidisminución. No cabe olvidar que nuestro Maestro era -¡es!- «perfectus Homo» -perfecto Hombre.

Si el Señor te ha dado una buena cualidad -o una habilidad-, no es solamente para que te deleites, o para que te pavonees, sino para desplegarla con caridad en servicio al prójimo. -¿Y cuándo encontrarás mejor ocasión para servir que ahora, al convivir con tantas almas, que comparten tu mismo ideal?

Ante la presión y el impacto de un mundo materializado, hedonista, sin fe…, ¿cómo se puede exigir y justificar la libertad de no pensar como “ellos”, de no obrar como “ellos”?… -Un hijo de Dios no tiene necesidad de pedir esa libertad, porque de una vez por todas ya nos la ha ganado Cristo: pero debe defenderla y demostrarla en cualquier ambiente. Sólo así, entenderán “ellos” que nuestra libertad no está aherrojada por el entorno.

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Con personalidad, por favor

El Señor necesita almas recias y audaces, que no pacten con la mediocridad y penetren con paso seguro en todos los ambientes.

Sereno y equilibrado de carácter, inflexible voluntad, fe profunda y piedad ardiente: características imprescindibles de un hijo de Dios.

El apóstol no debe quedarse en el rasero de una criatura mediocre. Dios le llama para que actúe como portador de humanidad y transmisor de una novedad eterna. -Por eso, el apóstol necesita ser un alma largamente, pacientemente, heroicamente formada.

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¿Pesada la carga?

¿Que la carga es pesada? -¡No, y mil veces no! Esas obligaciones, que aceptaste libremente, son alas que te levantan sobre el cieno vil de las pasiones. ¿Acaso sienten los pájaros el peso de sus alas? Córtalas, ponlas en el platillo de una balanza: ¡pesan! ¿Puede, sin embargo, volar el ave si se las arrancan? Necesita esas alas así; y no advierte su pesantez porque la elevan sobre el nivel de las otras criaturas. ¡También tus “alas” pesan! Pero, si te faltaran, caerías en las más sucias ciénagas.

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No todas las luchas valen la pena

A tantos católicos rebeldes les diría que faltan a su deber los que, en lugar de atenerse a la disciplina y a la obediencia a la autoridad legítima, se convierten en partido; en bandería menuda; en gusanos de discordia; en conjura y chismorreo; en fomentadores de estúpidas pugnas personales; en tejedores de urdimbres de celos y crisis.

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Pinceladas de buen gobierno

Hay que enseñar a la gente a trabajar -sin exagerar la preparación: “hacer” es también formarse-, y a aceptar de antemano las imperfecciones inevitables.

No te fíes nunca sólo en la organización.

El buen pastor no necesita atemorizar a sus ovejas: semejante comportamiento es propio de los malos gobernantes. Por eso, a nadie le extraña que acaben odiados y solos.

El buen gobierno no ignora la flexibilidad necesaria, sin caer en la falta de exigencia.

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Dos extremos a evitar en el gobierno

El afán de novedad puede llevar al desgobierno. -Hacen falta nuevos reglamentos, dices… -¿Tú crees que el cuerpo humano mejoraría con otro sistema nervioso o arterial?

¡Qué empeño el de algunos en masificar!: convierten la unidad en uniformidad amorfa, ahogando la libertad. Parece que ignoran la impresionante unidad del cuerpo humano, con tan divina diferenciación de miembros, que -cada uno con su propia función- contribuyen a la salud general. -Dios no ha querido que todos sean iguales, ni que caminemos todos del mismo modo por el único camino.

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Consejos para un buen gobierno

Para ti, que ocupas ese puesto de gobierno. Medita: los instrumentos más fuertes y eficaces, si se les trata mal, se mellan, se desgastan y se inutilizan.

Las decisiones de gobierno, tomadas a la ligera por una sola persona, nacen siempre, o casi siempre, influidas por una visión unilateral de los problemas. -Por muy grandes que sean tu preparación y tu talento, debes oír a quienes comparten contigo esa tarea de dirección.

Nunca des oído a la delación anónima: es el procedimiento de los viles.

Un criterio de buen gobierno: el material humano hay que tomarlo como es, y ayudarle a mejorar, sin despreciarlo jamás.

Me parece muy bien que, a diario, procures aumentar esa honda preocupación por tus súbditos: porque sentirse rodeado y protegido por la comprensión afectuosa del superior, puede ser el remedio eficaz que necesiten las personas a las que has de servir con tu gobierno.

¡Qué pena causan algunos, constituidos en autoridad, cuando juzgan y hablan con ligereza, sin estudiar el asunto, con afirmaciones tajantes, sobre personas o temas que desconocen, y… hasta con “prevenciones”, que son fruto de deslealtad!

Si la autoridad se convierte en autoritarismo dictatorial y esta situación se prolonga en el tiempo, se pierde la continuidad histórica, mueren o envejecen los hombres de gobierno, llegan a la edad madura personas sin experiencia para dirigir, y la juventud -inexperta y excitada- quiere tomar las riendas: ¡cuántos males!, ¡y cuántas ofensas a Dios -propias y ajenas- recaen sobre quien usa tan mal de la autoridad!

Cuando el que manda es negativo y desconfiado, fácilmente cae en la tiranía.

Procura ser rectamente objetivo en tu labor de gobierno. Evita esa inclinación de los que tienden a ver más bien -y a veces, sólo- lo que no marcha, los errores. -Llénate de alegría, con la certeza de que el Señor a todos ha concedido la capacidad de hacerse santos, precisamente en la lucha contra los propios defectos.

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Aprender a gobernar

Autoridad. -No consiste en que el de arriba “grite” al inferior, y éste al de más abajo. Con ese criterio -caricatura de la autoridad-, aparte de la evidente falta de caridad y de corrección humana, sólo se consigue que quien hace cabeza se vaya alejando de los gobernados, porque no les sirve: ¡todo lo más, los usa!

No seas tú de ésos que, teniendo desgobernada su propia casa, intentan entrometerse en el gobierno de las casas de los demás.

Pero… ¿de veras piensas que todo lo sabes, porque has sido constituido en autoridad? -Oyeme bien: el buen gobernante “sabe” que puede, ¡que debe!, aprender de los demás.

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Saber mandar y saber obedecer

Al gobernar, después de pensar en el bien común, es necesario contar con que -en el terreno espiritual y en el civil- difícilmente una norma puede no desagradar a algunos. -¡Nunca llueve a gusto de todos!, reza la sabiduría popular. Pero eso, no lo dudes, no es defecto de la ley, sino rebeldía injustificada de la soberbia o del egoísmo de aquellos pocos.

Orden, autoridad, disciplina… -Escuchan, ¡si escuchan!, y se sonríen cínicamente, alegando -ellas y ellos- que defienden su libertad. Son los mismos que luego pretenden que respetemos o que nos acomodemos a sus descaminos.

Los que gobiernan tareas espirituales, han de interesarse por todo lo humano, para elevarlo al orden sobrenatural y divinizarlo. Si no se puede divinizar, no te engañes: no es humano, es “animalesco”, impropio de la criatura racional.

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Obedecer y escuchar

La mayor parte de las desobediencias proviene de no saber “escuchar” el mandato, que en el fondo es falta de humildad o de interés en servir.

¿Quieres obedecer cabalmente?… Pues escucha bien, para comprender el alcance y el espíritu de lo que te indican; y, si algo no entiendes, pregunta.

¡A ver cuándo te convences de que has de obedecer!… Y desobedeces si, en lugar de cumplir el plan de vida, pierdes el tiempo. Todos tus minutos han de estar llenos: trabajo, estudio, evangelización, vida interior.

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Hacia la perfección en la obediencia

Se obedece con los labios, con el corazón y con la mente. -Se obedece no a un hombre, sino a Dios. Muchos apuros se remedian enseguida. Otros, no inmediatamente. Pero todos se arreglarán, si somos fieles: si obedecemos, si cumplimos lo que está dispuesto.

El Señor quiere de ti un apostolado concreto, como el de la pesca de aquellos ciento cincuenta y tres peces grandes -y no otros-, cogidos a la derecha de la barca. Y me preguntas: ¿cómo es que sabiéndome pescador de hombres, viviendo en contacto con muchos compañeros, y pudiendo distinguir hacia quiénes ha de ir dirigido mi apostolado específico, no pesco?… ¿Me falta Amor? ¿Me falta vida interior? Escucha la respuesta de labios de Pedro, en aquella otra pesca milagrosa: -“Maestro, toda la noche hemos estado fatigándonos, y nada hemos cogido; no obstante, sobre tu palabra, echaré la red”. En nombre de Jesucristo, empieza de nuevo. -Fortificado: ¡fuera esa flojera!

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Sentido de obediencia

Obedecer dócilmente. -Pero con inteligencia, con amor y sentido de responsabilidad, que nada tiene que ver con juzgar a quien gobierna.

Al evangelizar, obedece sin fijarte en las condiciones humanas del que manda, ni en cómo manda. Lo contrario no es virtud. Cruces hay muchas: de brillantes, de perlas, de esmeraldas, de esmaltes, de marfil…; también de madera, como la de Nuestro Señor. Todas merecen igual veneración, porque la Cruz nos habla del sacrificio del Dios hecho Hombre. -Lleva esta consideración a tu obediencia, sin olvidar que El se abrazó amorosamente, ¡sin dudarlo!, al Madero, y allí nos obtuvo la Redención. Sólo después de haber obedecido, que es señal de rectitud de intención, haz la corrección fraterna, con las condiciones requeridas, y reforzarás la unidad por medio del cumplimiento de ese deber.

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Leales a Cristo

Han transcurrido veinte siglos, y la escena se repite a diario: siguen procesando, flagelando y crucificando al Maestro… Y muchos católicos, con su comportamiento y con sus palabras, continúan gritando: ¿a ése?, ¡yo no le conozco! Desearía ir por todos los lugares, recordando confidencialmente a muchos que Dios es Misericordioso, ¡y que también es muy justo! Por eso ha manifestado claramente: “tampoco Yo reconoceré a los que no me han reconocido ante los hombres”.

Siempre he pensado que la falta de lealtad por respetos humanos es desamor…, y carencia de personalidad.

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