Dios mira y abraza con su misericordia nuestro pasado; pero también nos elige para ser sus aliados en la construcción de un futuro distinto y mejor.
La unidad se construye en torno al Sucesor de Pedro
Es visible el disgusto que muchos católicos sienten frente a las actitudes y algunas declaraciones del Papa Francisco. Después de la abundante doctrina de Juan Pablo II y de la admirable altura y precisión de lenguaje de Benedicto XVI, un buen número de expresiones y gestos del Papa Francisco parecen insuficientes o demasiado próximos a una interpretación contraria a nuestra fe. Creo que puedo entender el malestar de quienes sienten de esa manera.
Por otro lado, hay palabras y acciones de Francisco que han tenido un impacto muy grande en personas que ven sencillez, cercanía y caridad donde a menudo sólo habían encontrado dureza y puertas cerradas. Es verdad que algunos católicos más afectos a la tradición siempre pueden decir que toda la simpatía que Francisco despierta se debe a que le hace el juego a los valores y modas de este mundo pero yo creo que esa es una acusación simplista e injusta. Su estilo de vida llano y sobrio no es una pose. Su amor por los excluidos, los enfermos y los pobres no es ideología, a menos que veamos también ideología en las multitudes que se volcaban sobre la persona de Cristo. Su anhelo de abrir un camino, algún camino, a todos los que pueden sentirse rechazados puede parecer exagerado y puede poner a temblar a quienes amamos la hermosura doctrinal de nuestra fe católica pero no podemos negar que Jesús, estando rodeado de una multitud de judíos, elogió la fe de un centurión romano. Continuar leyendo “La unidad se construye en torno al Sucesor de Pedro”
Mensaje del Papa Francisco para la cuaresma 2016
1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada
En la Bula de convocación del Jubileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.
María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.
2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia
El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.
Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.
Es éste el corazón del kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.
3. Las obras de misericordia
La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.
Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.
La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
El Santo Padre critica el uso de embriones como material descartable
Catequesis del Papa Francisco sobre la misericordia de Dios en la Biblia
Palabras del Papa Francisco
Mensaje sencillo y claro: “El apego a las riquezas es el inicio de todo tipo de corrupción… ¿Por qué? Porque aquellos que viven apegados al propio poder, a las propias riquezas, creen que están en el paraíso. Están cerrados, no tienen horizonte, no tienen esperanza. Y al final, deberán dejar todo.”
Mensaje del Papa Francisco para el 1 de Enero de 2016
Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1 de enero 2016
Vence la indiferencia y conquista la paz
1. Dios no es indiferente. A Dios le importa la humanidad, Dios no la abandona. Al comienzo del nuevo año, quisiera acompañar con esta profunda convicción los mejores deseos de abundantes bendiciones y de paz, en el signo de la esperanza, para el futuro de cada hombre y cada mujer, de cada familia, pueblo y nación del mundo, así como para los Jefes de Estado y de Gobierno y de los Responsables de las religiones. Por tanto, no perdamos la esperanza de que 2016 nos encuentre a todos firme y confiadamente comprometidos, en realizar la justicia y trabajar por la paz en los diversos ámbitos. Sí, la paz es don de Dios y obra de los hombres. La paz es don de Dios, pero confiado a todos los hombres y a todas las mujeres, llamados a llevarlo a la práctica.
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Aquí tienes una oportuna catequesis sobre la misericordia
[Predicación a un grupo de frailes agustinos recoletos.]
1. La misericordia destaca como atributo singular de Dios.
2. El mundo actual necesita del mensaje de la misericordia; no cualquiera sino la que va unida a la sabiduría que apunta a los bienes verdaderos.
3. La falsa misericordia se limita a ver, aceptar y acoger; la verdadera misericordia hace el camino completo: ver, aceptar, acoger, iluminar, acompañar, orar y transformar.
4. Como consagrados necesitamos experiencia viva de la misericordia para irradiarla en primer lugar con nuestro testimonio.
5. Lugares singulares de experiencia de la misericordia son: la predicación, los sacramentos, las obras de promoción humana unidas a la evangelización. No hay mayor misericordia que conectar un corazón con el Corazón de Cristo.
Oración para el Año de la Misericordia
Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo,
y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero;
a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura;
hizo llorar a Pedro luego de la traición,
y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.
Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:
¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible,
del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:
haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad
para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error:
haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción
para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor
y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres
proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos
y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia,
a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
Tal vez la mejor rueda de prensa del papa Francisco
La frase más importante del Papa Francisco en su visita a Estados Unidos
En mi opinión, lo más brillante y perdurable del ?#?PapaFrancisco? en Estados Unidos es esto:
“Las víctimas inocentes del aborto, los niños que mueren de hambre o bajo las bombas, los inmigrantes se ahogan en busca de un mañana, los ancianos o los enfermos, de los que se quiere prescindir, las víctimas del terrorismo, de las guerras, de la violencia y del tráfico de drogas, el medio ambiente devastado por una relación predatoria del hombre con la naturaleza, en todo esto está siempre en juego el don de Dios, del que somos administradores nobles, pero no amos. No es lícito por tanto eludir dichas cuestiones o silenciarlas.”
Reforma de los procesos de nulidad: 6 ideas falsas
“Los documentos del Papa Francisco emitidos el martes, uno para la Iglesia Latina (Mitis Iudex Dominus Iesus) y uno para las Iglesias Orientales (Mitis et Misericors Iesus), exigen una lectura atenta a fin de entender los desarrollos de las leyes sobre los procedimientos canónicos relativos al proceso de declaración de nulidad matrimonial. Desafortunadamente, el sensacionalismo que los ha rodeado ha causado numerosos conceptos erróneos e informaciones falsas que a su vez pueden dificultar la comprensión de algunas de las reformas. Si bien todavía hay mucho para digerir, me gustaría destacar seis ideas falsas (…) [acerca de] estas reformas históricas…”
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Interesante detalle de la enseñanza del Papa Francisco
Cada persona, y esto vale también para los pastores y predicadores, tiene su propia manera de hacer énfasis. El lenguaje corporal, el tono de voz, la ocasión en que algo se dice son algunos de los factores que influyen en el modo como se da y se recibe un mensaje en particular.
Los que hemos seguido la secuencia de las enseñanzas del Papa Francisco notamos, sin duda, que uno de sus medios preferidos para enfatizar algo es decirlo más de una vez, en distintas circunstancias. Como un padre que no pierde ocasión de recordar algo que considera vital para la familia, el Papa nos ha hablado muchas veces sobre el cuidado que hay que tener en el uso de las palabras. Sus críticas vigorosas a la murmuración, la doblez, el chisme y otros pecados de la lengua son una manera de invitarnos y prepararnos a una forma más directa, veraz y confiable de comunicarnos, especialmente entre los cristianos.
Esta breve nota es simplemente un modo de subrayar ese aspecto tan tradicional en la literatura sapiencial, y tan necesario para la vida de la familia y para la vida de la Iglesia. Aunque no se trate de una enseñanza completamente novedosa, no cabe duda de la gran necesidad que tenemos de que nos recuerden lo que es más importante.
Lo de orar por el Papa no es pura cortesía de lenguaje ni frase repetida
Ya todos tenemos claro que el Papa–este Papa y cada uno de los Papas–es un ser humano con talentos y fragilidad, con carismas únicos y riesgos inéditos. Por supuesto, no es distinto el caso de nuestro Papa Francisco: un hombre valiente y profético en tantas cosas pero tan necesitado de oración como ninguno.
Ya hemos visto con claridad que sus palabras serán interpretadas siempre del peor modo posible. Dice el Papa que los divorciados vueltos a casar no están EXCOMULGADOS y los medios de comunicación hacen coro para decir que el Papa dijo que SÍ PODÍAN COMULGAR. Son dos cosas totalmente distintas pero como se trata del Papa y como se trata de imponer el nuevo orden mundial, que es un nuevo desorden, ahí está un nuevo ataque.
DEBEMOS orar más y con mayor profundidad por el Papa para que goce más del don de la claridad, sobre todo en sus enseñanzas sobre la familia, y orar también para DEFENDERLO porque el enemigo malo, el demonio, padre de las peores confusiones, lucha contra el Sucesor de Pedro tratando de hacer el mayor daño posible a la Iglesia de Cristo.
Orar, orar, orar.